Enero sangriento, Alan Parks

"McCoy caminó hasta la fogata y saludo con la cabeza. Los que estaban allí no le prestaron demasiada atención; lo habían visto con Eamonn y eso era suficiente. Se sentó en un sofá grande, reventado, junto a una chica que lucía un embarazo muy avanzado y que cogía de la mano a un chico cuyo rostro era, todo él, una roja marca de nacimiento. McCoy tendió su paquete de cigarrillos, todos se hicieron con uno; algunos dieron las gracias. Siempre era el modo más fácil de hacer amigos. Una vieja con la cabeza afeitada, y una cicatriz que cruzaba su coronilla de un lado a otro, le pasó una botella; tenía las largas uñas manchadas de tabaco. McCoy agarró la botella y le dió un trago antes de pararse a pensar. El contenido le golpeó dentro como si se tratase de una piedra, maldijo entre dientes; parecía ácido de batería. La mujer calva le sonrió. No tenía dientes". Enero sangriento.


Me encanta los géneros más "populares", entre muchas comillas, de la novela. Esos que siempre se diferencia en la librerías en estantes distintos. Me encanta la ciencia ficción, las aventuras, la histórica, el terror y la policíaca. Cada uno de estos géneros, que mucha gente tilda como menores dentro de la literatura, tienen entre sus filas a autores que han alcanzado cotas de pura excelencia literatura. Nombres que han sido cincelados en la noble piedra de los inmortales literarios.

Podría desgranar uno a uno estos géneros, pero será en otro momento. Hoy quiero hablar de una novela que me ha sorprendido, una auténtica delicia. Un ejemplo de novela negra, dura, fría y envolvente. Damas y caballeros estos es Enero sangriento de Alan Parks.

Breve sinopsis: 1973, ciudad de Glasgow, Escocia. Un chaval dispara a una chica y a continuación se suicida. Lo que parece un caso simple, acabará arrastrando al detective Harry McCoy en un enmarañado juego de perversión y degradación, hasta lo más profundo de las malas calles de Glasgow y las falsas apariencias de los poderosos.

Estamos ante un ejemplo perfecto de lo mejor del género negro. Un detective cínico y malhumorado, un compañero joven e impetuoso, un jefe gruñón e irascible y un caso que como las tormentas, va de menos a más. Escenas violentas, que rozan lo gore, salpicadas de sangre. Un escenario reconocible como es la propia ciudad de Glasgow, con sus contrastes entre las zonas ricas, con los lujos a flor de piel y las zonas pobres, llenas de oscuros callejones y sucios pubs de mala muerte. Todo ello envuelto en una atmósfera turbia y tensa, casi irrespirable.

Harry McCoy el protagonista, es un personaje en sí mismo. Detective de la policía escocesa que cumple con todos los clichés del detective literario. Indisciplinado, cínico, sarcástico. Desaliñado y con una boca que atrae los puñetazos. Una personalidad atormentada que oculta recuerdos traumáticos levantando un dique de contención a base de degradación alcohólica. Pero todo esto no le impide ser un buen policía, que es capaz de llegar hasta el mismo infierno con tal de alcanzar la solución al caso. La clave de una buena novela policiaca es tener un personaje principal que resulte atractivo, y McCoy lo es, desde el minuto te gana, te hace cómplice silencioso de sus pensamientos y llegas a empatizar con él.

Los demás personajes tampoco se quedan atrás. Wattie, el joven policía que le asignan como ayudante es su contraparte. Ambicioso, impertinente y resolutivo, irá forjando una estrecha colaboración entre los dos a base de tiranteces. Murray el jefe de McCoy, un personaje que tiene que lidiar con los constantes problemas en los que se mete su subordinado, le desarrolla una personalidad irascible. Sabe que McCoy es un gran policía pero le pierden sus formas. 

Pero el mejor personaje después de McCoy es su antiguo amigo de la infancia Stevie Cooper. Compañero de correrías de orfanato, los dos afianzaron su amistad a base de sobrevivir es un mundo hostil, cubriéndose las espaldas. La vida bifurcó sus caminos: uno en la policía y el otro acabando como un proxeneta y traficante de baja estofa. Es mordaz, violento y con una constante debilidad por la autodestrucción. Sus apariciones traerán de vuelta los viejos demonios de McCoy, creando una relación de dependencia entre los dos.

La ciudad de Glasgow se erige como tercer personaje de excepción. Como la Barcelona de Carvalho, la Habana de Conde o la Atenas de Jaritos, la metrópoli escocesa se vuelve real y tangible conforme avanzamos en la historia. Cómo dice Platón en el epígrafe: todas las ciudades se dividen en dos, pobres y ricos y están es constante guerra. El camino por el que se mueve el protagonista resulta inquietante, con un sentimiento de tensión que se palpa en el aire. Por cada uno de los rincones de la ciudad, ya sea en las zonas pudientes como en las más pobres se mueve un aire enrarecido, corrupto, que emponzoña a quien se adentre. Parks retrata con precisión la geografía de su ciudad durante los años setenta, haciéndola un ente vivo, con sus luces y sus sombras. 

Esta ha sido una lectura deliciosa. Un ejemplo puro y perfecto de una novela negra con mayúsculas. Una intriga bien ensamblada, que se mueve en un constante crecescendo de vértigo. Con momento de pausa en la que la reflexión toma la palabra, dándonos un respiro. Escenas de extrema crudeza, que nos dejan con la boca abierta. Alan Parks y su detective Henry McCoy se han convertido en dos seres muy queridos y me han suscitado ganas de más lecturas. De seguro las siguientes aventuras de su personaje serán igual de maravillosas. Lectura recomendada sin lugar a dudas. 

Alan Parks (1963-)

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