Mala letra, Sara Mesa

Los abuelos morían, pero para nosotros la vida no tenía ningún límite. Qué idea puede tener un niño, al fin y al cabo, de la muerte. " Mármol"

La miraba con odio, pero no la odiaba. O la odiaba a ráfagas, intermitente, con aprensión, y la miraba únicamente como podía mirarla en este estado: sobrepasado, saliéndose de sí mismo y de su voluntad, claramente aturdido. Ella había echado el azúcar en el café, removía con parsimonia, casi distraída. Él creyó que no aguantaría mucho más su altivez. Se sintió arder las mejillas, supo que perdía el control, no hizo ya nada para recuperarlo.                                                                      "Mustélidos"

Yo tengo mala letra. Desde que tengo memoria he tenido que vivir en mis carnes unas duras críticas hacía mi letra. Que si es completamente ilegible, que parece letra de médico. Mi madre intentó corregirla a base de los odiosos cuadernillos de caligrafía, los cuales acabaron acumulando polvo en los cajones. A mi me gusta mi letra, porque es mía, es algo que yo solo puedo crear (salvo que algún experto en copiar letras la copie), y no puedo evitar tenerle cariño. Y al tener mala letra, no podía ser indiferente hacia un título tan atrayente como Mala Letra de la escritora madrileña Sara Mesa. Y os puedo asegurar que ha sido una de las lecturas más gratificantes del año, un autentico descubrimiento y una verdadera gozada. 

¿Puede salir buena letra de un lápiz torcido? Esta pregunta se hace la autora en uno de los relatos que conforman esta pequeña  joya. Once cuentos, once pequeños retazos de la vida, once microcosmos donde la autora nos presenta la realidad de sus personajes con minuciosidad y precisión, sin trampa ni cartón. Las pequeñas historias de personajes pequeños, que soportan sus pequeñas existencias con un gran espíritu. Sara Mesa nos abre la puerta a episodios de su vida que deformados y salpimentados por la imaginación de la escritora nacen y se tornan historias apasionantes. Digo lo de su vida porque en algunos de ellos da la sensación de que la autora recurre a su experiencia vital para usarla como armazón de sus cuentos. Puede que esto sea interpretación mía.

El cárabo, Mármol, Apenas unos milímetros, "Creamy milk and crunchy chocolate", Palabras-piedra, Nada nuevo, Nosotros, los blancos, Papá es de goma, ¿Qué nos esta pasando?, Picabueyes, Mustélidos. Son los títulos de los relatos que conforman el libro. Ahora pasaré a reseñarlos brevemente, sin ningún tipo de spoiler.

El Cárabo. Este primer cuento es una declaración de intenciones. Es ese aperitivo que esta tan bueno que te comerías tres o cuatro antes del primer plato, y eso que el resto del menú es simplemente delicioso. El concepto "familia", es uno de los tropos más utilizados en cualquier arte, pero sobretodo en la literatura y en el cine. Todos tenemos familia, nos ha tocado en la lotería vital y algunos la vivimos de maneras distintas. Unos son muy familiares, se reúnen cada domingo para comer paella y veranean todos los años en la casa familiar, y otros apenas tienen relación y las únicas ocasiones donde se reúnen son en las celebraciones y los funerales. Sí miramos con mucha atención en todas la familias hay basura. Y esto nos presenta Sara Mesa en una típica reunión de familiares, centrándose en la relación de una madre y su hijo pequeño. Un magnifico relato para una magnifica forma de empezar, abróchense los cinturones que vienen curvas. 

Mármol. Los recuerdos de infancia de un autor, se entremezclan entre sus problemas con un profesor que le regaña por su "mala letra" y como la presencia de la muerte arrebata la inocencia. Ese momento en el cual paras tu vida y retornan los pensamientos a aquella época tan libre y pasional como la infancia. Recordar los buenos tiempos y añorarlos, aún sean torcidos y tergiversados. La memoria endulza esos momentos atesorados y nos traslada a un momento de nuestra vida donde fuimos realmente libres. La doble dicotomía de la infancia del niño de la calle y el niño de la escuela. El primero lleno de preocupaciones banales y el segundo atado a un sistema educativo que intenta doblegar nuestra individualidad, corrigiendo una letra que no es "como Dios manda".

Apenas unos milímetros. En este relato se presenta algo que nos a pasado a todos en algún momento. Pensamientos crueles que pululan por nuestra mente y que nos hacen sentirnos malas personas. Una profesora de instituto vivirá una experiencia donde tendrá una lucha interna entre esos pensamientos crueles, esos prejuicios anclados en la psique humana, y una realidad que a veces, pocas, nos da esperanza en este mundo.

