El silencio de los corderos, Thomas Harris

"Hay días en que uno se despierta cambiado. Ése era uno de tales para Starling; era plenamente consciente de ello. Lo que había visto el día anterior en la funeraria de Potter había provocado en ella una pequeña falla tectónica.
Starling había estudiado psicología y criminología en una prestigiosa facultad. A lo largo de su vida había visto algunas de las monstruosas y espontáneas maneras con que el mundo provoca destrozos y siembra la destrucción. Pero entonces todavía no sabía y ahora, en cambio, había adquirido una sólida certeza; a veces el género humano produce, tras una cara de hombre, una mente cuyo placer es dedicarse a lo que yacía en la mesa de loza de Potter, Virginia occidental, en aquella habitación forrada con aquel papel de rosas rojas. La primera percepción que Starling tuvo de esa mente fue peor que todo lo que había visto en las autopsias. Y dicho conocimiento permanecería adherido a su piel para siempre, y supo que tendría que endurecerse porque, de lo contrario, la iría carcomiendo hasta destruirla". 
El silencio de los corderos.





Hacia bastante tiempo que no volvía a entrar en la oscura y maravillosa mente del escritor Thomas Harris. El Dragón Rojo, la primera novela donde surgió desde las mismas fauces del infierno uno de los monstruos sanguinarios más fascinantes de la cultura popular. El educado, culto, sofisticado y caníbal (algún defecto tenía que tener) doctor Hannibal Lecter hizo su primera aparición en esa novela, donde el investigador William Graham se valía de sus conocimientos como psiquiatra para atrapar a aún asesino, pero allí apenas era una presencia malsana, una sombra ominosa que manejaba los hilos desde el psiquiátrico donde está recluido. 

Un buen personaje no podía quedar relegado a un secundario, por lo que en su segunda novela, Harris decidió darle un mayor peso en la trama, donde pudimos ver en acción la capacidad de manipulación del doctor caníbal. Una novela que mezcla soberbiamente el mejor thriller policial con el terror psicológico, cuya adaptación dirigida por Jonathan Demme y protagonizada por una soberbia Jodie Foster y un inmenso Sir Anthony Hopkins como Lecter, es una de las mejores películas de todos los tiempos. Con mucho gusto os presento: El silencio de los corderos de Thomas Harris. ¡¡Aviso de posibles spoilers!!

Clarice Starling tiene un futuro prometedor. Es una de las mejores estudiantes que se preparan concienzudamente para ser agentes del FBI. Un día recibe la llamada de uno de los jefazos, Jack Crawford, para que vaya a entrevistar al psiquiatra y criminal caníbal doctor Hannibal Lecter. El motivo de la vista es que Lecter de alguna pista haciendo un perfil psicológico de un peligro asesino en serie conocido por el nombre de Buffalo Bill. Este homicida está secuestrando a mujeres jóvenes y tras retenerlas varios días arroja los cadáveres en ríos. Pero lo más inquietante es que les arranca trozos de piel. Starling intentará sonsacar alguna información al doctor Lecter, pero lo que no sospechará es como la magnética personalidad del doctor irá envolviéndola en su telaraña, como la voraz araña atrapa a la despistada mosca.

Al igual que en la anterior novela, la historia pivota entre tres protagonistas: Starling, la protagonista, Buffalo Bill, el asesino y Lecter el monstruo.

Clarice Starling es una grandísima protagonista. Harris nos introduce la novedad de que en quién recae la tarea de resolver el caso y atrapar al malo es una chica bastante joven y atractiva, una muchacha de provincias que ha sudado la gota gorda para ser una de las mejores estudiantes que se preparan para cazar y analizar asesinos peligrosos bajo las siglas del FBI. A lo largo de la novela tendrá que soportar miradas de desconfianza y altanería sobre ella, pues es una mujer nadando a contracorriente en un mar revuelto de hombres, donde aquellos que la miran como una pobre chica, de buen ver, y cuyo mejor lugar sería estar en una oficina en vez de jugar a los detectives. Clarice luchará con todas sus fuerzas para demostrar su valía y superar los traumas que la corroen por dentro.

