Nadie se va a reír, Juan Soto Ivars
Juan Soto Ivar vuelve para mostrarnos lo ridícula y absurda que se ha vuelto la sociedad en la que vivimos (insertar meme del Joker), con una historia lamentable, donde la ironía es encausada en un proceso judicial por extralimitarse con aquello que los que le denuncian se envuelven cada dos por tres: la libertad de expresión. Esta es la triste historia de Anónimo García, Homo Velamine y un tour sobre el sensacionalismo. Damas y caballeros, esto es Nadie se va a reír.
Anónimo García (nombre de guerra) líder intelectual y miembro fundador del grupo artístico/activista Homo Velamine, fue condenado el 10 de Marzo de 2019 por un delito de trato degradante a una pena de un año y medio de prisión y pagar una indemnización de quince mil euros más costas. El porqué, había hecho creer a la prensa que era el dueño de un dominio web que promocionaba un tour por los lugares claves de una ciudad, donde había trascurrido uno de los crímenes más mediáticos del panorama actual. Para responder a estas cuestiones Juan Soto Ivars nos relata, al ritmo de una novela tragicómica, la historia de Anónimo García y los ultrarracionalistas.
Ano, disminución cariñosa de su nombre por parte de sus amigos, comenzó su carrera de provocación y crítica social, junto a los primeros miembros del grupo, Rasomon, Biyu, Budoson y James Doppelgänger, como un grupo de activismo conceptual, en el cual intentarán deformar la sociedad bajo el prisma de su propia estulticia, preparando una serie de actos "terroristas/performance", bajo la filosofía del Ultrarracionalismo. Con una primera acción, la cual consistió en desplegar una pancarta en el monumento del Dos de mayo en Madrid, nacía Homo Velamine, el azote de las convicciones reales.
El principio del libro en desternillante. Conforme las aventuras de este colectivo de irredentos combatientes de la realidad, con sus llamativas actuaciones como la de presentarse en una firma de libros de la política del PP Esperanza Aguirre, hacerse una foto con ella con una camiseta que rezaba: "FEA, feministas con Esperanza Aguirre" o ir a un acto del Podemos vestidos de religiosos con pancartas con el lema: "España necesita un clero podemita". Son una delicia seguir las alocadas vivencias de Anónimo y sus compañeros, en los que se jugo la jeta, literal, mientras intentaba hacer algo que a la sociedad no le gusta mucho, provocar. La provocación es como un terremoto, llega sin esperarlo y causa una tremenda conmoción. Los que la miran pueden verla de dos maneras: o la aplauden o la rechazan. Pero lo que es claro es que no deja indiferente a nadie.
Los actos de Homo Velamine atacaban a derecha e izquierda del espectro político nacional, demostrando que todos son lo mismo. Buscan capitalizar el voto y para eso usan cantos de sirena para encandilar a sus votantes. Pero el foco de sus actos ultrarracionalistas será para un estrato de la sociedad que será el principal valedor de su filosofía como el verdugo que ejecute a Anónimo.
Que la prensa se mueve por sesgos, eso es una realidad. No hay más que leer un periódico deportivo o escuchar una tertulia política, para saber como los periodistas saben como tocar la tecla para atraer a la población que los consume movido por su amor a unos colores o su ideología. Y que en la prensa la mentira y la falsedad vende más que la verdad, es una verdad como un templo, valga la redundancia. Los actos del grupo demuestran cuan mentirosos y vende humos que son, pues dieron veracidad a que unos religiosos estuvieron en un acto de Podemos o que unos hipsters estuvieron en un acto del PP. La poca gana de contrastar las informaciones frente al afán de ganar beneficio ante un titular llamativo. Todas estas facetas fueron desenmascaradas por Anónimo y los suyos, con sus irreverentes actos. Pero Anónimo toco con un tema que era sensible, aún cuando las intenciones eran demostrar que a la prensa lo único que le importa es vender.
Anónimo decidió pagarles con su misma moneda, el sensacionalismo con que la prensa suele tratar los casos de la llamada "crónica negra". Los crímenes, cuanto más morbosos mejor, son consumidos por las masas con suma facilidad. Es una forma de adentrarse en la oscuridad del alma humana, en la comodidad y la tranquilidad de nuestro hogar y la calma de nuestra conciencia. En España siempre ha gustado el morbo. Desde los tiempos del periódico de El Caso, un semanario de mucho éxito en la época franquista, en la cual se mostraban fotografías de los crímenes, hasta la explosión de la telebasura con la obsesiva y vomitiva cobertura mediática que se dio al infame caso de las niñas de Alcasser. Los programas matinales se esfuerzan en rellenar sus parrillas televisivas con reportajes y entrevistas, centrados en el asesinato, violación, o robo de turno. Día tras día, de forma machacona, bombardean con informaciones, a la cual más sensacionalista, indagando en los aspectos más truculentos sobre el caso mediático que toque. Yo, soy un consumidor de este tipo de informaciones, pero si reconozco lo poco sensibles que son y lo impertinentes que pueden llegar a ser y como descartan un caso cuando deja de ser relevante por otro que les sea más rentable.
Anónimo tomó como ejemplo el último caso que había movido los cimientos del país, endureciendolo y asqueandolo al mismo tiempo. Decidió crear un rumor falso de que se estaba creando un tour por una ciudad marcada por ese crimen, haciendo lo mismo que la prensa. El tour llevaba al morboso consumidor que lo adquiriera por los lugares donde tuvo lugar a igual modo que la prensa mostraba día si y día también las imágenes de esos lugares, en todos los programas televisivos. Lo que empezó como una crítica, acabo en una bola de nieve que acabó en una demanda para Anónimo.
Bien es cierto que el tema a elegir podía levantar ampollas, el objetivo era claro. Los medios se desgañitaron en que todo aquello era real, que era una ofensa y una maldad haciendo mutis por el foro en cuanto se descubrió que era falso. Pero la libertad de expresión había sido usada para fines que aquellos que la defienden no podían aceptarlo. Cuando se tocan temas que pueden ser considerados sensibles, la supuesta libertad se torna censurable. No digas eso, no hagas eso que puede herir la sensibilidad de alguien. Y eso es en suma lo que quedo de la denuncia de Anónimo. Ya no se hablaba de mostrar a la prensa tal cual es, si no que se había atrevido a tocar un tema sensible y podía hacer daño. Y mientras otros se alzaban en armas dialécticas y organizaban protestas por raperos encarcelados, con el caso de Anónimo callaban, cómplices, pues los adalides de la libertad, son los primeros en sacar la mordaza.
Nadie se va a reír es una novela de no ficción, que muestra como los quijotes modernos pueden acabar en una casa de salud, pues si el excéntrico muestra las verdades de la sociedad, resulta molesto y hay que callarlo. Una tragicomedia agridulce, que nos muestra la deriva que está llevando a nuestra sociedad dirigida por los sentimientos, más que por la razón. Cuando la justicia se quita la venda, que le da su imparcialidad, para secarse las lágrimas producidas por los llantos del vulgo tenemos un problema. Os recomiendo esta lectura amena, divertida y triste, escrita con un lenguaje maravilloso y un ritmo trepidante. ¡Que bueno eres Juan, pijo!
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