La farmacéutica, Carles Porta
Menos mal que a la mayoría no nos han secuestrado (supongo, a mi desde luego que no), la ficción nos puede relatar como sería vivir de primera mano esa terrible experiencia. Libros, películas o series han utilizado el argumento del "secuestro", como motor de sus historias, trasladando al espectador, el miedo, la desesperación, la angustia o el dolor de las víctimas. Pero por desgracia, la historia que relata el libro a reseñar no es una historia ficticia.
En el año 1992 dio lugar uno de los secuestros más largos, absurdos y angustiantes de la historia criminal española. Durante 492 días una mujer estuvo retenida en un agujero tan angosto como un armario, rodeada de alimañas y humedad, mientras sus captores daban muestra de una incapacidad que rozaba lo ridículo. Carles Porta hila un relato pormenorizado y fidedigno del secuestro de Maria Àngels Feliu, la conocida como la farmacéutica de Olot. Sin más preámbulos esto es: La farmacéutica de Carles Porta. El caso es de sobra conocido y daré algunos detalles, aviso de spoilers, pero no os destripo nada esencial pues es de dominio público.
20 de noviembre de 1992, Maria Àngels Feliu, madre de tres niños y dueña de una pequeña farmacia en Olot, municipio de la provincia de Girona, desaparece del garaje de su piso al volver de trabajar. Tras unas horas angustiosas, la familia recibe una llamada: Maria Àngels ha sido secuestrada. La familia acude a la Policia Local y aquí empieza un calvario para la propia Maria Angels y sus familiares.
El lugar donde la habían llevado estaba situado en el sotano de la casa de uno de los secuestradores, a las afueras de Olot. Allí la metieron en un pequeño cubículo donde a penas podía ponerse en pie o estirarse, debía permanecer tumbada o en cuclillas. El lugar estaba completamente a oscuras, a excepción de, pasado un tiempo cuando, le permitieron tener una pequeña bombilla. El agujero estaba infestado de insectos, los cuales picaban en la espalda de Maria Àngels y ratas. Allí tuvo que soportar el cautiverio con el único consuelo de rezar a Dios, el cual se convirtió en una suerte de mantra y el recuerdo constante de sus hijos. Los secuestradores le ponían una radio que sonaba constantemente. Por ella pudo seguir los acontecimientos de su secuestro así como otros sucesos que ocurrieron durante su encierro.
Dos de las principales cosas que convirtieron este caso en una autentica chapuza, alargando cruelmente el secuestro de Maria Àngels, fueron la acción de la policía y la ineptitud de los secuestradores. En primer lugar, los que se encargaron de llevar a cabo la investigación fueron la Policía Local de Olot y los Mossos d'esquadra. Estos cuerpos comenzaron a recavar pruebas, pero algunas fueron ignoradas o mal recogidas. Un juez tomo la decisión de pasar la investigación a la Guardia Civil, cosa que produjo un conflicto entre los cuerpos, que de forma bochornosa, fueron negándose informaciones unos a otros. La propia familia acabó alejándose de la Guardia Civil, llevados por la desconfianza y la desidia de las agentes en el caso.
Por otro lado, la banda que ideó, planificó y llevó a cabo el secuestro, podría perfectamente haber salido de la mente del mejor guionista de cine de comedia o de un tebeo de Mortadelo y Filemón. Los investigadores establecieron la teoría de que los responsables era una organización criminal, sofisticada y bien estructurada. Se equivocaron. Los ideólogos del plan eran personajes dignos de la película Fargo de los hermanos Coen. Ramón Ullastre, de profesión guardabosques, un personaje peculiar. Un hombre conocido en la comarca por su opulencia, siempre moviéndose con un coche de lujo, desbordando ostentación. Antonio Guirado y Pepe Zambrano fueron, junto a Josep Lluis Paz, conocido como "el Pato", los encargados de secuestrar a la farmacéutica en el parking de su casa. Tras esto la llevaron a la casa de Ullastre, y la metieron en el zulo donde pasaría los infernales 492 días. Zambrano y Guirado eran dos policías locales. Guirado ideó el plan junto a Ullastre, acuciado por las numerosas deudas que tenía y Zambrano se unió para satisfacer su adicción a las drogas. "El Pato" era un delincuente de poca monta que se unió movido por las "suculentas" ganancias.
