La muerte en un naipe, Jimena Tierra

"El principal escollo fue que la prensa puso un sobrenombre al criminal. Un apodo que le satisfizo tanto como para seguir avanzando en sus intenciones. El as de copas no lo había echado él. Había sido fruto de la casualidad. Pero la policía tenía una duda en razonable y era un elemento lo suficientemente atractivo como para, próximamente, reclamar la autoría de los asesinatos logrando una atención prácticamente exclusiva. Justo lo que necesitaba para alimentar su ego narcisista". La muerte en un naipe  



La manida frase de "la realidad supera a la ficción", por muy usada y repetida que sea no quiere decir que no resulte oscuramente cierta. Y cuando esa realidad es siniestra o perturbadora, desprende un halo malsano de atracción que hace que nuestra morbosa curiosidad decida adentrarse en ella, sin ni siquiera sopesar las consecuencias que pueden traernos asomarnos a ese abismo. Los crímenes, con la salvedad de lo horribles y condenables que son, siempre despiertan el espíritu curioso que nos caracteriza como seres humanos, y la literatura siempre ha sido fuente de satisfacción de esa sed de morbo que todos albergamos alguna vez. La novela negra siempre se mueve en ese fino hilo que separa realidad de ficción, mostrando casos que, a primera vista, resultan rocambolescos o surrealistas. Pero por desgracia es en la misma realidad donde se dan los casos que pueden llegar a helar la sangre, revolver el estómago y soltar una lágrima. El género true crimen alberga aquellos libros, películas o documentales, que beben directamente de la fuente de casos criminales acontecidos a lo largo de la historia o en la actualidad, mostrando hasta que punto llega la maldad humana y cuan atroz pueden llegar a ser los verdaderos monstruos. Pues los monstruos no se esconde debajo de la cama o dentro del armario, si no que pueden ir en el autobús a nuestro lado, saludarnos en el ascensor o dar la vueltas detrás de un mostrador

Uno de los primeros ejemplos de este género, incluso considerado como paradigma de él, es A sangre fría de Truman Capote, uno de mis autores favoritos y una de las tantas lecturas pendientes que tengo. El libro es de sobra conocido. Como el autor investigo hasta la extenuación, como llego a tener una estrecha relación con los principales protagonistas de esta truculenta historia y como se vació por dentro para dar una obra inmortal. Cuando lo lea (espero que pronto), hablaré más en profundidad de este novela.

¿Y por qué hablo de esto?, bien, porque esta primera reseña es el principio de una serie de libros, todos ellos unidos por un tema común: la verdadera cara del mal, sin trucos de artifício, ni trampa ni cartón. El crimen y su investigación a flor de piel. Este primer libro, primero en lectura y no en publicación, pertenece a una serie de libros, ideada y coordinada por Marta Robles, una prestigiosa periodista española experta en casos reales. Y con la ayuda y colaboración de una sucesión de periodistas, igualmente aptos en este tipo de historias, nos presenta (de momento), diez casos de nuestra crónica negra reciente. Diez casos que sacudieron a la sociedad por su atrocidad y su cobertura mediática. Y estos libros han sido una absoluta maravilla. Esta colección ominosa del mal patrio se llama Sin ficción y nunca, por desgracia, un título fue tan acertado. El primer de ellos nos presenta uno de los caso más terribles, oscuros y sin sentido de nuestra crónica negra, un asesino despiadado que cazaba al azar, lo que lo volvía más peligroso. Damas y caballeros, abrimos el primer caso de esta serie con La muerte en un naipe de Jimena Tierra.

En el año 2003 en Madrid, un hombre fue encontrado muerto en la portería donde trabajaba, mientras cuidaba de su hijo pequeño, este salio ileso. Fue ejecutado a sangre fría por un disparo en la cabeza, a bocajarro, sin piedad. La policía se sorprendió de la forma en la que lo encontraron, pues parecía que el asesino había obligado a su víctima que se arrodillara, como en una especie de ejecución. Dada la forma del asesinato, los investigadores del Cuerpo Nacional de Policía, empezaron a buscar alguna vía que les llevará a la resolución de aquel asesinato tan extraño. No sabían que este sería el primero de una serie de asesinatos, todos ellos con una serie de coincidencias que llevaron a sospechar de que en Madrid había un asesino en serie.

Durante meses, una serie de personas fueron ejecutadas, de forma similar, por disparos de bala de forma aleatoria. Pero en el segundo caso, un joven asesinado cerca de una parada de autobús, había un elemento que pasaría a formar parte de la firma del asesino: un naipe de la baraja española. Tras este asesinato, durante varios meses se fueron sucediendo más ataques y también se encontraron cartas, lo que llevó a la prensa, principal incordio de los investigadores, a apodarlo como "el asesino de la baraja". Durante tres meses el asesino de la baraja mató a seis personas y lo intentó con otras tres.

