El castillo blanco, Orhan Pamuk

"Y así iba intuyendo lentamente que debía empezar de nuevo con aquello que llamaba ciencia, ahora para entender lo que esa gente tenía en la cabeza. Yo también estaba deseando que nos pusiéramos a trabajar en aquella ciencia porque la idea me traía a la memoria aquellos buenos días en que nos sentábamos a la mesa, tan parecidos aunque nos odiábamos tanto, pero tras los primeros intentos nos dimos cuenta de que nada era como antes". El castillo blanco

Nunca habéis contemplado vuestro reflejo frente a un espejo y os ha surgido esta pregunta: ¿habrá en algún lugar del mundo, alguien con el mismo parecido al mío? Mismo rostro, mismo cuerpo, en fin un gemelo perdido. Pues esta pregunta le es contestada de forma literal al protagonista de esta novela a reseñar escrita por el Premio Nobel turco Orhan Pamuk. Aviso de spoilers, se recomienda discreción en la lectura, gracias.

Estambul, la otrora gran capital del Imperio Otomano, llamada en otros tiempos Bizancio o Constantinopla, sirve de escenario para esta historia donde se da cuenta de la eterna pugna entre Oriente y Occidente, de la importancia de el amasar conocimientos y sobre todo la eterna respuesta de la identidad. La historia, narrada por un narrador anónimo en unas memorias escritas, arranca cuando en un viaje en barco desde su Venecia natal hasta Nápoles, es abordado por piratas y vendido como esclavo en Estambul. Allí es vendido a un sabio científico, al cual solo conocemos como el Maestro, el cual al principio tratará con desprecio, pasando por una curiosidad que acabará terminando en una relación de amor-odio entre amo y esclavo. Pero lo más sorprendente es que el narrador descubre asombrado que su nuevo amo comparte con él un sorprendente parecido físico. El narrador es el único que parece darse cuenta de esta curiosa casualidad, pues ni el Maestro ni los demás personajes que los conocen no se percatan de ello. Esto es a grosso modo la historia, aparentemente sencilla, pero la cual encierra una esplendida exploración entre las distintas formas de ver la ciencia desde dos perspectivas en principio antagónicas y que aunque nuestras diferencias parezcas tan alejadas como los continentes, son nuestras semejanzas mucho más cercanas de lo que creemos.

El conocimiento, ese gran dicho que dice el saber no ocupa lugar, es la piedra angular por la cual orbita la relación entre amo y esclavo. En el siglo XVII la ciencia estaba en uno de sus momentos de mayor esplendor. Nombres como Galileo o Copérnico revolucionaron la forma de ver el universo, removieron los cimientos del pensamiento dominante, al decir que el universo giraba alrededor del Sol y no como se pensaba, que giraba entorno a la tierra. Y la invención del telescopio expandió nuestra mirada hacia la esfera celeste y contemplar el universo en toda su magnificencia. Pues en ese afán de conocimientos basan su relación los dos personajes centrales. El Maestro, hombre orgulloso, desconfiado y de carácter infantil, ve en su esclavo, rebosante de conocimiento, un trampolín que le hará catapultarse en el circulo social y llegar a ser Gran Astrologo al servicio del sultán. El narrador, consciente de que su saber puede ser una moneda de cambio que le puede canjear beneficios en su estado de esclavitud, irá dando, poco a poco, las informaciones que su amo le pide. Y es aquí donde se muestran las diferencias que había en aquel siglo entre los conocimientos científicos en Oriente y Occidente. Modernidad y tradición se muestran en las personalidades de los protagonistas, donde el narrador intenta convencer de que el mejor uso para la ciencia es intentar descubrir que hay más allá de lo que ya conocemos y un constante progreso para mejorar, frente a la actitud ambiciosa del Maestro que intenta usar la ciencia como un arma de guerra para expandir las intenciones bélicas del Imperio Otomano.

Otro personaje importante de la historia es el joven sultán al cual pretende el Maestro encandilar para sus ambiciones personales. El sultán, del cual tampoco conocemos su nombre, confía en las grandes facultades del Maestro para la interpretación de sueños. Los anhelos, miedos y preocupaciones se tornan en imagines vividas y extrañas las cuales, el Maestro descifra para saciar la curiosidad del sultán. Con los conocimientos que obtiene de su esclavo, el Maestro instruye al sultán. Una gran pasión que tiene el joven gobernante, es un cariño entrañable con los animales. Son de gran belleza los pasajes donde el sultán y el Maestro pasean por el santuario lleno de animales. 

Los dos personajes están destinados a entenderse. Amo y esclavo, tan parecidos físicamente como distintos en intelecto, deberán soportarse mutuamente para poder tener una convivencia agradable. Los dos se complementan, uno tiene conocimiento y el otro tiene protección. En un principio el Maestro no siente ningún respeto por su esclavo, pero conforme pasa el tiempo, la curiosidad va haciendo mella en él, queriendo saberlo todo lo concerniente al pasado y la tierra de su esclavo. Y este siente, al principio una especie de envidia al ver que su maestro alcanza prestigio gracias a las cosas que le va contando, para al final sentir una alegría y compartir los los logros de su amo. Como les ocurría a Don Quijote y Sancho, tanto tiempo juntos acaban adquiriendo características el uno del otro. Como dice el dicho popular, todo se pega menos la hermosura y esto les acaba ocurriendo a los dos protagonistas, pues el amo empieza a envidar la antigua vida de su esclavo y esta desarrolla una ambición nunca antes sentida, por los logros palaciegos que obtiene su maestro, gracias en parte a sus conocimientos científicos.  

Como dije en la anterior reseña, me encantan la novelas que transcurren en una ciudad conocida, aunque sea en tiempos pasados. Estambul, la majestuosa ciudad anclada entre Europa y Asia, lugar donde se encuentran múltiples culturas, es testigo silenciosa de las idas y venidas de esta curiosa pareja. Se respira un aire exótico por cada rincón de la capital otomana. Hay un gran contraste entre la zona donde vive el Maestro, una zona pobre y decadente y la zona del palacio del sultán, llena de esplendor, lujo y majestuosidad. 

En fin y a modo de conclusión diré que esta pequeña novela, de apenas ciento setenta y dos páginas, es una de las mejores lecturas de las que llevo este año. La exploración de la identidad, el sabor añejo del recuerdo de nuestras raíces, poder contemplar los distintos puntos de vista de algo tan extraordinario como la ciencia y sobre todo como, con el simple acto de una conversación, podemos destruir los muros que nos separan y darnos cuenta de que no somos tan distintos. Orhan Pamuk a escrito una deliciosa novelita, que mezcla tan inteligentemente el relato de aventuras, incluso se podría decir que parece un relato del siglo XVII, con una ingeniosa reflexión tan actual, como antigua. Una buena forma de entrar a la narrativa de un maravilloso escritor, del que estoy seguro, acabará encantándome. Muy recomendable. Y quién sabe si esto lo leerá algún gemelo mío perdido por el mundo.




                                                                    Orhan Pamuk (1952-)                                                                                              

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