Una vez dejada en el zulo, los locales y "el Pato" se marcharon para esperar el rescate y es aquí donde surge un personaje clave en la historia: Sebastiá Comas, mejor conocido como "Iñaki". "Iñaki", al cual nos referiremos a partir de ahora así, era un simple camarero, conocido de Ullastre, el cual lo convenció para llevar a cabo un trabajo especifico. El sería el encargado de custodiar a la secuestrada, vigilarla, darle de comer y ayudarla en lo que fuera. El libro nos lo muestra como un ser bobalicón, sin personalidad, el cual es manejado por Ullastre como quiere. Se nos muestra la peculiar forma de discurrir, refiriéndose a si mismo en tercera persona en sus pensamientos. "Iñaki" fue el que acompañó a Maria Àngels durante todo el cautiverio, haciéndose pasar por un etarra al que le bailaba el acento andaluz cuando hablaba con ella. Ullastre dio muestras de ser un inepto a la hora de pedir el rescate, exigiendo cantidades exorbitantes y siendo incapaz de ponerse de acuerdo a la hora de entregar el dinero. Lo que pudo ser un secuestro "exprés", fue alargado por los constantes errores y fallos cometidos tanto por la policía como por los secuestradores.
El libro relata, de forma cruda y exacta, como fueron los días de cautiverio. La angustia, la desazón y sobretodo la absoluta fuerza de voluntad de Maria Àngels, estan plasmados en el libro. La acompañamos en su miedo, en el dolor por no poder estar con sus hijos, las picaduras de los insectos, la humedad, sus rezos convertidos en tabla de salvación y en como la radio la hizo estar al tanto de lo que pasaba en el mundo, dándole un poco de la humanidad que le había sido arrebatada. Quien sabe que hubiera pasado si el silencio hubiera reinado en aquel lugar. Si uno ve una imagen de Maria Àngels puede prejuzgar un temperamento fragil, tímido, incluso sumiso. Todo lo contrario. Maria Àngels era una mujer fuerte, de rápida respuesta, una mujer echada pa´alante. Cuando Ullastre le hablaba, intentando intimidarla, ella no se achantaba y no se dejaba amedrentar.
Tras meses de encierro que parecieron interminables, "Iñaki" tomó la decisión arriesgada de soltar a Maria Àngels. Tras ver que sus socios eran incapaces de cobrar el rescate, viendo que se alargaba demasiado, comenzó a tener sentimientos de empatía hacia la mujer, dado el trato cercano y amable que le había profesado, siempre la calmaba y le daba esperanzas de que pronto saldría de allí. Así que se armó de valor y la sacó del zulo, la montó en su furgoneta y la dejó en una gasolinera. Con la espalda carcomida de picaduras, los músculos casi atrofiados, y una pérdida de peso considerable, Maria Àngels Feliu era libre.
Las primeras imágenes de ella, junto a su marido, entera y con la cabeza bien alta, despertaron en la prensa una idea maliciosa. ¿Cómo era posible que alguien que ha pasado por esa experiencia se muestre tan bien? ¿Acaso todo era una burda mentira? La maquinaria devoradora de los medios empezaron a cuestionar la historia, pues dudaban ante el aspecto tan lúcido y lleno de fuerza que desprendía la farmacéutica. Bochornoso.
Tras cinco años de investigación, los responsables del secuestro fueron cayendo de uno en uno. Al ser detenidos se delataron entre sí. Pepe Zambrano fue el único que se libró, al morir de una sobredosis en 1997. Al conocer a sus secuestradores, dando muestra de su caracter, Maria Àngels preguntó por sus familias y dijo: "Pobres desgraciados". En 2003 se dictó sentencia. Maria Àngels se enfrentó mirando a la cara a los que le destrozaron la vida en el juicio. Todos agacharon la cabeza. Ramón Ullastre y Antonio Guirado fueron condenados a 22 años de prisión, Sebastiá Comas "Iñaki" a 17 años, José Luis Paz "el Pato" a 14 años y Montserrat Teixidor, mujer de Ullastre a 18 años. A pesar de no participar activamente en el secuestro, el tribunal dictaminó que era consciente de lo que pasaba en el sotano de su casa.
La farmacéutica de Carles Porta es una crónica cruda y atrapante de uno de los casos más conocidos de la crónica negra española. Un libro que se lee en un suspiro, tejido con el ritmo del mejor trhiller policial. Porta nos trasporta al zulo, nos lleva a las oficinas de los investigadores, a las mentes de los secuestradores. Vemos como han cambiado las investigaciones, como afecta la prensa. Me he dejado algunas cosas del caso, porque os invito a que lo leáis pues un libro maravilloso. Pasaréis por un carrusel de emociones: la sorpresa del secuestro, la angustia del cautiverio, la desazón de la investigación, la exasperación ante la incompetencia de una banda de inutiles y la alegría de que todo, al final salió bien.
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