El Señor de las Moscas, William Golding

"—Vamos a votar.
—¡Sí!
—¡A votar por un jefe!
—¡Vamos a votar...!
Votar era para ellos un juguete casi tan divertido como la caracola.
Jack empezó a protestar, pero el alboroto cesó de reflejar el deseo general de encontrar un jefe para convertirse en la elección por aclamación del propio Ralph. Ninguno de los chicos podría haber dado una buena razón para aquello; hasta el momento, todas las muestras de inteligencia habían procedido de Piggy, y el que mostraba condiciones más era Jack. Pero tenía Ralph, allí sentado, tal aire de serenidad, que le hacía resaltar entre todos; era su estatura y su atractivo; mas de manera inexplicable, pero con enorme fuerza, había influido también la caracola. El ser que hizo sonar aquello, que les aguardó sentado en la plataforma con tan delicado objeto en sus rodillas, era algo fuera de lo corriente."
El Señor de las Moscas.



Mi padre me dijo una vez que si dos personas naufragan en una isla desierta, una acabará imponiéndose sobre la otra. Que poco sabía mi padre que con esa metáfora se estaba acercando a una de las novelas más importantes del siglo XX, un oscuro y deprimente estudio del ser humano, donde se ve con que facilidad se derrumba eso que llamamos civilización y entran, como una manada de jabalíes desbocados, los más bajos y primitivos instintos. Sin más preámbulos os presento: El Señor de las Moscas de William Golding.

En una isla desierta se estrella un avión. Los únicos supervivientes son un numeroso grupo de niños de edades que oscilan los seis y once años. Sintiendo una mezcla de emociones que van desde el miedo y el desconcierto por haber caído en un lugar tan lejano de casa, y la emoción y la alegría por la libertad de poder disfrutar de un sin fin de aventuras en un lugar paradisíaco lejos de la vigilancia de los mayores. Entre todos eligen como jefe a Ralph, el cual al principio comparte el sentimiento de sus compañeros de diversión, comienza a tomar más responsabilidades. Un niño al que llaman Piggy (cerdito) será la voz de la razón que acompaña a Ralph aconsejándole. Los dos encontrarán una caracola que usarán para llamar a los niños en asamblea, que será el simbolo de la autoridad de Ralph y quien la sostenga en las reuniones tendrá derecho a hablar. Jack, otro niño de la edad de Ralph, comenzará a sentir celos del jefe. 

Jack tomará su propio grupo llamándolos cazadores, los cuales se encargaran de traer carne y otros niños recolectarán frutas. De pronto irá surgiendo una idea en Ralph: hacer una hoguera. Si mantienen un fuego activo esto provocará un gran humo que los volverá visible a cualquier barco que pase cerca de la isla. Este elemento será clave en la novela, pues su mantenimiento provocará conflictos entre los niños.

La rivalidad entre Ralph y Jack irá aumentando en intensidad y violencia, conforme las convicciones sociales vayan cayendo, poco a poco volviendo la existencia de los niños en una pesadilla. Ralph y Piggy intentarán por todos los medios sostener un mínimo de civilización en aquella isla dejada de la mano de Dios, sosteniendo unas reglas y unos trabajos que serán destruidos por el salvajismo que irá corrompiendo a Jack y su tribu. Lo que parecía una paradisíaca estancia en una isla preciosa mientras aguardan un rescate, se tornará en un infierno de sangre y fuego. 

El Señor de las Moscas es una de las alegorías más cruelmente certeras sobre la condición humana. William Golding demostró como las reglas y las normas que cimientan la sociedad nos protege de los instintos primarios que fuimos abandonando al ir creando lo que llamamos civilización. Esos niños criados y educados en una Inglaterra llena de normas y convicciones, encorsetados a la reglas de los mayores, se ven de pronto en un lugar donde la libertad es total, sin supervisión adulta que les diga lo que pueden o no hacer. Y claro, cuando algunos como Ralph y Piggy intentan establecer normas y obligaciones, como mantener la hoguera, se ven enfrentados a la inmadurez e indisciplina de Jack y los suyos. 

El mantenimiento de la hoguera representa la responsabilidad, la obligación de una tarea importante. Pero como en el fondo no dejan de ser niños, las delicias de jugar en la playa hace que la descuiden. Ralph intentará desesperadamente que los niños la mantengan encendida, pues tiene el firme convencimiento de que pronto un barco pasará cerca de la isla y los rescatarán al ver la columna de humo. 

El símbolo del orden lo representa la caracola. Encontrada en el mar por Piggy, se la entrega a Ralph diciendo que si sopla por ella sonará como una trompeta. Así se establece que al sonido de la caracola es la llamada a asamblea. Mientras estan reunidos solo tendrá la palabra aquel que tenga la caracola. Esto será otro elemento de fricción entre Ralph y Jack, pues él considera que tanto la asamblea, la caracola, incluso el liderazgo de Ralph son una soberana estupidez.

Jack es el espíritu destructivo. Desde un principio se muestra arrogante, pero acepta a regañadientes el liderazgo de Ralph. Pero conforme vaya ganando adeptos que lo ven como un líder mucho más fuerte y capaz, desatará toda su rabia y violencia. Podemos ver en Jack la representación del autoritarismo, la fuerza bruta y la barbarie. Pues solo piensa cazar, y aunque sea para alimentarse con la carne, es una simple escusa para matar, para destruir. El tabú de la muerte se cae frente al éxtasis del poder y la violencia, que empezará con animales y acabará peligrosamente. Y los más aterrador es que quien lo provocan no son más que niños.

Ralph y Piggy representan el liderazgo y la razón. Ralph al principio es un niño más que disfruta de la ausencia de la correa adulta, bañándose y jugando. Pero conforme va ganando autoridad va tomando más responsabilidad y toda su obsesión será que se mantenga el fuego, pues es su única salvación. Piggy es la voz de la razón, un niño marginado que sufre lo que hoy llamaríamos bullying por su sobrepeso, pero que habla y se comporta con bastante madurez. Ralph se apoyará en sus sabios consejos y se ganará el odio de Jack y los suyos. 

Otros niños importantes de la trama serán los mellizos Sam y Eric, tan parecidos que la frase que empieza uno la termina el otro. Simon, un niño silencioso que representa la pureza de la infancia, y Roger, el segundo de Jack, un niño con actividades que rozan el sadismo. 

Las palabras que mejor podrían definir la novela serían: poéticamente inquietante. William Golding escribe con lenguaje precioso, dejando una narración que se mueve entre la fábula, el cuento infantil y la pesadilla. Los momentos donde describe la quietud de la selva, con la suave brisa que mece los árboles y los sonidos de los animales son de una belleza magnífica, te trasporta allí, a la inmensidad de la selva, a la tranquilidad de la playa y poder sentir el rumor del oleaje. 

Pero cuando quiere todo se vuelve oscuro y siniestro. Desde el principio los niños sentirán un terror pavoroso ante una criatura que llaman la Bestia, que algunos han creído ver, y que les acecha desde la profundidad de la isla. Impactante es la escena de Jack y los suyos ensartando la cabeza cercenada de un jabalí en una estaca como tributo a la Bestia. La cabeza se llenará pronto de moscas y creará visiones en el pobre Simon, burlándose de él y proclamándose como el Señor de las Moscas. 

Un verdadero clásico que nos avisa que todo aquello que creemos inamovible, como la seguridad de la sociedad y la tranquilidad de vivir con normas, se pueden venir abajo de forma abrupta a la mínima. Y deja una pregunta inquietante: ¿Hasta que punto hemos dejado de ser "salvajes"?


William Golding (1911-1993)

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