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Mostrando entradas de 2025

El buen padre, Santiago Díez

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"Ramón Fonseca págs su consumición y vuelve a la calle. Pasa junto a la reportera y el cámara, que ya están recogiendo para marcharse, y se acerca a unos policías —un hombre y una mujer— que charlan junto a la entrada del Congreso.  —Disculpen que les interrumpa, agentes. —Buenas tardes, caballero —dice ella con amabilidad—. ¿En qué podemos ayudarle? —Quiero entregarme. —¿Entregarse? —pregunta el policía sin tomárselo demasiado en serio—. ¿Y qué se supone que ha hecho? —Esas tres personas de las que hablan en las noticias... —¿Sí? —... las he secuestrado yo. —No debería bromear con eso señor —dice la policía frunciendo el ceño. —No bromeo. Aquí tienen las fotografías que prueban lo que digo. Ramón Fonseca saca del bolsillo de su chaqueta tres fotos en las que aparecen los secuestrados drogados y tumbados en los tres catres de tres celdas diferentes. Los policías se miran, perplejos". El buen padre.  ¿Qué estaríais dispuestos a hacer para salvar a un ser querido? ¿Vale más la ...

La niebla, Stephen King

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¿Qué tienen en común un grupo de gente encerrados en un supermercado en envuelto en una niebla ominosa y llena de Dios sabe qué cosas peligrosas dentro, un monete de juguete con capacidades homicidas y una mujer que conoce un atajo muy particular? Pues que han salido de la brillante e inagotable mente del maestro Stephen King. Quien demuestra que es un genio tanto de la novela como del cuento corto. Y no se si he dicho que es uno de mis escritores favoritos, seguramente sí. Tras las magistrales antologías de  Las cuatro estaciones  y  Todo es eventual , hacia tiempo que no me dejaba embriagar por la extraordinaria calidad del Rey del terror con algunos de sus mejores relatos cortos. En esta ocasión vengo a hablar de tres magistrales historias de terror y muerte destacando la de más larga extensión como uno de sus mejores trabajos. Con muchísimo gusto os presento: La niebla de Stephen King. Pero antes un contexto al respecto de la edición en castellano. En 1985 King public...

Crímenes. La hora de la verdad, Carles Porta

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"Son casos reales en los que hemos introducido elementos narrativos para seucir y cautivar a los lectores, para despertar su atención, pero siempre con una voluntad de rigor en la reconstrucción de los hechos y de respeto por los protagonistas, porque nos importa no hacer más daño del que ya contienen estas historias. Nosotros contamos historias. No las analizamos, ni las judgamos, ni las calificamos. No hacemos estadísticas de por qué narramos. Y narrar bien es muy difícil, porque nuestra hora de la verdad es conectar con vosotros, lectores. Nuestro trabajo consiente en encontrar las palabras adecuadas, ordenar los hechos de manera correcta, sin alterar la realidad, y construir un relato que enganche y emocione. En todas las historia que contiene este libro encontraréis personajes que tienen que enfrentarse a su hora de la verdad, al momento decisivo en que deben asumir las consecuencias de sus actos o tomar una decisión crucial. Para cada uno de los implicados en un crimen, ese ...

Soldados de Salamina, Javier Cercas

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"Ardía en deseo de hablar con el tío de Jaume Figueras, con Maria Ferré y con Angelats, si es que aún estaba vivo. Me decía que, si bien el relato de Jaume Figueras no podía ser fiable (o no podía serlo más que el de Ferlosio), pues su veracidad pendía de un recuerdo (el suyo), sino del recuerdo de un recuerdo (el del padre), los relatos de su tío, de Maria Ferré y de Angelats, si es que todavía estaba vivo, eran, en cambio, relatos de primera mano y por tanto, al menos en principio, mucho menos aleatorios que aquél. Me pregunté si esos relatos se ajustarían a la realidad de los hechos o si, de forma acaso inevitable, estarían barnizados por esa pátina de medias verdades y embustes que prestigia siempre un episodio remoto y para sus protagonistas quizá legendario, de manera que lo que acaso me contarían que ocurrió no sería lo que de verdad ocurrió y ni siquiera lo que recordaban que ocurrió, sino sólo lo que recordaran haber contado otras veces".  Soldados de Salamina. Despu...

Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza

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"19.00 Llevo cuatro horas caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La ciudad es enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me extraña no encontrar los monumentos habituales, como el Cenotafio de la Beata Madre Pilar, que podrían servirme de referencia. He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis mil quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en El Corte Inglés. Lo peor es tener que respirar este aire inficionado de partículas suculentas. Es sabido que en algunas zonas urbanas la densidad del aire es tal que sus habitantes lo introducen en fundas y lo exportan bajo la denominación de morcillas. Tengo los ojos irritados, la nariz obstruida, la boca seca. ¡Cuánto mejor se está en Sardanyola! 20.30 Con la puesta de sol las condiciones atmosféricas habrían mejorado bastante si a los seres huma...

Los Gnomos, Will Huygens y Rien Poortvliet

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"En los primeros tiempos, en Europa, Rusia y Siberia, al gnomo se le aceptaba como miembro de la sociedad. Solía vérselas ordinariamente, y ellos venían a recompensar o castigar, a auxiliar u obstaculizar (según sus respectivas actitudes) a las gentes de toda condición: situación que llegó a parecerles completamente normal. Pero en aquellos tiempos las aguas eran transparentes y la selvas vírgenes, los caminos conducían en paz de un poblado a otro, y los cielos solo se llevaban de pájaros y estrellas.    Desde aquel entonces los gnomos se han visto obligados a retirarse a rincones ocultos, por encima y por debajo del suelo, donde se mantienen sin ser vistos, de tal modo que la creencia en su existencia se va desvaneciendo rápidamente. No obstante, de igual modo que, si no miramos con atención, no acertamos a ver una liebre en un prado o un ciervo en el bosque, con los gnomos sucede los mismos: es posible que no los veamos, ¡pero están ahí, seguro!" Los Gnomos. Uno de los recu...

Los jefes/Los cachorros, Mario Vargas Llosa

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Salimos. Hasta el borde de los escalones que vinculaba el Colegio San Miguel con la plaza Marino se extendía una multitud inmóvil y anhelante. Nuestros compañeros habían invadido los pequeños jardines y la fuente; esteban silenciosos y angustiados. Extrañamente, entre la mancha clara y estática parecían blancos, diminutos rectángulos que nadie pisaba. Las cabezas parecían iguales, uniformes, como en la formación para el desfile. Atravesamos la plaza. Nadie nos interrogó; se hacían a un lado, dejándonos paso y apretaban los labios. Hasta que pisamos la avenida, se mantuvieron en su lugar. Luego, siguiendo una consigna que nadie había impartido, caminaron tras de nosotros, al paso sin compás, como para ir a clases.  El pavimento hervía, parecía espejo que el sol iba disolviendo. "¿Será verdad?", pensé. Una noche calurosa y desierta me lo habían contado, en esta misma avenida, y no lo creí. Pero los periódicos decían que el sol, en algunos apartados lugares, volvía locos a los h...