Cervantes en Argel, Álber Vázquez

De todos los momentos vitales que hicieron de la vida del padre de la novela moderna una novela en si misma, fue sin duda los casi cinco años que pasó encerrado en Argel tras ser capturado por los corsarios moros. Él futuro creador del Quijote tuvo la desgracia de caer en las garras de los sanguinarios corsarios berberiscos y pasar por un trago tan amargo que hubiera desanimado a cualquiera, pero no al ilustre manco, que hizo de su infortunio el motor que lo movía a sobrevivir e intentar escapar por todos los medios. Una historia extraordinaria que serviría de inspiración para sus obras venideras. Pues sobre esta historia Álber Vázquez, uno de los nombres propios de la novela historica actual, ha creado una novela brillante sobre el cautivo más universal de Argel. Con mucho gusto os presento: Cervantes en Argel. Cinco años en las mazmorras del Gran Turco de Álber Vázquez. AVISO DE SPOILERS.
Miguel de Cervantes, junto a su hermano Rodrigo, volvían de Napoles dos años despues de haber luchado en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan a ver los venideros. De aquella batalla llevaba varias heridas siendo la más importante la que dejó inútil su mano izquierda, dejándola anquilosada y dándole el apelativo del Manco de Lepanto. Y también llevaba dos cartas de recomendación que guardaba con sumo celo oculto entre sus ropas, rubricadas por Gonzalo Fernández de Cordoba, duque de Sessa y descendiente del glorioso Gran Capitán, y por el mismísimo don Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II y Comandante de la Santa Liga. Con cuanto orgullo guardaba Cervantes esas dos cartas, cuantas puertas les abriría en España al venir recomendando por tan eminentes personalidades, cuantos puestos de alto rango le proporcionarían, incluso algún puesto en las Indias. Un futuro prometedor se le presentaba gracias a ellas. Qué poco sabía el futuro escritor que esas dos cartas serían a la vez su condena y su salvación.
La galera Sol, en la que iban el escritor y su hermano, fueron asaltados por una pequeña flota turca capitaneada por el corsario Arnaut Mamí, el 26 de septiembre, tres días antes del cumpleaños de Miguel, de 1575. Miguel y Rodrigo llegaron a Argel donde fueron asignados al rico renegado griego Dali Mamí, quien al descubrir las dos cartas creyó que Miguel era un hombre relevante en España y estableció quinientos ducados como precio por su liberación, una cantidad desorbitada que condenaba al poeta a vivir con la certeza de que sus padres, en cuanto tuvieran noticia del cautiverio de sus hijos, serían incapaces de reunir tanto la recompensa de Miguel y la de su hermano, Rodrigo de trescientos ducados.
En la novela el autor introduce a un personaje que se presupone como inventado, pero que sirve de apoyo para Cervantes. Estebanillo es un pobre desgraciado que iba de galeote en la galera capturada, desde un principio establece una relación de cercanía con Cervantes, siendo su amigo, servidor, confidente, aliado, enfermero y sobre todo un verdadero apoyo para el infierno que se les venía encima.
En Argel Cervantes no estará mano sobre mano, aguardando un posible rescate con resignación. Cervantes era un hombre de acción, de ánimo siempre vital y práctico, pasaría por ese calvario con la mente despejada, ayudando a quien lo necesite. Pronto crea un vínculo con unos cautivos que formarán un grupo unido por el infortunio, la amistad, la lealtad y las ansias de libertad. El primero a quien conocerá en las frías mazmorras de los Baños de Argel será Hernando de Vega, un pobre desgraciado que lleva ya unos cuantos años sufriendo las penalidades del cautiverio. Él despertará en Cervantes una pasión que nunca le abandonará: el amor por narrar. Hernando lleva una especie de diario donde cuenta todo lo que le sucede y lo que ve, describiendo el ir y venir de los habitantes de Argel, tanto los míseros cautivos cristianos, como los moros comerciantes y los soldados y funcionarios turcos.
