Misión en París, Arturo Pérez-Reverte
"Es extraño. A pesar del tiempo trascurrido, ahora que hace tanto que ni el capitán Alatriste ni su áspero mundo existen ya, después de verlo innumerables veces peleando espada en mano tan duro, peligroso y magnífico como siempre fue, hay algo que puedo asegurar a vuestras mercedes: cuando desde mi largas vejez pienso en el hombre extraordinario que de tal modo marcó mi juventud y mi vida, la imagen repetida acude a mí memoria no es la del batir de aceros en campos de batalla o callejones oscuros [...] Lo que siempre acude primero a mí recuerdo es la estampa que esa noche en París, igual que tantas en otros lugares, registraron mis ojos: Diego Alatriste desabrochado el jubón, un poco inclinada la cabeza, estiradas las piernas aún calzadas con las viejas botas, sentado a una mesa con una botella enfrente y un vaso en la mano, absorta en el vacío la mirada turbia de sus iris glaucos; allí donde se veían danzar como diablos familiares su áspera vida, su fría soledad, sus crecidas mue...