Crónica marcianas, Ray Bradbury

No estaría bien hacer ruido, en esa primera noche de Marte, introducir un aparato extraño, brillante y tonto como una estufa. Sería una suerte de blasfemia importada. Ya habría tiempo para eso; ya habría tiempo para tirar latas de leche condensada a los nobles canales marcianos; ya habría tiempo para que las hojas del New York Times volaran arrastrándose por los solitarios y grises fondos de los mares de Marte; ya habría tiempo para dejar pieles de plátano y papeles grasientos en las estriadas, delicadas ruinas de las ciudades de este antiguo valle. Habría tiempo de sobra para eso. Y Spender se estremeció por dentro al pensarlo. 
                     "Aunque siga brillando la luna".

Noche tras noche, año tras año, la mujer, sin ningún motivo, sale de casa y mira largamente al cielo con las manos en alto, mira la Tierra, la luz verde y brillante, sin saber por qué mira, y después entra y echa al fuego un trozo de leña, y el viento sigue soplando y el mar muerto sigue muerto.
                                       "Los largos años".


Ray Bradbury es uno de esos nombres que están asociados a la ciencia ficción de manera instantánea. Conocido por regalarnos esa inquietante y tenebrosa (y de tan rabiosa actualidad), novela que predijo de forma espantosa la muerte de la palabra escrita: Fahrenheit 451. Leída hace tiempo, aún queda en mi memoria esa distopía donde los bomberos incendian montañas de libros, aniquilando la cultura para aborregar a las masas. Con esta obra se unió a los otros grandes profetas como Orwell y Huxley que nos predijeron un futuro oscuro y siniestro.

Pero la otra gran faceta de Bradbury es su maestría en el relato corto. Varias de sus antologías de cuentos son reconocidas como verdaderas joyas del género. Una de las más conocidas, recoge cuentos escritos durante los cuarenta, se centran en uno de los sueños más anhelados por la humanidad desde que miraron más allá del firmante: la colonización de otros planetas. Y a través de la imaginación y del conocimiento de la esencia del ser humano, surge una obra que se mueve entre lo trágico y lo cómico, lo épico y lo tétrico. Con ustedes: Crónicas marcianas. 

Escritos durante la década de los 40, el autor nos traslada al futuro, narrando una serie de misiones de colonizar Marte. Aunque no hay un hilo conductor, si la mayoría tienen una serie de referencias. Trasladándonos a un futuro 1999 imaginario, donde varios cohetes partirán en distintos espacios de tiempo con distintas tripulaciones.  

Y con el correr de los años hasta llegar al 2026 (parece mentira que en cuatro años sea esa fecha), veremos cuales serán las consecuencias que traerán los colonizadores en suelo marciano. Así se nos muestra una vez más como es la naturaleza humana.

Los relatos no tienen un sentido de continuidad, pues se trata de historias autoconclusivas. Pero en algunas se hacen referencias, unas directas y otras veladas, de las misiones. Dando una sensación de linealidad, mostrando una suerte de verosimilitud al proceso de colonización. Pero el verdadero sentido de los cuentos es mostrar cómo, a pesar de estar en otro planeta, el ser humano es capaz de repetir todos los errores que casi han llevado al destrozó ambiental y humano que sufrimos. 

Cuestiones tan terrenales como el odio, el racismo, la guerra, la contaminación sacudirán el suelo marciano y sus habitantes. Seres que comparten características comunes a nosotros, y destacando unos ojos de un profundo color amarillo. A través de la mirada de los hombres que llegan en las expediciones, vamos conociendo sus costumbres. Pero no sé incide mucho sobre ellos, dando una sensación ilusoria y mágica con los marcianos. Bradbury no busca darnos una imagen clara de los marcianos, si no dar pequeños retazos para que nosotros rellenemos los huecos en nuestra mente. Igual pasa con Marte. Apenas se nos da información sobre el planeta, salvo detalles aislados.

Los cuentos se mueven entre la comicidad y la seriedad. El estilo desenfadado del autor nos sirve como entrada para después mostrarnos con mirada crítica e incluso cínica como las expediciones (no todas) acabarán trayendo los males de los que huían los humanos. Esta metáfora macabra del rey Midas, pero que en vez de tornar las cosas en oro, aquí se pudren y acaban enturbiado y envenenando aquello que tocan. El ser humano por desgracia es la viva representación del que tropieza dos veces sobre la misma piedra. 

Pero no todo es crítica. Ray Bradbury tiene un sentido del humor entre macabro y tierno. Muchos de los colonos buscan un lugar mejor para dar comienzo a una nueva vida. Y el planeta rojo les dará esa oportunidad.

Estos cuentos son en general de ciencia ficción, que lo son, pero no solo se quedan anclados en este género. Costumbrismo, wester crepuscular, realismo mágico, comedia, parodia, son algunos de los géneros en los cuales se pueden contemplar entre los argumentos. Ray Bradbury es un maestro en narrar historias cortas (algunas incluso de una sola página), creando microcosmos en unas cuantas páginas y manejado un tempo narrativo magistral. Y sus personajes son auténticos y creíbles, que logran en pocas líneas dejarnos un gran recuerdo.

No quiero hacer una mención a los argumentos pues considero que se pierde la magia y el encanto de leerlos por vez primera, cosa que os dejo para que disfrutéis. Para ir cerrando Crónicas marcianas de Ray Bradbury ha sido una de esas dulces sorpresas que nos regala la literatura y una clara muestra de cuando un libro se vuelve un clásico, y corre de boca en boca por los años, será porque algo especial tiene. Y este libro lo tiene. Una lectura, divertida y ácida, amena y lúcida, recomendada sin dudas. 

 
Ray Bradbury (1920-2012)

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