Buffalo Bill alias puesto por la policia al asesino que esta segando la vida de mujeres, es otra de las grandes creaciones de Harris. Si Francis Dolarhyde era aterrador, Jame Gumb, nombre real del asesino, es inquietante. Obsesionado con obtener un cambio de sexo y transformar su cuerpo masculino en otra bello y femenino como el de su difunta madre. Y como lo han rechazado para hacerse un tratamiento de cambio de sexo, tendrá que buscar otra alternativa, y eso pasa por secuestrar a varias mujeres, a ser posible de carnes generosas, de las cuales les arrancará la piel y se estará confeccionado un traje de mujer de piel humana. La última víctima en caer en sus garras es Catherine Baker Martin, hija de una senadora, la cual mantiene viva hasta que llegue el momento para recolectar los materiales para su gran obra maestra. Lo que hace más despreciable a Gumb es que el no ve a las mujeres que secuestra y mata como seres humanos, sino como meros animales a los que sacrificar para obtener lo que necesita para cumplir sus sueños. La largo sombra del infame Ed Gein es alargada.

Pero la gran estrella de la novela, una estrella negra y maligna que absorbe toda luz a su alrededor dejando un rastro de oscuridad a su alrededor. En El Dragón Rojo la presencia del doctor Hannibal Lecter era más bien anecdótica, saliendo en unos pocos capítulos pero dejando su impronta insana, manipulando los sucesos estando encerrados en su celda. Pero es aquí donde por fin podemos contemplar la maldad que envuelve al doctor Lecter en todo su esplendor. Al igual que Clarice nos dejamos cautivar por la magnética presencia de ese caballero de modales excelsos, voz tranquila (imposible no escuchar la maravillosa voz de Claudio Rodríguez, actor de doblaje de Hopkins en castellano), mente brillante y mirada penetrante, fría como un témpano de hielo, capaz de observar hasta el alma. Lecter es la serpiente que hipnotiza al ratón antes de engullirlo, disfrutando cada segundo en un juego macabro. 

Harris nos demuestra que los verdaderos monstruos no son aquellos que causan pavor a quienes contemplan sus horribles rostros demacrados. No, los monstruos pueden ser un eminentemente psiquiatra forense de intelecto prodigioso, educado y con un paladar exquisito para los mejores platos gourmets y los caldos más refinados. El doctor Lecter, a pesar de lo atrayente y carismático que resulta, es un hombre peligroso, un asesino sin escrúpulos, un caníbal desprovisto de toda humanidad, con una capacidad de manipulación tal, sus es capaz de hacer comerse su propia lengua a un preso vecino por hacerle una grosería a Clarice, solamente con su propia voz. Aquí vemos la verdadera monstruosidad del doctor, como su mente máquina de manera fría y calculadora, lo vemos manipular a Clarice, atrayéndola hacia sí, haciéndola confesar su gran trauma con los chillidos de los corderos, lo vemos jugar con la investigación, diciendo nombres falsos y consiguiendo que lo trasladen fuera de los muros del manicomio donde se consume, lo vemos dando rienda suelta a sus instintos más sanguinarios, una bestia que muerde y arranca la cara para huir. Nunca un hombre de carne y hueso provocó tanto miedo

Otros personajes clave son el jefe del FBI Jack Crawford, viejo enemigo de Lecter, quién siente que la única manera de atrapar a Buffalo Bill es sonsacando al psiquiatra caníbal. Y otro sería el insoportable doctor Frederick Chilton, director del psiquiátrico donde está recluido Lecter. Un mediocre intelectual con un ego más grande que su incompetencia. 

El silencio de los corderos es un pródigo del thriller policial psicológico. Thomas Harris despliega una trans endemoniada llena de giros y sobresaltos. Se nota que el personaje de Lecter gustó en la primera novela por el mayor protagonismo que tiene en esta segunda parte, de los cuales los pasajes donde conversa con Clarice son brillantes. La trama es tan solvente que consigue mantener la tensión en una nota tan alta que eriza la piel, pues introduce el elemento del terror con maestría, creando un híbrido entre lo policíaco y lo terrorífico exquisito. 

Solo queda decir que tras la lectura solo queda disfrutar de la magnífica adaptación dirigida Jonathan Demme. Ya tengo ganas de la siguiente novela. Bon appétit!



Thomas Harris (1940-)

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