"Creamy milk and crunchy chocolate". ¿Cuánto tiempo puede durar la culpa? ¿Hasta qué punto la culpa puede condicionar la vida y no dejarnos avanzar? Estas preguntas son el motor que mueve el relato donde un hombre, que por el intento de hacer una buena acción, acaba desencadenando una serie de tragedias que le condenarán a una existencia donde solo será capaz de sentir una cosa: remordimiento. Y cuando parecía que empezaba a salir de ese pozo de amargura, todo ese pasado volverá. 

Palabras-piedra. La protagonista de este relato recuerda la mala relación que mantiene con una tía que la cuidaba de niña. Unos deseos fratricidas asalta a la chica que imagina distintas formas en las que podrían acabar los días de su odiosa tía que le hace la vida imposible. Un desprecio constante es sufrido por la protagonista, la cual llama a los calificativos nada agradables que le profiere como: "palabras-piedra", que caen sobre ella, destruyendola y llenándola de amargura. Solo el recuerdo de una tierna amistad de infancia llenarán su vida de esperanza.

Nada nuevo. La forma en la que vivimos nuestra vida, cambia según a la persona que se le pregunta. Para unos la vida no es más que cumplir las obligaciones que nos tocan e intentar no quejarse demasiado, y para otros es una gincana, saltando de desafio en desafio expreimiendo al máximo todo el potencial que nos da la vida. Sin embargo algunos la vida es algo que a penas tiene importancia y dedican su tiempo a malgastarlo sin hacer nada. Esto precisamente es lo que hablan dos hombres al recordar la muerte del abuelo de uno de ellos. Como llegó a ese estado y las circunstancias de su muerte. 

Nosotros, los blancos. Este es el relato más largo de la colección y el más apasionante. Una chica de provincias, ingenua e introvertida, irá a visitar a su hermana a la ciudad y allí vivirá una situación que pondrá patas arriba su vida. Una realista representación de como algunas personas se quedan anclados en sus maneras de ver la vida y sin incapaces de mirar más allá de sus narices. Pero también es una bonita reflexión de hasta qué punto llegaríamos para ayudar a un ser querido.

Papá es de goma. Este relato es enternecedor, triste y lleno de una esperanza dolorosa. La capacidad de superación y la forma que tenemos de sobrevivir a los reveses de la vida es algo instintivo, pero cuando les toca a seres tan inocentes como los niños es admirable, pues algo que no les corresponde a ellos, dada su edad. Dos hermanos deberán superar la perdida de su infancia, cosa que les costará, para intentar sobrellevar una vida y una autosuficiencia con un padre con una ausencia inevitable. Los momentos en los cuales los niños olvidan su realidad y se refugian en sus mundos infantiles son de una dulce ternura. 

¿Qué nos está pasando? El recuerdo de una noche atormenta a una mujer. La narración viaja entre aquel momento, noche donde se transforma, donde se convierte algo que nunca pensó que sería, y vuelve a esa mañana, en la cual el asco, los remordimientos le escupen a la cara frente al cruel espejo. Esa dura mañana después de la tormenta, dónde se contemplan los daños después del baile vertiginoso.

Picabueyes A mi parecer aquí tenemos un recuerdo de infancia de la autora, trasformado, mutado por los dones de la literatura, aunque me puedo equivocar y no es más que una muestra de la fecunda imaginación de la autora. Porque muchas veces, atesoramos recuerdos y los pasamos por un filtro dónde le añadimos una épica, digna de una película de Hollywood, la cual es solo fruto de nuestra imaginación. Un breve momento veraniego de una chicha, en el pueblo familiar, dónde una rodilla rasguñada y una bicicleta perdida, serán lo elementos que identifiquen un miedo que, por desgracia, muchas chicas han tenido la desgracia de experimentar alguna vez. 

Mustélidos. Un museo de animales disecados será el escenario para este cuento final, dónde dos seres completamente opuestos mostrarán dos formas de contemplar la vida. Una más idealista y vital, capaz de admirar las plaquetas cosas y la otra rancia y gruñona, la cual despreciará todo lo que le rodea. Y una pequeña referencia a las nutrias será el centro de todo el relato. He de decir que este es el más divertido de todos los relatos. Y un broche de oro a una colección maravillosa.

Y aquí acaban los relatos de Mala letra, una de las lecturas más sublimes, gratificantes y deliciosas que han regalado a mi voraz apetito lector. Sara Mesa escribe que da gusto, es mordaz, dura, cronista de la existencia de sus personajes. Todo el dolor, la alegría y la cotidianidad deambulan entre sus párrafos. Ese lápiz torcido, se clava en el papel y los desgarra con esa mala letra, horadando y fecundado sus historias. Si con breves relatos muestra una gran creatividad y un magnífico estilo literario, estoy deseando leer sus novelas. Leedlo no os defraudará, estamos ante una de las mejores voces del panorama literario español. Una maravilla, una gozada.

Sara Mesa (1976-)

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