París era una fiesta, Ernest Hemingway

"Cuando llegaba la primavera, incluso si era una primavera falsa, la única cuestión era encontrar el lugar donde ser más feliz. Si estábamos solos, ningún día podía estropeársenos, y bastaba esquivar toda cita para que cada día se abriera sin límites. Sólo la gente ponía límites a la felicidad, salvo las poquísimas personas que eran tan buenas como la misma primavera". París era una fiesta.


Cuando uno lee a un autor que le entusiasma es un momento único. Si ya por sí misma la lectura es un placer, leer a un escritor estimado es un absoluto deleite. En mi caso particular tengo en un altar a doce autores predilectos, muy dispares y alejados en el tiempo, de los cuales ya hablaré. Pero aparte de estos doce, que son inamovibles, hay otro subgrupo, el cual no está sujeto a restricciones numéricas, si no que se pueden añadir miembros indefinidamente. Pues este grupo tiene el nombre del autor a reseñar: El círculo de Hemingway. Ya hablaré de este grupo en otra ocasión.

Pues como decía, para mi leer a Ernest Hemingway es simplemente maravilloso. Es cómo volver a casa, sentirse en un lugar conocido y reconfortante. Para mi Hemingway es algo más que un autor al que leer y disfrutar de sus obras. Es un reflejo, es un ejemplo a seguir. Toda su vida vivió, respiró y transpiró literatura. Hizo de su vida una novela, viviendo con intensidad cada momento como si del último se tratase. Ya fuera ver una corrida de toros en San Fermín o cazando al pie del Kilimanjaro o tomando un mojito en Cayo Hueso. Todo él era intenso, amo hasta tal grado que sublimó el acto de amar. Y siempre encontraba tiempo para escribir, ya fuera de pie con un lápiz en la mano o tecleando poderosamente sobre la máquina de escribir. Tal fue su modo de entender la vida que solo fue capaz de darle un final adecuado a como era él. Volandosé la tapa de los sesos. 

Mi relación con Hemingway empezó cuando leí su novela ambientada en la Guerra Civil Por quién doblan las campanas, una novela apasionante, cuyo recuerdo de una escena de amor entre los protagonistas aún me estremece. Le siguieron sus cuentos completos, el cuál es una lección magistral de como se escribe la narrativa breve. Y por último leí El jardín del Edén, una lectura veraniega de la historia de amor de una pareja muy particular y también un manual de la técnica de escritura del autor. 

Pues precisamente de su vida trata el libro a reseñar. Un Hemingway nostálgico mira hacia atrás y compone de manera magistral su estancia en París. Cómo aquel corresponsal, veterano de la Primera Guerra Mundial llega a la ciudad de las luces con el pecho lleno de sueños de ser escritor. Porque París era una fiesta es una reflexión sobre el acto de escribir.

Publicado tres años después de su suicidio, el libro fue escrito en sus últimos años. El otrará gran aventurero, convertido en un anciano prematuro, con todo el cuerpo lleno de cicatrices y la mente nublada por la incipiente tristeza, rememora los viejos tiempos de juventud. Llegado a la capital francesa a principios de los 20, junto a su primera esposa, alterna su trabajo de periodista con la escritura de sus primeros cuentos, con paseos por París y largas estancias en los cafés.

La obra derrocha nostalgia. Hemingway mira hacia atrás, hace un viaje dónde moran los viejos recuerdos, que como dijo el poeta "cualquier tiempo pasado fue mejor". Estamos ante un Hemingway totalmente personal, lejos de la épica sombra que siempre le acompañó, nos muestra a un hombre que sueña con alcanzar la excelencia a través de su escritura. Un hombre que vive la vida con todas sus fuerzas. Por eso resulta triste su lectura, porque el hombre que la escribe está derrotado, hastiado, cansado. No es aquel joven, apuesto, vigoroso, que se bebe la vida a grandes sorbos.

La escritura es el motor de la vida de Ernest Hemingway. Durante los años de París fue formando su forma tan única de escribir. Frases cortas, la utilización de la "y" en detrimento de la coma. Ya empezó a desarrollar su "teoría del iceberg", con la cual escribirá todos sus cuentos.  También se nombra como empezó la redacción la que sería su primera novela, Fiesta. A pasar de la pobreza que pasó y como el hambre le atenazaba, supo siempre encontrar momentos para forjarse su legado literario, palabra a palabra y frase a frase y párrafo a párrafo. 

París no es sólo un escenario. Es protagonista por derecho propio. Hemingway nos muestra la capital parisina, con toda su luz y esplendor. Hogar de los expatriados que buscan la inspiración y el comienzo de una nueva vida. El París de los "felices años veinte", fue la capital mundial de la literatura. Grandes autores, en su mayoría estadounidenses, arribaron allí y dieron forma a sus carreras literarias. James Joyce, Ezra Pound, Ford Madox Ford o Francis Scott Fitzgerald, orbitan por la gran matriarca Gertrude Stein. Pero no solo escritores, si no pintores como Pablo Picasso o Juan Gris. Otro lugar emblemático será la librería Shakespeare and company, de Sylvia Beach, lugar donde el empobrecido Hemingway saciará su apetito de lectura.

Uno de los momentos más delirantes son los capítulos que hablan sobre Scott Fitzgerald. Los dos tótems de las letras se conocieron en París y desde el primer momento surgió entre ellos una relación de amor-odio. Scott Fitzgerald acaba de publicar una de sus obras cumbre El gran Gatsby (una de las mejores lecturas que he tenido) y eso hizo que Hemingway se decidiera a escribir su primera novela. Los momentos que viven los dos son divertidísimos, con un viaje en coche entre los dos autores, pero a la vez tristes, pues se nos muestra ya el problema de alcoholismo que tenía Scott Fitzgerald y los primeros síntomas de locura de su esposa Zelda. Esta no produce buenas sensaciones para Hemingway. 

Podría pasarme hora y horas y horas escribiendo sobre Ernest Hemingway. Pero debo frenar mi devoción por él e ir terminando. París era una fiesta es la obra más personal del autor, dónde se abre en canal. Con una mezcla entre nostalgia melancólica y entusiasmo por la vivencia del recuerdo, nos muestra como se contempla la vida cuando se está en plenitud de ella, con toda las ganas que mueven cada paso que se da. Otro libro más que sigue aumentando mi amor y devoción por Ernest Hemingway, que no defrauda, ya sea con una novela larga, un cuento, un artículo o un libro de memorias. ¡Que viva Papá Hemingway!

Ernest Hemingway (1899-1961)


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