Una hojarasca de cadáveres, Mariano Sánchez Soler

"Este libro visita por última vez mis crímenes verdaderos y algunos paisajes ensangrentados. Son los más importantes en mi carrera como periodista, y ahora, que me acerco a una edad inquietante, necesito escribirlos y devolverlos a este un mundo tan salvaje que nos ha tocado en suerte". Una hojarasca de cadáveres.


En este blog se ha hablado mucho de crímenes reales. Los Galindosla farmacéutica de Olot, una novela/ficción de la mano del gran Truman Capote y toda una serie a la gran colección de Sinficción de la editorial Alrevés, como el Crimen de Pioz o El crimen de la Guardia Urbana. A raíz de esto, la editorial a empezado a publicar otra suerte de relatos sobre el crimen, llamados "archivos del crimen", donde, a diferencia de Sinficción que trata casos actuales, estos miran al pasado, a un pasado que, aunque no lo parezca, sigue igual de oscuro y sangriento. El primer volumen trata sobre el "Crimen de Malladas", que pronto aparecerá por aquí, y en su segundo libro, Mariano Sánchez Soler, un experimentado periodista, cuyos libros versan sobre el franquismo, los posos de la dictadura diluidos en la floreciente democracia y sobre el dificil y convulso momento de la Transición, que tantas luces como sombras tuvo. Pues de este periodo, donde los terrores de un futuro incierto, y donde parecía que nada iba a cambiar, ejerció como redactor en varios de los crímenes más mediaticos del posfranquismo. Y ahora, vuelta la vista atrás, desempolva esos viejos casos de la cronica negra, que aún hoy, le siguen acompañando. Esto es: Una hojarasca de cadáveres. Crónica criminal de la España posfranquista.

Año 1975, con el dictador Franco muerto y enterrado, parecía que España empezaba a despertar de un larguísimo letargo, o de una oscura pesadilla mejor dicho. Más de treinta años bajo el ferreo yugo del pequeño caudillo dieron a su fin cuando se le sepultó en la cripta del Valle de los Caídos. Y comenzaba una nueva etapa posdictadura, en la cual los propios españoles por fin eran dueños de sus destinos. Pero en aquellos años de la Transición democratica, se notaba en el ambiente una especie de tensa calma, un aire de sospecha en la cual los que fueron palmeros del régimen veían con estupor que se les acababa el chiringuito, los asesinos de ETA recrudecían sus sangrientos atentados, nuevos grupúsculos fascistas se dedicaron a reventar a la debil democracia, y algunos militares conspiraban en la sombra para devolver a España al cauce del que se estaba desviando. Todo eso, se acompañaba de la cronica negra, que tanto da que haya un dictador o un presidente electo, la gente se seguía matando. Mariano Sánchez Soler nos narrá, de manera breve, concisa y precisa, una serie de crímenes que saltaron a los medios, demostrando que la sangre sigue corriendo, aún en tiempos de paz.

Los doce casos aquí reunidos son una muestra de que, aunque pasen los años, los crímenes se siguen sucediendo. Algunos de ellos reflejan la realidad politica del momento, otros son una demostración de que el odio puede llegar a derramar sangre y algunos de ellos siguen, hoy día sin respuesta. Muchos de ellos fueron tan mediaticos, que aún se siguen vertiendo ríos de tinta, intentando esclarecer los hechos. Aquí hay asesinatos politicos, brutalidad policial, desapariciones forzadas, crimen organizado, racismo, impunidad eclesial, venganzas, suicidios, un verdadero crisma del crimen patrio.

Sánchez Soler es de esa raza de periodistas que se involucran hasta el fondo en la noticia. Cubriendo todos los casos, hizo un recorrido sangriento por todo el paisaje español, buscando las claves para dar la mejor redacción para el conocimiento de los crímenes. Siempre poniendo el honor de las víctimas por encima de todo. Algunos de los casos, como el asesinato de Yolanda Gonzalez y el de Paquito Reyes le causaron una profunda impresión, que ahora, volviendo la vista atrás, le siguen doliendo. Un ejemplo de veteranía periodistica de las que poco quedan.

Los relatos de los casos son simplemente perfectos. Contados con una mezcla de novela y largo artículo periodistico, se nos son narrados con suma minuciosidad, siguiendo un orden cronológico. Se nos da una exposición sobre el momento en que ocurrieron, dando contexto histórico, y luego se nos presentan los hechos tal cual ocurrieron. Muchas veces, el narrador interrumpe la acción dando su propia opinión sobre como conoció el caso y como lo investigó. Lo mejor de cada caso es que se nos relata cual es la situación actual de los implicados, como una explicación de cuanto a afectado el paso del tiempo sobre ellos. Algunos pueden causar indignación por la impunidad de la que gozan.

Yolanda Gonzalez fue victima de los que no soportaban el aire de cambio que se respiraba, muerta por los intransigentes, los que negaban la pluralidad, los nostálgicos de un regimen totalitario, muerta simple, llana y cruelmente por como pensaba; Los marqueses de Urquijo, el caso de los más mediaticos del libro, fueron muertos en la tranquilidad de su hogar, por primera vez el crimen se volvía tema de conversación. Pero ellos no fueron las únicas víctimas, Rafi Escobedo su ex yerno, fue acusado del asesinato con muchas sombras de dudas. Hoy día todavía resuena la eterna pregunta: ¿Quién mató a los marqueses de Urquijo? El Nani es el triste recordatorio de que en aquellos años la policía aún seguía utilizando crueles metodos para la obtención de información. Un pobre delincuente común sometido a base de golpes y para más inri, desaparece sin dejar rastro; La infancia de Paquito Reyes se esfumó de la peor manera, arrebatada por un monstruo que nunca fue capturado. Y así otros muchos casos que demuestran que antes se mataba igual que ahora.

Una hojarasca de cadáveres es una crónica de un tiempo marcado por grandes cambios, una sociedad dispuesta a dirigir su propio destino, pero que en lo más profundo la sangre seguía siendo derramada, las vidas eran segadas por la maldad intrínseca del ser humano y una historia personal de un periodista que siguió ese cruento rastro de muerte. Un libro excepcional.


Mariano Sánchez Soler (1954-)

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