Otro hombre alimentará la pasión del Manco por la narración. Tomás de Coria, fraile domínico que vive libre en Argel ofreciendo consuelo espiritual a los cautivos, conocerá a Cervantes tras el primer intento de fuga y lo tomará en consideración como hombre de valor y liderazgo, inteligente y de buen manejo de la palabra. El fraile alentará a Cervantes a escribir lo que pasa en Argel, pues considera que si alguien de dentro cuenta todo lo que ocurre en Argel, contándolo todo sin dejar nada, por insignificante que sea, desde qué altura tienen los muros que rodean la ciudad, hasta cuántos hombres forman las guarniciones de soldados jenízaros, hará despertar la compasión de las altas estancias españolas y hará que aceleren la libertad de los cautivos y que los ejércitos del rey tomen Argel, dando un duro golpe al lucrativo negocio corsario de Constantinopla.
Para la tarea de lo que Cervantes llama la novela de Argel, tendrá la estimable ayuda de un buen hombre. Don Antonio de Sosa, sacerdote portugués capturado cuando iba a tomar el cargo de deán de Agrigento, él cual dedicará su tiempo en trabajar en el libro, gracias todo lo que Cervantes le informa, escribiendo incansablemente lo que luego será una obra titulada: Topografía e historia general de Argel.
Pero no solo de la pluma vivirá el futuro padre de Don Quijote. Como hombre de espíritu inquieto hará lo que haga falta para escapar. Cervantes preparará cuatro fugas con la ayuda de Estebanillo y sus amigos. Pero el infortunio y la mala suerte parecen sobrevolar sobre la cabeza del poeta soldado. Los cuatro intentos se verán frustrados por pequeños detalles que harán caer la misión. El primero, que constaba en huir de Argel y llegar a pie hasta Orán que era zona española con la ayuda de un guía moro. Cuando ya llevaban un buen trecho de camino, el guía los abandonó dejándolos tirados. Los fugados no tuvieron más remedio que volver sobre sus pasos.
El segundo lo preparó tras el rescate de su hermano Rodrigo. Trataba de huir en un barco español que se acercaría a la costa argelina mientras los fugados aguardaban en la playa. Mientras estos esperaban temblando de miedo, algo motivo que los del barco sospecharán de algún peligro y huyeron dejando a los fugados con un palmo de narices. Uno de ellos, conocido como el Dorador los traicionó delatándolos.
El tercero es el más lamentable por como acabó. Cervantes decidió que lo mejor era que las tropas de Orán tomarán Argel y para ello deberían llevar una carta donde se pedía por favor la ayuda española con los compatriotas cautivos, rubricada por un buen número de cautivos principales que, a pesar de perderlo todo, seguían teniendo renombre y familias de rancio abolengo en la patria añorada. Para llevar esa carta escogieron a un moro que por desgracia padecía una tartamudez atroz. Cuando llegó a las puerta de Orán fue incapaz de hacerse entender por los soldados españoles, por lo que volvió frustrado. Al volver los soldados argelinos incautaron la carta y esto puso a Cervantes otra vez como líder de la conjura. Y la cuarta, la más espectacular, trató de comprar un barco y llenarlo de cautivos. Para ello tuvieron la ayuda de un conocido de fray Tomás que pondría dinero para la fuga. Y es entonces cuando surge aquí el personaje más infame de los que se cruzó Cervantes.
El domínico Juan Blanco de Paz parecía haber olvidado que ya no estaba en España y su cargo de inquisidor poco importaba en aquellas tierras mahometanas. Caminaba el domínico con un aire de superioridad, fiscalizando quién guardaba las cosas de Dios y quién no, para, sí volvía, acusarlo ante el Santo Oficio, siempre y cuando él cautivo pecador fuera liberado. Los frailes y monjes que allí había ayudaban y consolaban a los prisioneros, pero Blanco de Paz solo traía sospecha, juzgando a todos desde su atalaya de superioridad. El fraile y el poeta chocaron desde que se conocieron y fue Blanco de Paz quién delató a Cervantes en su último intento de fuga. Cervantes en todos los intentos siempre se puso como cabecilla y organizador para evitar represalias de los demás fugados, cosa que le granjeó la gratitud de sus compañeros y severos castigos, siendo grande el desprecio que tuvo con él Hasán Pachá, cruel bey de Argel.
