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Mostrando entradas de mayo, 2025

Los jefes/Los cachorros, Mario Vargas Llosa

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Salimos. Hasta el borde de los escalones que vinculaba el Colegio San Miguel con la plaza Marino se extendía una multitud inmóvil y anhelante. Nuestros compañeros habían invadido los pequeños jardines y la fuente; esteban silenciosos y angustiados. Extrañamente, entre la mancha clara y estática parecían blancos, diminutos rectángulos que nadie pisaba. Las cabezas parecían iguales, uniformes, como en la formación para el desfile. Atravesamos la plaza. Nadie nos interrogó; se hacían a un lado, dejándonos paso y apretaban los labios. Hasta que pisamos la avenida, se mantuvieron en su lugar. Luego, siguiendo una consigna que nadie había impartido, caminaron tras de nosotros, al paso sin compás, como para ir a clases.  El pavimento hervía, parecía espejo que el sol iba disolviendo. "¿Será verdad?", pensé. Una noche calurosa y desierta me lo habían contado, en esta misma avenida, y no lo creí. Pero los periódicos decían que el sol, en algunos apartados lugares, volvía locos a los h...

Cónclave, Robert Harris

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" —Arzobispo Wozniak  —dijo Tremblay al tiempo que los demás comenzaban a incorporarse también —, ¿sería tan amable de acercarme el anillo del Santo Padre? Lomeli se irguió, provocando el crujido de unas rodillas que habían soportado décadas de reverencias continuas. Se apretó contra la pared para que el prefecto de la Casa Pontificia pasara como pudiera. El anillo no salió con facilidad. El pobre Wozniak, que sudaba con cierto embarazo, tenía que empujarlo hacia adelante y hacia atrás en torno al nudillo. Pero al final el anillo se soltó y Wozniak procedió a llevárselo sobre la palma extendida a Tremblay, quien introdujo la mano en la caja de plata para sacar las tijeras  —del tipo que se empleaba para podar rosales, pensó Lomeli — , entre cujas hojas cayó el anillo. Apretó con decisión e hizo una mueca a causa del esfuerzo. Se oyó un chasquido seco, momento en que el disco metálico en el que aparecía san Pedro recogiendo una red de pescador se desprendió. —Sede vacante — anu...

La leyes de la frontera, Javier Cercas

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" —El Zarco le dobló la mano. —Eso parecía, eso pensé yo aquella tarde, pero no lo crea; seguro que lo que habíamos robado valía mucho más; de lo contrario el General no hubiera pagado lo que pagó. Era muy listo, y su mujer todavía más. Siempre parecían ceder, pero en realidad no cedían nunca, o por lo menos nunca salían perdiendo; bien pensado, al Zarco le pasaba lo contrario, y no solo con el General y con su mujer: aunque a veces parecía ganar, siempre acababa perdiendo. Claro que yo tardé mucho tiempo en comprender eso. Las primeras veces que lo vi, en los recreativos Vilaró, el Zarco me pareció uno de esos tipos duros, imprevisibles y violentos que dan miedo porque no tienen miedo, exactamente lo contrario de lo que yo era o de como yo me sentía entonces: yo me sentía un perdedor nato,así que él solo podía ser un ganador nato, un tipo que iba a comerse el mudo; eso es lo que yo creo que fue para mí, y quizá no solo durante aquel verano. Como le digo, tardé mucho tiempo en com...