Sidi, Arturo Pérez-Reverte

"Se volvió Ruy Díaz hacia los demás. Junto a todos ellos había cabalgado antes y los conocía de sobra. Hasta por su forma de moverse era capaz de adivinarles el estado de ánimo. Y ahora veía en sus rostros curtidos lo que esperaba encontrar: disciplinados, serenos, con indiferencia de mesnaderos profesionales, aguardaban órdenes que podían llevarles al cautiverio o la muerte. Eran gente que sabía hacer bien su trabajo". Sidi, un relato de frontera.

Rodrigo o Ruy Díaz de Vivar, el Cid Campeador, es uno de los personajes más fascinantes de la historia española. Una vida guerrera, envuelta en mitos, lo han convertido en un autentico personaje de leyenda. Un ser de tal calibre, es fuente de inspiración para las artes, principalmente la literatura. El Cantar de Mío Cid, el primer cantar de gesta en castellano conservado en su totalidad, Las mocedades del Cid de Guillermo de Castro, una de las obras cumbres del teatro del Siglo de Oro y Le Cid, la gran tragedia del teatro francés, compuesto por Pierre Corneille. Incluso el cine se ha rendido a su figura, con ese ejemplo de épica cinematográfica que es El Cid, dirigida en 1961 por Anthony Mann, con Charlton Heston como el señor de Valencia y Sophia Loren como su esposa Doña Jimena.

 Muchas obras con el correr de los tiempos, han engrandado aún más la figura del Cid, incluso ha sido utilizado por algunos como un ejemplo de caballero español, insigne símbolo de la cristiandad castellana, brazo campeón contra las huestes moras en la Reconquista. Pero como siempre la realidad, es mucho más compleja de lo que las artes nos representan. Y en un acercamiento de como fue el Campeador, sin pretender ser una novela histórica, se nos presenta la novela del grandísimo escritor Arturo Pérez-Reverte, donde se nos mezclan hechos históricos con invenciones del autor, pues como él mismo dice en una breve nota en la primera pagina: con la libertad del novelista, combino historia, leyenda e imaginación. Hay muchos Ruy Díaz en la tradición española, éste es el mío. Es para mi un placer presentarles a vuesas mercedes: Sidi, un relato de frontera de Arturo Pérez-Reverte. Aviso de spoilers

Ruy Díaz, antiguo vasallo del rey Alfonso VI de Castilla, sufre el destierro y debe irse en busca de su fortuna. A su lado le acompañan una mesnada, una pequeña hueste de hombres armados, fieles y aguerridos. Vendiendo su espada al mejor postor, Ruy Díaz y sus hombres buscaran el lugar perfecto para ello, sea tanto cristiano o musulmán. 

Pérez-Reverte nos presenta a un Cid o Sidi según su origen árabe, como un hombre que debe buscar el jornal para si y los suyos. Y nos hace participes de las aventuras de la mesnada de primera mano. Hay momentos de la novela que podemos llegar a vernos como uno más de la hueste. Sentimos las agotadoras cabalgaduras por las fronteras de las taifas moras y los reinos cristianos, ataviados con las pesadas armaduras y sol abrasando en las alturas; las largas noches al raso, con las hogueras alumbrando en la noche; esas horribles esperas entre batallas, donde la tensión se palpa en al ambiente, un sudor frío se filtra entre la cota de malla y los músculos se agarrotan. El olor de los caballos, el rocío de la mañana y el frío del acero antes de la batalla, se sienten de una forma veraz,  tal es la maestría de Pérez-Reverte que nos trasporta a aquella península ibérica del siglo XI.

El tempo narrativo es simplemente delicioso. Arturo Pérez-Reverte es un maestro del tempo narrativo, sabe manejar magistralmente los tiempos. Cuando la mesnada se prepara para una batalla, el tiempo se torna lento y tranquilo, pero tenso y alerta; cuando se desata dicha batalla, todo es vertiginoso, caótico, onomatopeyas acompañan los ruidos de la muerte. Momentos de reflexión en la que nos metemos en la mente de Sidi Qambitur, en la que sentimos junto a él sus recuerdos, sus miedos y sus anhelos. Las cabalgaduras donde el tempo se acompasa al trotar de los caballos, mientras Ruy Díaz conversa con sus hombres. En ocasiones, no somos testigos de las batallas, si no que pasada la refriega, el narrador nos va desvelando, junto a Ruy Díaz, los acontecimientos que ha ocurrido. En ocasiones tenia la sensación de que estaba viendo una película, todo era tan vivido que maravillosas imágenes se formaban en mi mente. Espero que algún buen guionista y un buen director sepan hacer de esta maravillosa novela una maravillosa película. 

El otro punto que hace un deleite la lectura de la novela son los personajes. Grandes personajes han salido de la pluma del autor cartagenero, él cual es un gran conocedor de la psique humana. Arquetipos de hombres fuertes, pero cuyo interior esta repleto de matices. Y en esta novela no iba a ser menos. Si el protagonista ya de por si mueve la narrativa, los personajes que le acompañan la enriquecen sobremanera. Alvar Fáñez Minaya, Diego Ordoñez, los dos Alvaros, Martin Antolinez, Yenego Télez, Pedro Bermúdez, fray Millán, Felez Gormaz, Galin Barbués son los hombres principales de la mesnada de Ruy Díaz, sus hombres de confianza, su círculo más cercano, aquellos que comparten las mieles de la victoria y las hieles de la derrota.

