El bandido adolescente, Ramón J. Sender

"Es sabido que entre 1870 y el final del siglo, el hombre se hacía su propio ley en los territorios de New México (EE. UU.) con la pistola y el rifle. El que tenía mejores armas y mejores nervios se imponía. Era precisamente lo que sucedió por algún tiempo con Billy the Kid.
Representaba Billy la ley natural en un país y en un tiempo- tan reciente, por otra parte- en que el derecho escrito apenas si existía. Era Billy the Kid ese brazo del instinto social que precede históricamente en todos los pueblos al establecimiento de alguna clase de orden jurídico. El rifle hacia la ley y a veces la ley era casi razonable". 
El bandido adolescente.



El género western o de vaqueros como lo llamamos por estos lares, ha gozado de un éxito tremendo durante años. La gran mitología que se creó alrededor de la épica conquista del oeste sigue siendo un mito fundacional de los Estados Unidos de América, con sus caravanas, las cruentas luchas con los indios y los poblados fronterizos.

Pero lo que se impuso con fuerza y entró a tiros en el imaginario colectivo sin duda alguna figura del forajido. Estos cuatreros ladrones de ganado, bandidos asalta diligencias y delincuentes roba bancos, siguen gozando de un atractivo singular. Al igual que los piratas del siglo XVIII, los bandoleros españoles del XIX o los gánsteres del XX, fueron aupados a una suerte de héroes imbuidos por un romanticismo que los encumbraba como máximos exponentes de la libertad sin ataduras. Hombres libres, sin patria, Dios o ley, que hacían y deshacían a su antojo, desafiando a los poderes autoritarios con su gallardía son parangón, en aventuras trepidantes y peligrosas. Inclusive los narcos, con la infame figura de Pablo Escobar a la cabeza, también gozan de esta suerte de idolatría. 

Cierto es que puedo entender la fascinación, fuertemente influenciada por la literatura, el arte y el cine o los videojuegos, pues yo mismo he disfrutado de grandes películas como El bueno, el feo y el malo del gran Sergio Leone, o ese enorme videojuego que es Red Dead Redemption 2, pero estos no dejaron de ser delincuentes y asesinos que solos les movía su desmedida ambición y una crueldad sin límites. Pero bueno esto no es un tratado moral sobre la figura del delincuente en el arte, sino una reseña literaria. 

Cómo decía, los bandidos han gozado de un atractivo para que sus historias sean trasladas al cine o los libros. Figuras como Jesse James, Butch Cassidy y Sundace Kid, o los hermanos Dalton han saltado al imaginario colectivo como forajidos célebres. Pero por encima de ellos sin lugar a dudas el hombre que forjó una leyenda imborrable con una corta vida fue William H. Bonney, conocido en la posteridad como Billy el Niño. Pues sobre este famosísimo pistolero narró su vida en un magnífico libro, uno de nuestros mejores escritores del pasado siglo XX. Sin más preámbulos (que la introducción se está haciendo larga), os presento: El bandido adolescente de Ramón J. Sender.

William H. Bonney nació en 1859 en Nueva York hijo de emigrantes irlandeses. Por azares del destino su familia acabó trasladándose a la frontera con México. Allí el joven Billy se educó viviendo una vida dura pero llena de experiencias que le fueron endureciendo, que luego le servirían para su corta carrera criminal. Ganándose una reputación de revólver ligero, el Kid entró como trabajador de un ranchero llamado Tunstall quien lo acogió bajo su ala como un padre. Éste pequeño periodo fue para el Kid uno de los pocos de estabilidad en su vida.

Pero una guerra entre rancheros que terminó con la muerte de Tunstall, hicieron que el Kid buscará venganza y formará una banda propia. A partir de ese momento las hazañas del Kid y su banda se hicieron legendarias. Los robos de caballos a un lado y otro de la frontera de la banda del Kid y algunos asesinatos llegaron a oídos de Pat Garrett, un marshall del gobierno. Garrett volcará todos sus esfuerzos para rastrear los pasos del Kid para llevarlo ante la justicia, vivo o muerto. 

Sender nos presenta al Kid como un joven jovial, alegre, con un sentido de la justicia que sólo la puede proporcionar el revólver. Un hombre libre de palabra igual de rápida que sus pistolas que solo contempla la vida como una cabalgada junto a su banda. Pero también es un hombre que se deja llevar por un celo tremendo, explosivo que lo convierte en un asesino despiadado. La mayor característica que nos presenta el autor del Kid es la importancia que le da a la amistad. El Kid valora la amistad por encima de todas las cosas, no hay mayor traición para él forajido que un amigo que le da de lado. Por eso es tan importante la relación que mantiene con Jesse Evans, un antiguo miembro de su banda que lo abandona. El Kid se lo encuentra varias veces en el relato, en encuentros tensos donde los revólveres de ambos se les revuelven en sus cinturones. El Kid llama a Evans su "amigo-mortal". 

Pat Garrett es una presencia omnipresente desde el principio de la novela. Sender nos lo presenta como un hombre serio, recto, incorruptible, infatigable, con un sentido de la justicia inamovible. A pesar del deber, Garrett no desprecia al Kid, al contrario, lo estima conociendo que tras esa vida al margen de la ley se esconde un joven prometedor, pero que sus caminos están separados por sus formas tan radicales de ver la vida. 

El bandido adolescente de Ramón J. Sender es una gran novela del oeste. Sender consigue transformar al bandido más famoso del oeste en una especie de héroe trágico legendario, que se envuelve en un manto de libertad y aventura. También pone en valor la influencia hispana que se respiraba en esa zona fronteriza, donde el español y el inglés se mezclaban en una mezcolanza armoniosa. El autor nos cuenta que recorrió los escenarios donde cabalgaron el Kid y su banda y algunas personas le mostraron lo que ellos consideraban el cráneo verdadero del Kid. 

Una novela de aventuras trepidante, un canto de alabanza por el viejo Oeste Americano y una elegía a un ser de leyenda que vivió poco, pero vivió a lomos de un caballo y con su revólver al cinto hacia la eternidad.


Ramón J. Sender (1901-1982)

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