Juan Marsé, el novelista y la memoria
La maldita muerte, que por desgracia nunca se va al paro, se ha llevado a Juan Marsé. Yo me encontraba en la cocina, cuando desde el salón mi padre gritó: Se ha muerto Juan Marsé. Lo único que pude decir en ese momento fue, ¡Que se ha muerto Juan Marsé, me cago en mi puta madre! Fue una sensación parecida a cuando te llaman por teléfono y la voz de el otro lado dice que un familiar muy querido ha fallecido. Un enorme vacío se instaló en la boca de mi estómago. Las letras castellanas pierden al mejor novelista de su generación (con perdón del genial Terenci Moix), un orfebre de las palabras que creaba, con enorme maestría, obras capitales para entender una época concreta. Si asociamos a García Márquez con su mítico Macondo, a Alas Clarín con Vetusta, es imposible no asociar a Marsé con el barrio barcelonés del Guinardó. Barrio real al cual supo dar una aire irreal, donde apenas se nota el paso del tiempo. Lleno de personajes marchitos y oscuros, perdedores que luchan para soportar dignamente el día a día. Barrio ancestral donde se muestra, de manera cruda, la decadencia de una clase obrera mísera pero orgullosa frente a la hipócrita burguesía, llena de lujos y fastuosidad pero vacía de valores.
Mi relación con la obra literaria de Marsé comienza con una de sus novelas no muy conocidas Un día volveré. Aún están frescos en mi memoria el primer y el último capítulo. Cada lectura era un absoluto deleite. Estaba asistiendo a una autentica clase de literatura. Frases directas como un puñetazo a la mandíbula. Aquella historia oscura, donde la leyenda y el olvido transforman una realidad asfixiante, que solo puede ser paliada con las historias de la gran pantalla, donde todo aquello que intentamos dejar atrás vuelve a nosotros y nos acompaña como una sombra a nuestros pies, fascinante. Su protagonista Jan Jollivert Mon, estoico, oscuro y lleno de cicatrices anímicas, es una de las mejores creaciones del autor catalán. Un enorme ejercicio de novela negra. Como anécdota diré, que antes de leer esta novela, había devorado una del gran escritor japonés Yukio Mishima El marino que perdió la gracia del mar (en otra entrada hablaré de Mishima) Justo después de leer la de Marsé decidí que los dos pasarían a formar parte del selecto grupo de mis escritores favoritos, el cual solo puede constar de doce miembros (fetiche u obsesión que tiene uno por los números pares), el porqué del número doce es sencillo, diez son pocos y el doce tiene muchas connotaciones religiosas. El caso es que decidí unir a los dos autores en lecturas consecutivas, primero Mishima y después Marsé. Doble degustación de literatura de primera. Al tiempo descubrí que el propio Marsé, en su etapa parisina, tradujo una de las novelas de Mishima, no del japones si no del inglés. El destino unía a los dos novelitas y por eso yo debía leerlos juntos.