 Minaya, el segundo al mando, la mano derecha de Ruy Díaz, honorable, afable, el eterno compañero y leal confidente de Sidi, los dos con una sola mirada se entienden si necesidad de palabra. Diego Ordoñez, sucio, brutal y taimado, la mano izquierda de Sidi, siempre dispuesto a la lucha y amante de la sangre, a pesar de su brusquedad disfruta de una enorme confianza por parte de su señor. Los Álvaros, Álvaro Ansúrez y Álvaro Salvadórez, los oteadores, los que se adelantan a la hueste para comprobar las fuerzas del enemigo, tan distintos pero siempre juntos que incluso se diría que son gemelos. Y Pedro Bemúdez, el alférez sobrino de Ruy Díaz, miope y tartamudo pero aguerrido y noble portando con orgullo el estandarte y Félez Gormaz con el cuerno de órdenes dispuesto a trasmitirlas a la hueste. Una mención especial para fray Millán, un joven fraile bermejo que se une a la mesnada después de que ayudarán a su convento. No solo les servirá de alivio espiritual si no que, con sus conocimientos de cartografía, hará las veces de cartógrafo y amanuense.  

Otro personaje clave, que comparte con Minaya la lealtad y el compañerismo es Yakub al-Jatib, el hombre de confianza del rey de Zaragoza. Yakub al-Jatib, un fiero guerrero y gran jinete, va poco a poco forjando una bonita amistad con Sidi, al superar las barreras culturales que les separan. El rais al-Jatib es una especie de contraparte de Ruy Díaz, pues es un fiel servidor de sus señor, un buen líder amado y admirado por su ejercito y con una gran amplitud de miras por ver en su homologo cristiano, no solo un compañero de guerra, si no un ser humano igual a él. La amistad entre los dos líderes es una de las grandes virtudes de la novela, pues Pérez-Reverte nos enseña, si necesidad de moralismo infantiles, que, recemos al dios que recemos o hablemos el idioma que hablemos, si tenemos la buena voluntad de acercarnos al otro podemos llegar a forjar grandes amistades y que la lealtad y la camaradería, temas tan importantes en las obras revertianas, no entienden de credos o nacionalidades.

Al ser una novela que bebe de la historia, algunos personajes de la historia española aparecen, dando un contexto y enriqueciendo el relato. Aquella Hispania del siglo XI, dividida en numerosos reinos, por un  lado los reinos cristianos y por otro los reinos de taifas, producto de la caída del califato Omeya de Cordoba, son el marco por donde se mueven Sidi y su mesnada. Como son guerreros a sueldo que buscan el mejor pagador para su espada recurrirán a los señores de los reinos. Y así surgen personajes como Berenguer Remont II, conde de Barcelona y Yusuf Benhud al-Mutamán, rey de la taifa de Zaragoza. También se narra en la novela a modo de recuerdos la relación con los reyes de Castilla, el fallecido Sancho II, muerto en Zamora por el traidor Bellido Dolfos y su buena relación con Ruy Díaz y Alfonso VI y su relación tirante pero leal y la causa del destierro del Cid. 

Y por último y no menos importante, el protagonista de la novela, Ruy Díaz de Vivar, Sidi Qambitur. Pérez-Reverte nos presenta a un Cid libre de todo maniqueísmo. No es un héroe de leyenda, dotado de todas las virtudes habidas y por haber, no, es un guerrero que lucha por el bien de los suyos. Es un hombre que intenta sobrevivir, echo en la batalla, forjado por las cuchilladas y los flechazos. Es noble, reflexivo y bravo, pero también es dueño de grandes dudas y miedos por si sus decisiones como líder puedan perjudicar a sus hombres. Siempre tiene en el recuerdo la imagen de su esposa doña Jimena y la de sus hijas, que le esperan al regreso del destierro. En definitiva, es humano, que sufre, sueña, sangra y anhela. Una cosa muy interesante que hace Pérez-Reverte es como cuenta el modo que tuvo el Cid de obtener dos de los símbolos más conocidos del caballero, su caballo Babieca y su espada Tizona.

En definitiva estamos ante una de las mejores novelas del académico murciano, (al menos para mí), donde una vez más ha demostrado que es uno de los mejores novelitas de panorama actual. Es un autor con aroma clásico, heredero de los narradores de aventuras del siglo XIX, como Dumas padre o Hope. Hacedor de grandes experiencias y eternos personajes. Es uno de mis escritores favoritos, (uno de los doce), el cual me encandilo desde la primera novela que leí suya, nada más y nada menos que la primera novela de la saga Alatriste. El recuerdo de su lectura esta aún vivo en mi memoria, esas calles del Madrid de los Austrias, ataviados con nuestro gabán y el sombrero de ala ancha, con la espada al cinto. Fue un flechazo, al cual le siguieron las lecturas de Limpieza de sangre, la segunda historia de Alatriste, La carta esférica, una esplendida aventura marítima en la búsqueda de un barco del siglo XVIII, La sombra del águila, un divertido relato de un grupo de españoles forzados a luchar a las ordenes de Napoleón, Un día de cólera, un grandísimo homenaje a los hombres y mujeres que se levantaron el 2 de Mayo y uno de mis libros favoritos y El pintor de batallas, una cruda crónica sobre la culpa y la venganza bajo el fondo de las guerras yugoslavas. Novela a novela ha ido creciendo mi admiración. Y esta ultima lectura no hace más que acrecentar mi amor por sus novelas. Lectura más que recomendada.    

                                                                                                       
 Arturo Pérez-Reverte (1951)                                                                                                         

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