Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez
"El día que lo iban a matar, Santiago Nasar, se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo". Tranquilos, no acabo de cometer el mayor crimen contra la humanidad del siglo XXI, esto no es un spoiler, si no que estamos ante una de las frases más archiconocidas de la historia literaria, un principio potente, inmisericorde, directo a las tripas. Una frase que hace que la novela solo vaya hacia arriba, mantenido en alto el ritmo narrativo. Y sólo un autor podía haber concebido tal obra maestra o más bien pequeña obra maestra, dada su corta extensión. Y ese autor es Gabriel García Márquez y la novela: Crónica de una muerte anunciada.
La historia es aparentemente sencilla; en un pueblo sin nombre del Caribe, se celebra un acontecimiento, un obispo se marcha en un buque con toda la pompa del pueblo que lo despide. Pero lo que parece un ambiente de fiesta, no es más que una falsa sensación. Se respira un aire de muerte, pues los hermanos Vicario han prometido matar a Santiago Nasar por la deshonra hacia su hermana, devuelta a la casa familiar por el marido, Bayardo San Román, tras la fallida noche de bodas.
Temas tan arcaicos como la deshonra vengada, la violencia como instrumento ancestral y el machismo, caminan de la mano en aquel pueblo, dejado de la mano de Dios. Un pueblo perdido, dónde el tiempo parece haberse detenido y que roza lo mítico. Tan usual en la literatura del premio Nobel colombiano, cartógrafo y cronista de ese pueblo mágico y eterno que es Macondo. El cual podría ser hermano este pueblo sin nombre. Incluso hay una pequeña referencia al coronel Buendía.
Pero a pesar del carácter casi mitológico del pueblo, no es un pueblo muerto o fantasma. Esta vivo. Hombres y mujeres que son a la misma vez, testigos y partícipes de la tragedia. Uno habitantes que son conocedores de la víctima y de los verdugos, pero que no son capaces de hacer nada para que ocurra. Algunos lo intentan, pero en vano y otros no hacen nada, ya sea por el miedo o por la desidia.
García Márquez hace uso de sus dos facultades de escritor: la de novelista y la de periodista. Pues antes que lo primero fue lo segundo. Muchos grandes autores han ejercido el noble (y muchas veces partidista) ejercicio de periodismo. Y aquí García Márquez nos relata la historia con elementos de crónica, con todo el rigor posible, dando una falsa apariencia de realidad. La narración viaja adelante y hacia atrás, mostrando, con precisión forense, el crimen, los antecedentes, los condicionantes, los protagonistas, testimonios y las consecuencias.
Pero a pesar de la falsa apariencia de crónica periodística, y que en ocasiones el autor intenta encorsetar su lenguaje, le es imposible, pues surgen frases maravillosa, de una prosa bella y clara. "El buque se fue con las luces encendidas y dejando un reguero de valses de pianola, y por un instante quedamos a la deriva sobre un abismo de incertidumbre, hasta que volvimos a reconocernos unos a otros y nos hundimos en el manglar de la parranda". Un bello ejemplo.
Volviendo a la potente frase inicial, García Márquez dijo en una entrevista que muchas novelas de crímenes, la gente tendía a ir al final del libro para comprobar sí se había consumado el crimen. Y por eso el había actuado al contrario, haciéndolo al principio y el lector debía leer el libro para enterarse de todo. Un genio. También es un homenaje a la obra cumbre de Kafka, con su principio inquietante.
Gabriel García Márquez ya me había hipnotizado con su inmortal Cien años de soledad, y con esta segunda obrita me ha terminado de cautivar. La obra de Gabo es un placer y una lectura más que gratificante.
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