El subastador, Joan Samson

Grady Hendrix en su magnífico ensayo sobre el terror de bolsillo rescató del olvido a una generación de autores que gozaron de gran popularidad durante los setenta y ocho, vendiendo millones de ejemplares, pero que fueron condenados a las estanterías de gasolineras y librerías de viejo injustamente. Pero no solo lo hizo al mencionarlas en su libro, si no que el mismo ha puesto en marcha una serie de reediciones de esas obras terroríficas. Pues sobre una de esos tesoros olvidados del terror vengo a hablaros, una novela angustiante, asfixiante y lo que es peor, aterradoramente actual. Sin más y con muchísimo gusto os presento: El subastador de Joan Samson. ¡¡Aviso de posibles spoilers!!
Antes de hablar de la historia es de justicia hablar de su autora. Joan Samson tuvo la suerte y la desgracia de obtener al mismo tiempo la mejor y la peor noticia de su vida. Primero vio con la alegría inmensa que deben sentir los afortunados que ven su primera obra aceptada y preparada para ser impresa para que sea leída y disfrutada por la gente. Y al mismo tiempo, en un giro cabron del destino, recibir la terrible noticia de que un cáncer terminal de cerebro va a terminar de forma prematura su vida.
Joan Samson no pudo ver el enorme éxito de su primera, y tristemente única, novela al fallecer a los treinta y ocho años, dejando marido y una hija. El mejor homenaje que le podemos hacer es leerla y disfrutar de un gran talento malogrado.
Ahora sí vayamos al turrón. Harlow en New Hampshire podría ser uno de esos tantos pueblos aislados y que pueblan los Estados Unidos. Rodeado por montañas y salpicado de pequeñas casas con sus tierras de labranza, graneros y establos, y una calle mayor con su ayuntamiento, tiendas e iglesia, se podría decir que es como esas pequeñas réplicas encapsuladas en bolas nieve, donde el paso de tiempo no traspasa su cúpula de cristal. Un pequeño reducto de paz y tranquilidad donde van aquellos que huyen del frenesí de la ciudad.
Nuestros protagonistas son la familia Moore que vive en la zona más alejada del pueblo, en una parcela afincada al lado del bosque y de un estanque. John el cabeza de familia de dedica al cuidado de sus vacas. Mim la esposa cuida del hogar y ayuda en las labores del cuidado de la parcela. Los dos viven con pequeña hija Hildie y la Yaya, la anciana e impedida abuela y madre de John, la cual mueve su vetusto cuerpo con la ayuda de dos bastones. La familia vivirá en paz y tranquilidad cuidando las tierras que han pertenecido a los Moore desde varias generaciones.
Todo dará un cambio cuando aparezca en el pueblo Perly Dunsmore, quién con un carisma inagotable, una sonrisa arrebatadora y una capacidad de persuasión casi mefistofélica, con una misión: mejorar el pueblo a base de subastas. La vecinos dan cosas que ya no usan para las subastas, reciben una parte de lo recaudado y el resto lo usa para mejoras. Una de las primeras será aumentar los auxiliares del único policía Bob Gore.
Lo que en un principio parece una simple maniobra de filantropía por parte de un foráneo con ansias de ganarse el cariño de sus nuevos vecinos, irá poco a poco convirtiéndose en una pesadilla donde el ejército de policías de Perly irán casa por casa llevándose todo lo que consideren necesario para las subastas, ya sea animales, herramientas o muebles, en un ejercicio de extorsión cruel usando formas agresivas para obligar a los vecinos a dejar sus propiedades y así Perly hacerse con el control de todo el pueblo y levantar Perly Acres una urbanización de lujo. Pero algo más oscuro empezará a pasar cuando los objetos empiecen a escasear para la subastas de Perly Dunsmore.
Los Moore sufrían en sus carnes con impotencia como Perly y sus secuaces, encabezados por el sumiso jefe de policía Gore y Mudget un vecino cruel, como van desvencijado su hogar. Esto provocará fricciones entre John, Mim y la Yaya a la hora de decidir se plantar cara al subastador y defender la tierra de sus ancestros, o dejarlo todo y marchar para salvar la vida pensando en el bienestar de la familia.
En El subastador el terror es de los que se cuecen a fuego lento, lento, pausado, como ese escalofrío que recorre el espinazo en mitad de la noche. La paranoia que carcome a John y su familia los hace estar en una tensión constante, atentos a cualquier ruido, esperando con el alma en vilo a la llegada de la camioneta de Perly y sus hombres para llevarse sus enseres. La maestría de Samson para crear una desasosiego y malestar, incluso sembrando la inquietud y la duda ante lo que está ocurriendo es sublime, por momentos no paraba de darle vueltas a las cosas que estaba leyendo, descolocado, tan solo queriendo leer más para descubrir que estaba pasando. Eso solo lo consiguen los grandes narradores.
Como bien nos mostró Jack Ketchum, pero sin llegar a su extrema crudeza, el terror más puro se produce cuando el monstruo tiene forma humana. Aquí no hay fantasmas ni extraterrestres acechando a jovencitas aterrorizadas, hay un retrato certero de la cara más voraz e inhumana del capitalismo. Perly Dunsmore es la ambición en persona, enfundada en un caro traje de color verde y un poder de persuasión que es capaz de convencer a las gentes que se deshagan de sus propiedades. Pero cuando la labia no hace el efecto deseado, pondrá en marcha tácticas mafiosas para amedrentar a los vecinos. Perly cree en el poder omnímodo del dinero y que todo el mundo tiene un precio.
Una lectura refrescante, una historia que te atrapa desde la primera línea, con su atmósfera de paranoia y con el mejor y más terrorífico monstruo de la literatura de terror: el ser humano. Una pena que el maldito cáncer truncara la vida y la carrera de una mujer con un potencial enorme.
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