Ensayo sobre la lucidez, José Saramago

"Pasaba de la medianoche cuando el escrutinio terminó. Los votos válidos no llegaban al veinticinco por ciento, distribuidos entre el partido de la derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por cierto, y partido de la izquierda, dos y medio por ciento. Poquísimos los votos nulos, poquísimos las abstenciones. Todos los otros, más del setenta por ciento de la totalidad, estaban en blanco" Ensayo sobre la lucidez.

José Saramago es uno de mis escritores favoritos. Me quedé completamente fascinado, maravillado y boquiabierto cuando leí mi primera lectura de su obra. Su forma única de narrar, con esos largos párrafos, sin apenas puntos y aparte, que pueden resultar confusos pero en cuanto te acostumbras se leen con facilidad. Y sus historias, Saramago es un gran fabulador, es capaz de contar historias que pueden parecer estrafalarias o surrealistas, pero son de una imaginación maravillosa. Saramago nos las cuenta con tanta verdad, tanta pasión que eres capaz de creerte que en un país sin nombre se desata una plaga de ceguera, una versión traviesa y provocadora de la vida del fundador de la cristiandad, que la península ibérica se desprende del continente y vaga a la deriva o que en otro país igualmente anónimo la muerte se toma un descanso. Son fábulas que muestran la corrupción y la degradación del ser humano, con sus defectos y con sus virtudes, cómo es capaz de levantar las empresas más nobles y perpetrar los actos más execrables. Tres temas confluyen en su obra: fábulas siniestras de la sociedad contemporánea, su Portugal natal vista desde su óptica y su interpretación sobre el cristianismo desde un ateísmo cruel y nihilista. 

Hoy vamos a hablar de una de sus novelas más ácidas y pesimistas, que mira con lupa uno de los conceptos sobre los que se cimienta nuestra sociedad, destapando lo que no se ve,  mostrando a aquello que se dice como protector y no es más que un inquisidor. Un relato descarnado y desolador que muestra que no toda democracia es signo de poder del pueblo. Señoras y señores esto es: Ensayo sobre la lucidez.

 Una ciudad sin nombre, de un país sin nombre celebra elecciones municipales. Cae una lluvia de justicia, cosa que intranquila a los miembros de una mesa electoral. Pero, aunque nieva o truene, la democracia no se detiene y la gente introduce sus votos en las urnas. Los partidos, aquí simplificados como el de la derecha (pdd), de la izquierda (pdi) y del medio (pdm) aguardan los resultados. El escrutinio concluye con un resultado insospechado. Un tanto por ciento de la población ha votado en blanco. A partir de aquí el Gobierno, presa de un terror ante esta situación, y llevado por la paranoia tomará una serie de decisiones cuanto menos reprobables.

Esto es a grosso modo el argumento de la obra, pero, claro esta, es mucho más compleja y no me gustaría arruinar la lectura. Pero es tan enorme la crítica que se hace aquí a esa entelequia que es la democracia. Y no digo que esta no sea real o falsa, pero si que es algo imperfecto y manoseado. El poder no recae en el pueblo, hace tiempo que dejo de hacerlo, esta repartido en una elite, tanto política como empresaria. Gana una formación, y durante lo que dure su legislatura gobernará para los suyos, olvidándose de los otros, estos se lo devuelven quitandolos del poder en la siguientes elecciones y ponen a los suyos, y estos, oh sorpresa, gobiernan para ellos olvidando a los otros. Y así, la rueda sige girando, girando en un falso poder del pueblo. ¿Por qué cuando un político promete en campaña las cosas que hará y al llegar poder no cumple, no se le puede reprobar y echarlo de su puesto? 

Bueno, dejemos el descontento con la política que aquí no es lugar para hablar. Aquí se habla de literatura y es Saramago quién merece entera atención.

El Gobierno de este país, lo escribo con mayúsculas para acentuar su carácter de personaje, es de lo más logrado. Formado por el jefe del estado, el primer ministro y su gabinete ministerial, son una completa camarilla de seres abyectos, ambiciosos y traicioneros. Empezando por el presidente del gobierno, solemne jefe de estado, cuya personalidad pomposa y orgullosa lo hace el más ridículo de todos, pasando por el primer ministro, hombre acomplejado, pelota, envidioso y clicotímico. Y luego están los ministros, cuyas personalidades van acorde con sus cargos: el ministro del interior, cuya torpeza tendrá fatales consecuencias, el de defensa, un civil que jamás piso un cuartel y que toda solución acaba en sacar los tanques, el de cultura única voz de la razón y los demás no dejan de ser solo simples voces que solo hablan para salvar sus propios traseros. Saramago nos regala un grupo de hombres cuyo mayor miedo es ver peligrar el estatus y el puesto, que tanto les ha costado ganar a base de alabanzas aduladoras. Son de un deleite sublime que roza la carcajada los consejos de ministros, de lo mejor de la novela.

Pero a pesar de que Saramago hace una metáfora sobre lo endeble que es la democracia y sus fallos, no todo es negatividad y pesimismo, también hay lugar para la esperanza. Y esta recae en el pueblo. Quién es capaz de demostrar a los altos funcionarios del estado de lo que es capaz, aguantando con estoicismo los embates y sacando a relucir lo bueno, poco, que tenemos. Saramago hace un canto al poder del pueblo, cuya voz es más fuerte y poderosa que cualquier cosa, ya sea un estado o un gobierno. El acto del voto en blanco, es una llamada de atención, un, "¡eh!, estoy aquí, escuchame". Saramago puede ser en momentos pesimista, mostrando las cloacas del estado (que horrendo termino, por cierto), y sus acciones fuera de toda legitimidad democrática, pero es en el pueblo donde radica la esperanza, el tiene la llave que libera las cadenas. Ensayo sobre la lucidez es un canto al pueblo, una severa advertencia y una macabra metáfora. 

Me encantaría desgranar enteramente la obra pero es imposible no destripar el argumento si sigo ahondando en él. José Saramago, lo digo con la boca bien grande, es el mejor narrador de los últimos años. Una mente brillante, lucida y crítica, que tejió unas historias fabulosas sobre lo que nos hace humanos. Creador de un estilo singular, unos párrafos que se levantan como gruesos bloques de hormigón, que pesan como losas, personajes sin nombre, pero llenos de aristas, complejos y vivos. La muerte, después del descanso, vino a llevárselo en el 2010, pero lo que no sabía era que, al igual que Cervantes, Dante o Shakespeare, José Saramago no moriría, ya había alcanzado la inmortalidad. Acercaos a su obra, es una experiencia inolvidable y maravillosa. 


José Saramago (1922-2010)

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