Un nuevo comienzo

Y en el principio fue Orwell




Una tarde de tremendo aburrimiento, me encontraba deambulando por mi casa, buscando algo con lo que lograr entretenerme. La caja de ruidos soltaba sus peroratas y apenas me eran audibles. Sintiendo ya la desesperación de un explorador perdido en medio del desierto, mi mirada de pronto se encontró con, lo que parecía un espejismo. La estantería del salón. 

Algunos libros descansaban en pequeños montones, apoyados unos en otros. Recorrí los lomos con la vista leyendo los títulos, hasta que uno de ellos me llamo la atención. Era un libro con sobrecubierta color cáscara de huevo. Al retirarla (he de reconocer que no soy muy amigo de las sobrecubiertas), el libro era de un elegante color negro, cuyas letras del título eran doradas en relieve. El título del libro estaba compuesto por dos nombres, Rebelión en la granja  y 1984, de un tal George Orwell. 

Al leer el primer título, una enorme curiosidad me invadió por completo. Rebelión en la granja sonaba realmente bien. Por lo menos para mí, que hasta ese momento era una verdadera nulidad en cuestión de libros. Cosa que cambiaría...gracias a Dios. Pero de pronto llego a mi un recuerdo lejano. En cierta ocasión en casa de mi madre, igualmente en la misma situación que me encontraba ahora, ojeando los libros me fije en un titulo poderoso: La cúpula de los dioses. Para un niño amante de la mitología griega daba la sensación de que tenia en sus manos un libro perfecto. Una aventura llena de héroes formidables, monstruos aterradores, bellas mujeres y dioses omnipotentes y caprichosos. Con mucho dolor en el corazón no había nada de eso, era un libro diametralmente opuesto. Tanto, que aun hoy no recuerdo ni de trataba  ni quien era el autor.

Desde ese momento se implanto en mi una especie de miedo hacia los títulos de los libros. Miedo que se traducía en, si un titulo me gustaba, podría ser motivo de error, por hacer crecer en mi mente la idea de que el libro en cuestión trataría de algo que no tuviera que ver con el nombre. Sí, lo se suena bastante lioso, pero un ejemplo ayudara a que se entienda mi punto. Supongamos que caminamos por nuestra librería favorita. Saludamos cordialmente al librero mientras contemplamos el catalogo de libros, bonitamente colocados en los expositores o en las estanterías. De pronto, un título potente nubla nuestra visión y los sostenemos para ver de que trata. El título del libro es "Las lágrimas del faraón". Inmediatamente, nuestra cabeza se llena de imágenes del antiguo Egipto, con las pirámides bañadas por el cálido sol del desierto y un solitario viajero recorre las áridas arenas montado en su incansable camello. Para nosotros es ya una compra segura, pero al darle la vuelta, descubrimos con estupor que la tal aventura egipcia, es una novela que trata del ascenso y la caída de un empresario petrolífero, en la américa profunda del siglo XIX. A pesar del shock, intrigados lo compramos y lo leemos con avidez y pensamos que la historia egipcia formada en nuestra mente calenturienta, es una completa birria en comparación con ese pedazo de novelón que acabamos de leer. Pues eso fue lo que me paso a mí. 

Con esto lo que quiero decir es que, yo era un lector primerizo, que apenas sabía distinguir entre un título abstracto y uno más directo. Porque muchos autores escogen titular sus obras con títulos abstractos para dar una idea mas o menos acercadas a la historia o al contenido de dichas obras. 

Pues volviendo al yo de aquella tarde. Aun mas intrigado por el libro, hice una cosa de la cual no estoy orgulloso. Accedí a la omnisciente Wikipedia para obtener información de Rebelión en la granja. Y encontré un articulo bastante completo en la que se daban todo tipo de detalles sobre la novela. Prácticamente me destripe toda la trama antes de leerla. Supe que se trataba de una novela corta satírica del escritor británico George Orwell, donde, utilizando la formula de una fabula alegórica, contaba como la corrupción de Stalin convirtió la Unión Soviética acabó convirtiéndose en una cruel y devastadora dictadura. Al leerla comprendí que Orwell, como también pasa en su otra gran novela 1984, aunque utilice el ejemplo de Stalin, puede ser extrapolada a toda corrupción dada por la acumulación de poder. Ya sea de un régimen de derecha o de izquierda.

Leí la novela en dos días. Fue para mi una experiencia extraordinaria. Un nuevo mundo fue descubierto. Desde ese momento me converti en un devorador de libros con un apetito pantagruélico. Entonces llegaron obras como: La naranja mecánica, Miedo y asco en Las Vegas, Misericordia, Todo se desmorona, Llamadas telefónicas, Cañas y barro, No es país para viejos, Boquitas pintadas, Amarillo, Cuando fui mortal, Fantasmas, El maestro y Margarita y otras y otras. Autores como: Anthony Burgess, Roald Dhal, Ignacio Aldecoa, Boris Vian, Jim Thompson, Jesús Carrasco y otros y otros. 
Pero sobre todo, gracias a Orwell forme dos grupos de escritores que se volvieron imprescindibles para mi, que se convertirían a partir de entonces en autores de cabecera. En una palabras mis favoritos: Los 12 y el grupo de Hemingway, de los cuales hablare en otras ocasiones. 

Pero, por encima de todo, lo que las dos obras principales de Orwell produjeron en mi, fue una vocación que yo jamas pensé que tendría. El amor hacia la literatura que me produjeron, también trajo un amor hacia escribir. Un amor lleno de tiranteces, altibajos e inseguridades. Pero espero que este blog vuelva a florecer en mi otra vez con la misma pasión que lo hizo las obras de Orwell. Acompañadme en este viaje extraordinario, que espero sea para todos ustedes lo más placentero posible. GAD.

 



















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