No es elegante matar a una mujer descalza, Raúl del Pozo
Continuando con las pequeñas joyas que compré de segunda mano, algunos de ellos pertenecen a una colección dirigida por el periódico el Mundo llamada "Las 100 mejores novelas en castellano del siglo XX". En ella hay nombres imprescindibles de los últimos años en literatura en el noble idioma de Cervantes. Pues uno de estos nombres es Raúl del Pozo. Al principio me sonaba el nombre y al hacer una rápida búsqueda en internet vi que era un periodista de esos que ya no quedan. De los de cigarrillo en ristre, criticas ácidas al cinto y el whisky al lado de la máquina de escribir.
Compaginado su labor de periodista, también ha publicado alguna que otra novela. Y de una de esas voy a hablar. Un homenaje castizo a la mejor novela negra que traslada la acción de Los Ángeles o Nueva York al Madrid de los noventa, donde un policía retirado deberá resolver un crimen cometido en los 70. Os presento: No es elegante matar a una mujer descalza de Raúl del Pozo.
En un oscuro sótano de Madrid encuentran el cadáver de una mujer dentro de un cofre. La han cosido a puñaladas. Pero lo que deja estupefactos a los investigadores es que parece un maniquí, una muñeca, una escultura. El forense descubre que está embalsamada, parece que con las puñaladas la han vaciado de sangre y al estar encerrada y las condiciones del lugar donde estaba favorecieron las condiciones para conservar el cadáver intacto, lejos de la corrupción de la carne. Otra sorpresa, la mujer fue asesinada hace años, concretamente en los 70. El jefe de policía decide que el mejor hombre para desentrañar el caso es un policía retirado: Juan Belalcázar.
Juan Belalcázar, o JB, mote extraído del fondo de una botella de whisky, fue un espléndido policía en su tiempo. Perseverante, su única obsesión era atrapar a los malos. Magnífico ciclista y devoto del Cristo de Medinaceli, JB nunca quiso meterse en política y entrar en la Social (policía represora política franquista), por eso cuando el alcohol ya corría más por sus venas que su propia sangre, decidió abandonar la policía. El Jefe de homicidios lo encuentra malviviendo como alabardero de pega para los turistas. Tras convencerlo, JB acepta el caso pero sin volver a coger la placa, como un desafio personal.
JB se moverá por una capital madrileña llena de nostalgia por un tiempo que se fue. El improvisado detective hará un salto hacia una época donde la vieja sombra del general empezaba a esfumarse como una pesada pesadilla vespertina. JB hará un ejercicio mental hacia la memoria en busca de un asesino escondido en la niebla del olvido.
La investigación llevará al protagonista a encontrarse con una variopinta troupe de personajes, todos relacionados con la mujer muerta. Tomas el de la Isla, La Pavana, portero del edificio donde apareció el cuerpo, antiguo cantante flamenco y travesti; Gallo, nostálgico policía de los de hostia primero y pregunta después; la Gaditana, mujer de belleza serena y misteriosa; Jesús Aguilar, conocido en su juventud como el Jesucristo, progre anarquista reconvertido en ricachón y Del Arco, periodista decadente y borracho. Todos ellos tuvieron relación con la momia apuñalada pero, ¿quién era la mujer brutalmente asesinada? Dúrsila Nézval, checoslovaca huida del horror comunista, llegada a España con una mano delante y otra detrás. Mujer de belleza atrayente, una rubia de bandera. Otro personaje importante es el juez Carlos Rico el Media Ostia, un juez estricto pero eficiente.
Raúl del Pozo construye una novela negra clásica perfecta. Con unas frases directas como gancho a la mandíbula, diálogos rápidos y vividos como chupito de orujo, unos personajes decadentes anclados en una memoria de un tiempo que se fue, un misterio bien plantado donde los fetiches y el deseo sexual se solapan en una intriga de pasiones reprimidas. Una novela bastante entretenida e impecablemente escrita. Ya con su título No es elegante matar a una mujer descalza viene dejando bien en claro que estamos ante una gran historia noir.
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