No digas que fue un sueño, Terenci Moix

"La ciudad, Cleopatra, el Tiempo...
... retazos de amor disperso, de amor repartido entre elementos que, por fin, se unían en la configuración unica de su sueño. ¡Cleopatra, el Tiempo, Alejandría! Todo cuanto soñó entre los brazos de la reina dorada, todo cuanto pensaba entregar a la ciudad divina, todo cuanto el Tiempo arrastró sin remedio hacia los yermos no del olvido sino de la resignación. La piel ardiente de Cleopatra, el fastuoso armiño que forraba su sexo, la sublime armonía de su voz al despertarle a media noche, buscando el abrazo, solicitando su cuerpo como una gata amorosa. Las calles variopintas de la ciudad, el abigarrado tropel de sus perfumes, la embriagadora voluptuosidad que anunciaba los crímenes de Oriente. ¡La ciudad y Cleopatra! El amor y su cúspide en la tierra, el amor y los secretos infranqueables de su culto, el amor y sus delirios inimitables. "¡Cleopatra!—gritó—. ¡El amor organizado contra el tiempo! ¡El placer acorazado contra los años! ¡La eterna juventud de los sentidos!" ". No digas que fue un sueño. 



Uno de los grandes amores, por no decir pasiones, que llenaron de magia la vida del genial Terenci Moix, junto al cine, fue sin duda Egipto. Los esplendores del antiguo imperio a la rivera del inmortal Nilo hicieron las delicias del escritor catalán, que se sentía un hijo del Nilo nacido a destiempo. Él mismo contaba cómo disfrutaba de sus paseos por las callejuelas del Cairo o recorriendo solo los desiertos en busca de antiguos monasterios. 

Por eso no resulta extraño que dedicará buena parte de su obra a aquello que tanto amaba. Varias de sus novelas están ambientadas en el lejano y esplendoroso fulgor de los faraones, el ardiente sol de Ra y el majestuoso fluir del río sagrado. Y hoy vengo a hablar de la que sin duda es la mejor de ellas. Una historia que nos narra uno de los amores más trágicos y apasionados de la historia, con un imperio en decadencia como telón de fondo. Damas y caballeros con sumo gusto os presento: No digas que fue un sueño de Terenci Moix.

Nuestra historia empieza con un barca enlutada que recorre con lúgubre lentitud el Nilo. En ella una mujer llora, rodeada del negro más absoluto, un gran dolor. Un dolor inimaginable, inconsolable, inabarcable. ¿Y quién está mujer que llora? La mismísima Cleopatra VII, la última reina de Egipto. ¿Y cuál es la causa de su dolor? Marco Antonio, el hombre por el que late y suspira su corazón herido se ha casado en Roma, con Octavia, la hermana de su más mortal enemigo, el heredero de César, Octavio. 

Con esta imagen tan poderosa, Terenci Moix nos regala uno de los estudios más certeros sobre el amor en todas sus fases. Pues de eso trata la novela, de cómo, al igual que el poderoso río sagrado, todo fluye alrededor del mas sublime de los sentimientos, y al igual que este, su gran capacidad transformadora es imparable.

El amor entre Antonio y Cleopatra empieza con el dolor del despecho, la agonía de un corazón roto, el sufrimiento de una mujer abandonada, al amargor de unas lágrimas que queman el rostro. Cleopatra llora el abandono de su romano con una ira de diosa vengativa. Pero, como la gran mujer que fue, pronto Cleopatra se alza sobre ese dolor como la Reina y Diosa que es, con todo su esplendor y poder proyectados en una persona: el amado hijo que tuvo con el gran Julio César, Ptolomeo Filópator, conocido por todos como Cesarión, el pequeño César. Y para ello le hará entrega de un personaje clave de la novela, el sacerdote de Isis Totmés, quién hará de consejero y tutor del joven príncipe y le enseñará todas las maravillas de su milenaria cultura egipcia y el esplendor de su antiguo imperio.

Una de las grandes virtudes que tiene la novela es la capacidad que tiene el autor para transportarnos a aquellos lugares donde trascurre la acción. Vemos los elegantes y señoriales edificios de Atenas, durante la soledad de la noble Octavio; los helados parajes de Partia y Armenia donde los ejércitos de Antonio perecen de forma inmisericorde ante el horrible invierno. Pero sobre todos destaca la exótica como decante Alejandría. La gran ciudad de Alejandro, símbolo del poderío de los Ptolomeos, la última dinastía reinante en Egipto, se nos muestra orgullosa a pesar de su lento declive. Hija de la mezcolanza de las culturas griegas y egipcias, la urbe que alberga la inmensa biblioteca y el Faro una de las grandes maravillas de la antigüedad, vive y respira al son del corazón voluble de su reina. Los grandes salones de los palacios de Cleopatra dejan boquiabiertos ante tal esplendor de poder faraónico.

La trama de la novela pivota entre los tres personajes principales. En un lado tenemos a Marco Antonio, el antaño orgulloso general romano, noble amigo del difunto César, digno mortal protegido por los divinos Hércules y Dionisos, ahora es un borracho y un putero, que ahoga las penas en burdeles de mala muerte. Marco Antonio es un niño dentro del cuerpo de un hombre corpulento y de tupida barba negra, que se deja llevar por sus más bajas pasiones. Solo su amada reina podrá templar los fuegos de tan bravo amante. 

Al otro lado está Octavio. El heredero de César es un hombre recto. El futuro emperador representa todas las virtudes del buen romano: incorruptible, cabal y decente, todo lo contrario a Antonio que se acuesta con una ramera egipcia. Pero lo que oculta esa fachada de rectitud es un hombre ambicioso, calculador, un frío asesino que eliminará cualquier obstáculo que frene sus desmedidas ambiciones.

Y encima de esta pirámide se coloca Cleopatra. Moix nos regala una reina egipcia tan compleja como fascinante. Una mujer que tanto se deja llevar por su despacho, como se vuelve una amante insaciable, como una reina inteligente y conspiradora. La evolución es constante en la última faraona, la vemos ser una madre abnegada, una amante salvaje, una plañidera, faraona, guerrera, prostituta, sacerdotisa. Una mujer tan inteligente que hablaba griego y el antiguo idioma egipcio. Moix aleja la imagen de mujer sexual, que también, pero mostrándola mucho más poliédrica, más real, más humana.

Otros personajes interesantes serían Sosígenes, el leal consejero de Cleopatra, Iris y Carmiana las encantadoras servidoras de la reina; Ramose, el arpista ciego; Octavia la sufrida mujer de Antonio; Adonis y Fedro los divertidos sirvientes de Octavia; Cesarión el joven príncipe hijo de Roma y de Egipto. Pero sobre ellos sobresale el ficticio Totmés, el sacerdote de la gran diosa Isis. Este hombre sin pasado, estricto cumplidor del celibato, fue creado desde la cuna para albergar toda la esencia de Egipto y así trasmitir la legendaria tradición al joven Cesarión. Un personaje trágico como encantador.

No digas que fue un sueño convirtió a Terenci Moix en el autor más leído en España. Tras ganar el Planeta en 1986 la novela fue un auténtico exitazo. Una historia que destila pasión, exotismo y amor. La magia del Nilo se desliza entre frases tan bellas como poéticas. Unos diálogos que desgarran el corazón por su teatral vivacidad. La gran historia de amor que inspiró al inmortal Bardo, nunca fue mejor contada que por nuestro querido y añorado Terenci. Dejaos arrastrar por el torrente de amor entre el general romano y la gran reina egipcia porque no os dejará indiferentes.


Terenci Moix (1942-2003)

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