Jimena Tierra, nos cuenta de forma cronológica y pormenorizada como fueron los asesinatos y como los investigadores, tanto la Nacional y la Guardia Civil, intentaron cazar a este monstruo. Buscando desesperadamente parar el reguero de sangre de uno de los asesinos seriales más peligrosos de nuestra crónica negra.

En nuestro país no se han dado muchos casos de asesino en serie, gracias a Dios. Pero los que han salido ha cazar a sus víctimas, han sido pocos pero muy peculiares y siniestros. Desde los primigenios Manuel Blanco Romasanta, el primer caso de licantropía investigado, Juan Díaz de Garayo, "el sacamantecas", el hombre del saco verdadero y Enriqueta Martí, "la vampiresa de Barcelona" una proxeneta de niños. Pasando por los más infames y sanguinarios, Jose Antonio Rodríguez Vega, "el mataviejas" que asesino a dieciséis ancianas, Francisco García Escalero, "el matamendigos", asesino de once mendigos y necrófilo, Joaquín Ferrandiz Ventura, quien violó y asesinó a cinco mujeres, Joan Vila, "el celador de Olot", angél de la muerte que mató a once ancianos envenenandolos con lejía, y por encima de todos, el de momento "mayor" asesino en serie de nuestro país: Manuel Delgado Villegas, "el Arropiero", quien se cree que asesino a más de cuarenta personas. 

Pero lo que hace más interesante, en el sentido de la curiosidad, es lo que rodea a este asesino. Jimena Tierra nos cuenta como lo que empezó siendo una casualidad, lo del naipe, gracias a la prensa consiguió envalentonar al monstruo, creando una personalidad trascendental y mediática, "el asesino de la baraja", un oscuro personaje que iba descerrajando tiros al azar y dejando su oscura firma a través de la baraja española. Pero esto no era la idea original del asesino, si no que vió alimentado su ego al ver que se erigía como un ser temible que sembraba el terror a su paso. Y esto tuvo parte de culpa la prensa, que siempre sobrepasan el deber de informar y se dedican a especular y desvirtuar.

Al final, tras meses de silencio y parón, la policía estaba en un callejón sin salida. Tras el descarte de un posible sospechoso, se encontraron que el monstruo se había retirado, quién sabe si a hibernar para comenzar en otro momento para seguir cosechando almas. Pero al final, todo dio un vuelco.

En una comisaría de Cuidad Real, se presentaba borracho Alfredo Galán Sotillo, quién decía ser el asesino de la baraja. Al principio declaró que todo lo había hecho por una sola y aterradora razón: porque sí. Un día viendo la tele se levantó y pensó, voy a matar a alguien. Lo que lo hace terroríficamente peligroso. No había más motivación que matar, a quién fuera y donde fuera. Alfredo Galán era un cazador y buscaba en Madrid a sus posibles víctimas. Al poco tiempo cambió de discurso, diciendo que había sido amenazado por un grupo neonazi para que se atribuyera los asesinatos. Pero las pruebas fueron contundentes. Tras un juicio fue condenado a ciento tres años, de los cuales cumplirá veinticinco, por el asesinato de seis personas y la tentativa de otras tres. Actualmente cumple condena en la prisión de Herrera de la Mancha, Ciudad Real.

Recuerdo cuando todo pasó, siendo yo pequeño. Me daba autentico terror cuando salían en las noticias los reportajes sobre el misterioso asesino de la baraja. Volviendo al libro, la historia esta muy bien documentado, los asesinatos y las investigaciones están bien narradas, pero por poner una pega, la autora recurre a muchos nombres y hace que por momentos la lectura se vuelva confusa. Pero aún así el relato esta cimentado en un intenso hilo narrativo, digno de un buen thriller policíaco. La tensión de la investigación, el como los policías se veían sin respuestas se respira en cada página. Los capítulos están precedidos por frases del propio asesino, que nos muestran a un asesino frío, despiadado, sin ningún tipo de empatía. Un cazador sanguinario, que acechaba en la oscuridad y cuando menos se esperaba, salía de su escondite y arrebataba la vida de personas inocentes, cuyo único pecado que cometieron, fue cruzarse en su camino. Un libro bien escrito, todo hay que decirlo y un buen modo de entrar en esta oscura, pero interesantísima colección. 

"Nunca elegí a las víctimas por algo en especial: lo hice de manera indiscriminada , por azar, porque lo único que importaba es que hubiera pocos testigos. Tampoco tenía un móvil concreto para matar, simplemente era fácil y lo podría haber seguido haciendo veinte años más" Alfredo Galán Sotillo.


 Jimena Tierra (1979-)                                             


 Alfredo Galán, "el asesino de la baraja" (1978-)




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