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Mostrando entradas de 2020

El color prohibido, Yukio Mishima

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"Shunsuké Hinoki llevaba a cabo una selección rigurosa de sus sentimientos, y se percibía en ellos la marca de la elección que había hecho entre lo que le parecía bueno y lo que le parecía malo. Eso era lo que le había permitido crear un arte curioso, en el mejor de los casos estéticos, en el peor ético, pero sin ninguna duda desde el principio había renunciado al difícil cruce entre la belleza y la ética. " El color Prohibido.  Mi relación con la obra de Yukio Mishima comenzó hace tiempo, cuando leí su novela más famosa,  Confesiones de una máscara , donde valiéndose de su propia experiencia biográfica cuenta como en una sociedad cerrada, los que son diferentes deben ocultarse tras una máscara. Al momento fue un flechazo, un amor a primera lectura. La siguiente novela no hizo más que aumentar mi amor por la obra del japonés, El marino que perdió la gracia del mar , uno de los títulos más bellos que yo haya leído (junto con  Olas en una roca desierta  de mi, tambien amado, Te

Dios está en la mirada de los galgos

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Estaba despierto cuando el viejo llamo bruscamente a su puerta. La noche anterior le dijo que lo despertaría temprano para ir a cazar. Miguel apenas pudo pegar ojo. Llevaba solo un par de días en casa de su abuelo y aún era incapaz de acostumbrarse, y menos todavía conciliar el sueño. Aquella cama crujía cada vez que intentaba encontrar una postura cómoda. Las sabanas, recias como el esparto, desprendían un olor rancio y desagradable. Al levantarse miro por la ventana. La noche seguía aferrándose a a su trono. Bajo hacia la cocina para desayunar. Dos gruesas tostadas de pan reposaban en unos viejos platos y al lado una oxidada aceitera. Un agradable olor a leche caliente salía de unos vasos de barro. Miguel observó que al lado del desayuno, ocupando casi toda la mesa, estaba la escopeta. La pequeña bombilla brillaba en el acero pulido de la escopeta. El chico, como imbuido por un deseo irrefrenable, rozo con las yemas de los dedos la escopeta. Un escalofrío le recorrió toda la e

Juan Marsé, el novelista y la memoria

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La maldita muerte, que por desgracia nunca se va al paro, se ha llevado a Juan Marsé. Yo me encontraba en la cocina, cuando desde el salón mi padre gritó: Se ha muerto Juan Marsé. Lo único que pude decir en ese momento fue, ¡Que se ha muerto Juan Marsé, me cago en mi puta madre! Fue una sensación parecida a cuando te llaman por teléfono y la voz de el otro lado dice que un familiar muy querido ha fallecido. Un enorme vacío se instaló en la boca de mi estómago. Las letras castellanas pierden al mejor novelista de su generación (con perdón del genial Terenci Moix), un orfebre de las palabras que creaba, con enorme maestría, obras capitales para entender una época concreta. Si asociamos a García Márquez con su mítico Macondo, a Alas Clarín con Vetusta, es imposible no asociar a Marsé con el barrio barcelonés del Guinardó. Barrio real al cual supo dar una aire irreal, donde apenas se nota el paso del tiempo. Lleno de personajes marchitos y oscuros, perdedores que luchan para soportar digna