La sombra y otros cuentos, Hans Christian Andersen
Entonces sintió mucha vergüenza y hundió la cabeza bajo las alas, no sabía por qué; era feliz en demasía, pero no sentía ni pizca de orgullo, porque un buen corazón nunca se vuelve orgullo; pensó de qué manera había sido perseguido y escarnecido y ahora oía a todos decir que era la más espléndida de las aves más hermosas. Y las lilas se inclinaban con sus ramas hasta tocar el agua, y el sol brillaba cálida y gratamente. Entonces ahuecó sus plumas, irguió su esbelto cuello y exultó de gozo en su corazón. —No soñé una felicidad semejante cuando era un patito feo. "El patito feo". Y restregó precipitadamente el resto de fósforos que habían en el manojo —de tal forma no quería perder a la abuela — y los fósforos lucieron tanto que había más luz que en pleno día. La abuela no había sido nunca tan hermosa ni tan alta, levantó a la muchachita en sus brazos y volaron en resplandor y gozo, más y más alto, a donde no había frío, ni hambre ni miedo; estaban con Dios. " La niña