El retorno del Rey, J. R. R. Tolkien

"—Sí—dijo Gandalf—porque es mejor que sean tres los que regresen, y no uno solo. Bien, aquí, queridos amigos, a la orilla del Mar, termina por fin nuestra comunidad en la Tierra Media. ¡Id en paz! No os diré: no lloréis; porque no todas las lágrimas son malas.
Frodo besó entonces a Merry y a Pippin, y por último a Sam, y subió a bordo; y la nave se deslizó lentamente a lo largo del estuario gris; y la luz del frasco de Galadriel que Frodo llevaba en alto centelleó y se apagó. Y la nave se internó en la Alta Mar rumbo al Oeste, hasta que por fin en una noche de lluvia Frodo sintió en el aire una fragancia y oyó cantos que llegaban sobre las aguas; y le pareció que, como en el sueño que había tenido en la casa de Tom Bombadil, la cortina de lluvia gris se transformaba en plata y cristal, y que el velo se abría y ante él aparecían unas playas blancas, y más allá un país lejano y verde a la luz de un rápido amanecer". El retorno del rey.



Para Adrián, hijo de Aldrathan, de frente amplia. Venido de la Isla, saciador de apetitos y señor de los felinos. Tu fiel amigo y eterno hermano.




Y llegó el final. Tras muchos acontecimientos la Guerra del Anillo toca a su fin. Los seres libres de la Tierra Media han conseguido, gracias a una alianza digna de los tiempos antiguos, acabar con la amenaza del Señor Oscuro. Han destruido el último de los poderes malignos que buscan menoscabar la libertad y engrandecer su voraz ambición. Sauron ha sido derrotado. Pero ha sido derrotado de la manera que él menos esperaba y con el contrincante que jamás imaginó. Las criaturas más inesperadas fueron piezas clave para que la guerra se decantará del lado de la balanza de los pueblos libres. Y un ser fue capaz de dar la estocada final y reducir al polvo del olvido al Señor Oscuro. Damas y caballeros, sin más dilación, esto es El retorno del rey, parte final de El señor de los anillos. Aviso de posibles spoilers, se recomienda discreción en la lectura, gracias.

Gandalf ha partido hacia Minas Tirith, capital de Gondor, para encontrar la ayuda del Senescal de Gondor, gobernante del reino hasta la vuelta del heredero de Isildur, en compañía de Pippin. Denethor, padre de Boromir, con un talante oscuro dada la noticia de la muerte de su primogénito, les recibe en la Torre Blanca  Es tal la conmoción, que el Senescal se sume en una locura y desprecia a su otro hijo, Faramir. Gandalf, decide encabezar las huestes de Gondor, con ayuda de otros capitanes y mantienen el asedio de la ciudadela por parte de los ejércitos de Sauron.

Por otro lado, Theoden, rey de Rohan, cabalga junto a sus rohirrim para ir en ayuda de Gondor y empezar la guerra. En los Campos del Pelennor se dará una de las más cruentas y decisivas batallas de toda la guerra. Allí caerá el rey jinete, a manos del Rey Brujo, señor de los Nazgûl, los espectros del Anillo. Este ser horrible no puede ser derrotado por ningún hombre mortal, pero el destino tiene otros planes. De forma sorpresiva, Eowyn, sobrina del rey de Rohan, consigue derrotar al Rey Brujo, dejando a Sauron sin la ayuda de uno de sus más fieros guerreros. Aragorn, llega en compañía de un ejercito de muertos, validando aún más su calidad de legítimo rey de Gondor. Tras esta batalla, los ejércitos de los pueblos libres, encabezados por Gandalf, Aragorn, Legolas, Gimli, Eomer y los demás capitanes, desafían al poder oscuro en las mismas puertas de Mordor. Solo una criatura tiene en sus manos el destino de la guerra.

 
Minas Tirith, capital de Gondor


Sam, tras creer que su amo había muerto a manos de la horrenda y gigantesca araña Ella-laraña, descubre que solo esta dormido y ha caído en manos de los orcos de Mordor. Con un arranque de valor, emprende la misión de rescate de su señor. Tras una serie de aventuras da con él y lo rescata y así los dos llegaran al lugar que tanto tiempo han anhelado, los fuegos del Monte del Destino. Cansados, fatigados, magullados, sin apenas aliento, intentan llegar al final del camino. Frodo a penas puede soportar el peso del anillo, tal es la influencia maligna que ejerce contra él que solo puede pensar en ponérselo y convertirse en el amo de todo. Al fin después de un camino tortuoso, llegan a los ominosos y candentes fuegos. Solo un paso más y todo termina, pero algo malo pasa. Frodo ha sucumbido, no tira el anillo y Sam queda aturdido por un golpe traicionero de Gollum. Las dos criaturas poseídas por el anillo se enzarzan en una lucha por retenerlo. Tras arrancarle el dedo a Frodo de un bocado, Gollum se alza triunfante, pero un traspiés le hace caer a la lava y se sumerge fatalmente en los fuegos, con su preciado tesoro juntos para siempre

Sauron, siente un puñal atravesando su negro corazón. El anillo ha sido destruido. Su última oportunidad se deshace en los mismos fuegos donde fue forjado. El Ojo se cierra y se pierde para siempre, entre la niebla del tiempo. La Tierra Media ha sido salvada. La guerra ha terminado.