La siguiente incursión marseniana fue, con la considerada la novela representativa del autor. La obra por la cual alcanzó la inmortalidad literaria Últimas tardes con Teresa. Un querido amigo me dijo, que lo mejor a la hora de leer a un gran autor es empezar con sus novelas menos conocidas, para así empezar con pequeños aperitivos para ir abriendo boca y llegar a los platos principales con hambre canina. Esto no me paso con, por ejemplo García Márquez, pues empecé con la historia de los Buendía y debo decir que nunca antes un libro me había absorbido tanto. Fue una lectura hipnótica. En el caso de Marsé si cumplí en lo que decía mi amigo, la segunda lectura sería con su mejor novela. Y, efectivamente, fue una gran experiencia. Si la primera lectura fue magnífica, esta fue...espléndida. Cada frase era una demostración de lo que se podía hacer con el lenguaje español. En esta novela, Marsé demostró que era un novelista, en el sentido decimonónico de la palabra. Si la vanguardia quería darle a la novela un aire nuevo y rompedor, donde el argumento es un elemento secundario y el lenguaje lo es todo, Marsé aúna las dos técnicas. Dando énfasis en el argumento, pero narrado con un lenguaje magnífico. Marse hace un uso extraordinario del narrador en tercera persona. A la altura de un Galdós o de un Balzac, traza la historia del charnego (o murciano) Manolo Reyes, el Pijoaparte y la niña bien con ínfulas revolucionarias Teresa. Pero el narrador, es decir el propio Juan Marsé, se limita a narrar los acontecimiento, si no que, como un Dios omnipresente y omnisciente, se mete en las mentes de los personajes, presentando sus pensamientos y sus fantasías. El Pijoaparte y Teresa representan dos espectros muy diferenciados de la sociedad de su momento. Él, chulo, egoísta, fuerte, lleno de inseguridades, son esa clase obrera, marginada y oprimida empujada a la delincuencia usando la ancestral picaresca y ella, alocada, fantasiosa y llena de una pasión inabarcable, son esos niños ricos, inconformistas de palabra, aburridos de una vida frívola buscando algo que le haga ser "normales". Y de fondo el mágico y suburbano barrio del Carmelo y el rico y burgués San Gervasio. Si solo hubiera escrito esta novela hubiera sido suficiente para darle un sitio en el Olimpo de las letras castellanas, pero, gracias a Dios (o a Marsé según se mire) siguió escribiendo.
Después de la lectura de su mejor novela, todo lo demás seria cuesta abajo. Eso puede pasar con algunos escritores, pero en alguien como Marsé esto no pasa. Este orfebre prepara cada novela como si de una joya se tratará. Y La oscura historia de la prima Montse es una de ellas. El único pero que se le podría poner es que le es imposible alejarse de la alargada sombra de su predecesora, es decir Teresa. Las dos novelas beben de la misma premisa, como el amor surge entre dos persona de estratos sociales distintos y como son empujados hacia la tragedia. Aqui practicamente los dos protagonistas vuelven a formar parte de mundos distintos. Una mujer culta y católica frente a un joven presidiario, ateo. Una escena de lo más deliciosa es cuando manda al protagonista a un cursillo de cristiandad. Aqui Marsé critica con su habitual ironía, la falsa moral católica de la burguesía, que disfraza con buenas acciones unas vidas insustanciales y vacías, buscando mas el reconocimiento de los suyos antes que el amor al prójimo. En cuanto a estilo, Marsé vuelve a dar muestra de su gran maestría a la hora de narrar la novela. Un ejercicio de orfebrería extraordinario. En este caso el narrador en primera persona cuenta cosas de las que ha sido testigo y otra narra sucesos ya pasados. Como digo el mayor problema de la novela es que no puede negar la influencia de la anterior, pero aun así es una espléndida novela. La novela fue galardona con el, otrora prestigiosa Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral.
La siguiente aventura marseniana, es una las novelas más originales escritas por el autor. Un verdadero ejercicio de estilo narrativo donde, una vez más, se vuelve a comprobar que estamos ante un autor imprescindible. Volviendo a su predilecto barrio del Guinardó, Marsé hace alarde de una narración única y deslumbrante. Utilizando un narrador para nada convencional, el autor teje una historia donde todo se mueve en círculos, donde el pasado y el presente van intercalando según la voluntad del narrador. Otra de las características de la obra de Marsé es la creación de personajes poliédricos. Cada personaje suyo tiene voz propia hace partícipe al lector de todas sus expectativas. Y es en Rabos de lagartija donde mejor se puede comprobar. La narración del narrador (valga la redundancia), se ve interrumpida de vez en cuando con el punto de vista de los personajes, dano un punto de vista alterno. Cada novela de Marsé es como un pequeño microcosmos donde los personajes orbitan en el espacio y el tiempo, mientras la narración sigue su curso, inalterable. La novela fue galardonada con el Premio de la critica y el prestigiosa Premio Nacional de Narrativa en el año 2001.
