La casa del ahorcado, Juan Soto Ivars
¿Qué es un tabú? Según la RAE: "Prohibición de tocar, mencionar o hacer algo por motivos religiosos, supersticiosos o sociales y cosa sobre la recae un tabú". Cuando el explorador inglés James Cook arribo en las costas de lo que hoy es Hawaii, descubrió que en aquellas tribus de salvajes semidesnudos, abandonados de la luz del buen Dios, tenían unas reglas para según que cosas, todas cimentadas por una palabra Kapu, tabú. No se podía acceder a ciertos lugares y las mujeres tenían prohibido salir de casa en presencia de los ingleses. Pero como pasa en todas las culturas, si hay un tabú, hay la posibilidad de transgredir.
Esta palabra se quedó en el lenguaje colectivo para identificar a aquellas "reglas", establecidas social o religiosamente, que nos hacen separarnos de nuestros hermanos animales, gracias a nuestra moral e inteligencia. Cosas como el incesto, el canibalismo o la zoofilia, son algunos ejemplos.
Pero que pasa cuando el tabú se convierte en una arma arrojadiza, una suerte de corsé que asfixia a la población, usado por una serie de grupos identitarios, que lo que buscan el control de toda cosa ajena a su pensamiento, basado en un sentimentalismo y un victimismo exacerbado, que convierte toda palabra salida de la boca del hombre en una posible ofensa dañina y perniciosa. Pues toda esta cuestión es analizada en el libro La casa del ahorcado de Juan Soto Ivars (paisano de un servidor, por cierto), en donde analiza como la sociedad occidental ha ido, poco a poco, siendo sometida por una serie de tabúes procedentes de una serie de colectivos, que buscan crear un mundo feliz, lleno de entornos seguros en donde las palabras sean pasadas por un filtro políticamente correcto. Acompañadme en este viaje fascinante y aterrador.
Mentar la soga en la casa del ahorcado es un viejo refrán castellano, incluido en el inmortal Don Quijote, el cual viene a decir que algún comentario indiscreto sobre algo que le haya pasado a esa persona, puede llegar a causarle algún tipo de molestia o herir su sensibilidad. Un ejemplo sería hacer un chiste sobre el cáncer, ante alguien que ha perdido a algún familiar por esa enfermedad o que la padezca. Por eso el título no le puede ir mejor a un ensayo sobre el tabú y las nuevas tendencias del buenísimo progre, pues ¿quién se atrevería a mentar la soga en casa del progre? Juan Soto Ivars. Él mismo se define como aquel que señala al elefante en la habitación, mientras los demás se hacen los suecos, pasando entre las enormes patas del paquidermo. Este magnífico ensayo es una llamada de atención a todas estas nuevas formas de inquisición y censura. El libro esta dividido en tres partes: Tabú, Herejía y Narcisismo tribal. Ahora me gustaría analizar cada una.
Tabú. En esta primera parte se nos da una muestra de lo que es el tabú y como poco a poco fue adueñandose de toda nuestra cultura, siendo amoldada a las corrientes e ideas de cada momento. Como aquella palabra oída en boca de los salvajes polinesios por Cook, sería tan similar a todas las restricciones que imponen los sociedades y las religiones. Porque el tabú es lo que sustenta la tribu, sin ellos solo queda barbarie. Sin el tabú el asesinato no sería visto con horror, pues sería algo normal. Los tabúes buscan poner ciertos límites a aquello que pueda hacer tambalear la tribu y el statu quo. También nos habla de como, en medio de una pandemia mundial, el tabú comienza a hacer que su propia ambigüedad se empiece a erosionar.
En Herejía Soto Ivars nos habla de como ha surgido, por parte de unos grupos de corte progresista, que, buscando una forma de resarcir las injusticias y las opresiones que han sufrido colectivos como los negros, los homosexuales, las mujeres o los discapacitados, han instaurado una suerte de tribunales inquisitoriales, buscando a aquellos que se atrevan a cuestionar los dogmas identitarios y de género, es decir los herejes. Como antaño hacía el Santo Oficio, estos se erigen como defensores de los valores de la nueva humanidad, más inclusiva y abierta, y persiguen a través de la "cultura de la cancelación" censurar y menoscabar las voces discordante, que osen blasfemar. Nos relata la sangrante y triste historia de James Damore, un hereje del siglo XXI.
Narcisismo tribal. En mayor o menor medida seguimos viviendo en tribus. Antaño quedaron desterrados los líderes tribales, los chamanes, los cuentacuentos o los ancianos venerables, por los líderes políticos, los médicos, los artistas o los mal llamados "influencers", que siguen jerarquizando nuestra sociedad, soportando los pilares que rigen a la tribu. Somos seres sociales, necesitamos agruparnos en entornos que nos sean parecidos a nuestros gustos o ideas. Vamos a los estadios de futbol a apoyar a nuestro equipo o abuchear al contrario, acudimos a los templos a orar a las deidades que nos dan un poco de espiritualidad o asistimos a mitines políticos para enaltecer nuestras ideologías. Y en eso se basa esta ultima parte del ensayo, enfocado en las nuevas voces tribales que nos agrupan en grupos, identitarios en su mayoría, que siguen manteniendo la eterna lucha entre tribus, fomentando el maniqueo lugar común de nosotros los "buenos" y ellos los "los malos".
La casa del ahorcado, es un ensayo capital, que muestra a la sociedad actual tal y como es, sin paños calientes. El subtítulo sentencia con una frase demoledora: "como el tabú asfixia la democracia occidental". Las nuevas corrientes de corrección política están encorsetado a una sociedad que se mueve en un bochorno de nuevos inquisidores que colocan en la plaza del pueblo, que ahora son las redes sociales, para que la jauría de llorones y acomplejados paladines de la justicia, destruyan la reputación, y el algunos casos la vida misma, en harás de una justicia para aquellos colectivos que fueron maltratados por los que ya no viven, y la pagan con aquel osado racista, machista, homófobo, etc, etc, que pone un chiste en Twitter o da su opinión en un periódico.
Juan Soto Ivars coloca frente a los ojos de un lector asombrado como la sociedad occidental se tambalea frente a un neopuritanismo donde los que gozan de mayor libertad ejercen de censores, mientras se erigen acérrimos defensores de la sacrosanta Libertad de expresión. Es un ensayo magníficamente escrito, directo y divertidamente ameno.
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