Y todos los involucrados pueden descansar en paz. Aragorn es coronado rey de Gondor y se casa con su amada Arwen. Legolas y Gimli pueden emprender el viaje prometido recorriendo las cuevas y cavernas juntos. Y los hobbits regresan a La Comarca. Pero no todos vuelven igual a su hogar. Frodo ya no es el mismo. Todo el viaje, los sucesos experimentados y la influencia del anillo han mermado su personalidad. Tiene heridas en el alma que jamás serán curadas del todo. Por eso decide que tiene que hacer un último viaje. En una de las escenas más emotivas y tristes de la historia, Frodo decide marchar hacia las Tierras Imperecederas, pues ya nada le retiene en le Tierra Media. En los Puertos Grises, Sam, Pippin y Merry se despiden de su amigo, con lágrimas en los ojos. Frodo, marcha junto a Gandalf, su tío Bilbo, la Dama Galadriel y Elrond, al fin encontrará la paz que tanto anhela. Justa recompensa para el Portador del Anillo. Sam, triste pero reconfortado, vuelve a su hogar junto a su esposa y sus hijos.

 
La despedida del último viaje


Así termina la historia. Y no puedo evitar sentir un amargo sentimiento de tristeza. Ha sido, sin dudas una de las mejores experiencias literarias de mi vida. Leer la trilogía de El señor de los anillos a sido fascinante. Yo ya tenía una experiencia dentro del mundo imaginado por Tolkien, y es a través de las magnificas y extraordinarias películas de Peter Jackson. Yo creo que todos, alguna vez, hemos visto alguna escena de una de las tres películas. Ya son parte de la cultura popular los personajes llevados a la vida por parte del cineasta neozelandés, quien traslado a su tierra natal la Tierra Media. Esos hermosos paisajes, de altas cumbres, verdes pastos y parajes fantásticos eran un calco real de lo escrito por Tolkien. Y todo mi amor por la obra de Tolkien viene dada por uno de mis mejores amigos, él cual es un fan acérrimo de todo relacionado con El señor de los anillos. Los mejores regalos que yo le he hecho han sido varias ediciones de los libros que forman el Legendarium. Una edición preciosa de Beren y Luthien, se la regalé en uno de sus cumpleaños. Esta reseña va para ti. 

Ahora, antes de la reflexión final, me gustaría hablar de las adaptaciones al cine de los libros, y porque me parecen que son un ejemplo perfecto de "adaptación fiel". Lo primero que hay que mencionar es que Jackson es un fan respetuoso y conocedor de la obra y también es un cineasta con mayúsculas y sabe entender la diferencia del "lenguaje narrativo" y el "cinematográfico". Sabe que lo que esta bien para el libro, no tiene porque estar bien para la pantalla. El ritmo de uno no es aplicable al otro. Por eso, en mi caso, yo iba con las imágenes de las cintas en la cabeza pero el libro se mueve con otro tempo. Tolkien, en ocasiones es más un historiador de la Guerra del Anillo, que un novelista. El narra los acontecimientos salpicando con acotaciones de sucesos que son ajenos a la obra, para darle un sentido de una narración histórica, por así decirlo. Pero las películas cogen lo más relevante, aquello que pueda resultar más atractivo para la cinta. Ejemplos son los capítulos correspondientes a Tom Bombadil. En la novela es más que justificable que se narren, pues enriquecen la historia, con uno de los personajes más misteriosos, extraños y fascinantes. Pero en la película hubiera relentizado la historia. Lo que si lo hace maravilloso es que lo que si se traslada a la pantalla es sumamente fiel. Las escenas de batalla son tal cual ocurren en los libros. La misma epicidad se pueden sentir a la hora de leerlo o visionarlo. 

Y ya para terminar, la trilogía El señor de los anillos es una experiencia en si misma. Un ejemplo con mayúsculas y entre exclamaciones, de lo que es una novela épica. Un verdadero viaje del héroe, donde acompañamos un grupo unido por la hermandad, la amistad y el valor, que luchan por una causa común: la paz de su amada tierra. El señor Tolkien es uno de los autores claves de, no solo de la literatura fantástica, si no de la universal. Que un solo hombre haya sido capaz de crear por sí solo una mitología propia, un mundo tangible y unas historias fantásticas, es sumamente admirable. Como aquel filólogo, que tuvo que ver como su juventud se vio perturbada por el fantasma de la guerra, pasando frió y miedo agazapado en la trincheras, luchando codo a codo con jóvenes de su quinta, viendo morir a amigos queridos, fue capaz de imaginar tales maravillas, es impresionante. Fue allí, entre tiros y explosiones donde surgieron las cargas de los Rohirrim, el concilio de Elrond y la gran marcha de los Ents. Y también hay que mencionar a su hijo Cristopher, a quién hay que agradecer que pusiera orden a los papeles de su padre, dando coherencia a su obra, para que todos los millones de fans del mundo pudieramos disfrutar de la obra de su padre. Sin la labor de su hijo, no hubiéramos podido disfrutar de toda la obra de Tolkien. Estas tres reseñas las he escrito con una gran alegría, he disfrutado como nunca en la lectura de ellas. Y no puedo evitar sentir un poso de melancolía al termino de la lectura. Solo los grandes libros, que nos ofrecen horas de felicidad, son capaces de hacernos sentir así. Larga vida a la Tierra Media y al señor Tolkien. 

John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973)

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