Una breve novelita, pero deliciosa como una cesta de cerezas pero amargas es Ronda del Guinardó. La historia policiaca y en apariencia sencilla de una niña debe acompañar a un viejo y gris policía a identificar el cadáver del hombre que la violó sirve al autor para relatar una cruda historia de bajeza moral y desgracia en tiempos oscuros con el sempiterno Guinardó como escenario donde se mueven los personajes. Sin dejar de lado por supuesto los recuerdos del autor. Aquí Marsé doy una lección de que si quiere narrar una historia de corte intimista y de poca extensión es capaz de hacerlo.
Y ya para finalizar, la última (de momento, por supuesto) novela que he leído de Juan Marsé, es, yo creo, la mejor creación desde Últimas tardes con Teresa y Un dia volvere. Un verdadero homenaje a la infancia del autor y un duro testimonio de una época aún más dura. Si te dicen que caí, título lleno de mala leche pues es parte del himno de la falange, es un canto a su infancia, a su barrio. Los chicos que conforman la historia de la novela son una representación de aquella España triste, oscura, donde la miseria se encuentra a ras de suelo, donde el espíritu de supervivencia prevalece sobre las duras condiciones que presenta la vida. La penumbra y la degradación son el telón de fondo de un barrio del Guinardó, mas presente que nunca, que incluso hace las veces de un protagonista mudo. La historia nos narra las aventuras de un coral elenco de personajes todos unidos por la treparia de uno de ellos donde se llevan acabo una de las peculiaridades de la novela: las "aventis", historias ficticias,cada cual mas alucinante contadas por los miembros del grupo de amigos. La sexualidad y la cruda realidad se entrecruzan con la fantasía de los chavales, único método para huir de la asfixiante vida.Una retrato duro y fidedigno sobre el franquismo. La novela fue prohibida en España y tuvo que ser publicada en México, donde ganó el Premio México de Novela.
Estas son de momento mis lecturas de Juan Marsé, por supuesto no serán las ultimas, vendran libros seguramente maravillosos como El amante bilingüe, La muchacha de las bragas de oro, Encerrados con un solo juguete, Caligrafía de los sueños, El embrujo de Sanghai, Canciones de amor en el Lolita´s club, Noticias felices en aviones de papel y Esa punta tan distinguida, su última novela. Es cierto que no es un autor muy prolífico. Su producción literaria consta de unas quince novelas (una de ellas repudiada y desterrada por el propio escritor) y un volumen de cuentos. Pero esto es una de las mejores cualidades de Marsé, pues se tomaba su tiempo para escribir una novela, no dejándose llevar por prisa alguna, dando forma, con esa paciencia heredada de su antiguo oficio de joyero, palabra a palabra, frase a frase, parrafo a parrafo, novelas imperecederas, verdaderas obras maestras que enriquecen la, ya de por si extraordinaria, historia de nuestra literatura. Que pena que se nos haya ido, ya pocos quedan de aquella genial Generación de los 50, la de los niños de la guerra, novelistas, cuentistas y poetas, hombres y mujeres que, llevando en sus espaldas una infancia robada por una cruel guerra fratricida y una infame dictadura, pero aun así crearon una literatura que mostró, de forma brillante, la época que les toco vivir. Y así, aquel joven aprendiz de joyero, hijo adoptivo del matrimonio Marsé Carbó, criado en los oscuros barrios de una Barcelona gris, entre el estraperlo, la pillería y las "aventis", decidió escribir una novela mientras hacía la mili. Y así comenzó una vida llena de literatura coronada con el prestigioso Premio Cervantes. Muchas gracias maestro, que lo que la muerte se llevó, tus novelas permanezcan para siempre. Descanse en paz.
"Un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva. No hay literatura sin memoria" Juan Marsé Carbó (1933-2020)
Comentarios
Publicar un comentario