Tras cinco años de cautiverio, lleno de infortunios y pesares, hambre y casi locura, Migue de Cervantes fue liberado por fray Juan Gil, padre trinitario, que recolectó los quinientos ducados salvando in extremis a Cervantes, cuando ya estaba encadenado en la galera del bey Hasán Pachá como galeote rumbo a Constantinopla. Cervantes volvió a España el 24 de octubre de 1580.
Cervantes en Argel es una novela que conforme iba leyendo más me iba gustando. Me explico. Álber Vázquez tiene una forma bastante particular de escribir. Se nota que es un autor que se empapa bien de la época que decide narrar, acumulando información que va dando según sea necesario, lo cual pausa la narración, cosa que no es mala del todo pues la enriquece al dar datos muy interesantes. Y por otro lado los diálogos son bastante modernos, cosas que resulta curiosa al leer decir a Cervantes y otros personajes palabras como cojones o la hemos liado parda.
Pero como digo, conforme iba leyendo más sentía el encanto de la narración y lo auténtico de los diálogos. Vázquez consigue trasportar al lector al mismo centro de Argel, haciéndote pasear por los mercados llenos de comerciantes ruidosos regateando, el olor inmenso y placentero de las mil y una especias que inundan el ambiente, sentir el frío y la humedad de las mazmorras de los baños, y la miseria de los pobres cautivos. Vázquez tiene un manejo impecable para la narración, sobre todo en los episodios de las fugas, destilando el mejor aroma de las grandes novelas de aventuras.
Cervantes es el centro de toda la narración. Tras verlo luchar en Lepanto en la magnífica novela de Luis Zueco, ahora lo vemos en las horas más bajas de su vida. La adversidad del cautiverio hundiría en un pozo de desesperación y desaliento a cualquiera, pero el futuro autor de las Novelas ejemplares no era hombre que se dejará derrotar fácilmente. Cervantes luchará contra su funesto destino ganándose la amistad de sus compañeros de desgracia e incluso de notables turcos como un funcionario llamado Ibrahim, que verá en el alcalaíno un valor por su inteligencia y cultura.
Porque eso fue otro de los pilares que sostuvieron a Cervantes, la cultura. Cervantes tomó las armas pues creía que el camino de la milicia podría saciarle el hambre y llenarle la bolsa, cosas que para su desgracia no fue así. Pero en su fuero interno lo que ansiaba era la gloria de las letras. Gracias a la labor de escribir, al noble arte de novelar todo concerniente a Argel y la situación de los cautivos, consiguió darle una meta por la que levantarse cada día, junto a la de fugarse, un motivo por lo que sobrevivir y por lo cual pudimos disfrutar de la más grande novela jamás escrita, compuesta en sus años de libertad, con la que no lleno sus pobres arcas, pero sí alcanzó la gloria.
La amistad será un tesoro encontrado en ese pozo de misera. Estebanillo será su propio Sancho Panza, escudero fiel y leal, que acompañará a Cervantes en todas sus aventuras y desventuras. El grupo de amigos que hará el poeta serán los dos religiosos fray Tomás de Coria y don Antonio de Sosa, el cautivo Hernando de Vega, el alférez Diego Castellano, el panadero Juan Sánchez, Cristóbal de Villalón y Luis de Chaves. Ellos serán el mejor apoyo de Cervantes y sus más fieles colaboradores.
Para terminar, que esto se está haciendo más largo que el propio cautiverio cervantino, la novela es brillante, solo un hombre como Cervantes podría haber escrito una gran novela de aventuras en su propia vida. Esa terrible pero enriquecedora experiencia sembraron los frutos del venidero Príncipe de los Ingenios. Y en cuanto a Álber Vázquez, ya le tengo puesto el ojo en otra novela suya sobre uno de los más grandes marinos de la historia española. Pero esa es otra historia. Vale.
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