Guardianas Nazis, Mónica G. Álvarez

"Pero, ¿cómo es posible que alguien corriente se convierta en un criminal de guerra? La respuesta más recurrente y la que, por desgracia, he intentado reflejar a través de este libro, es que todas y cada una de las personas que participaron en la maquinaria bélica del horror nazi, ya tenían esa semilla asesina en su interior. Esa maldad era innata, oculta en algún rincón de su conducta, pero tan palpable que tan solo fue necesario trabajar en un campo de exterminio, entre cadáveres y llanto, para despertar a las bestias más despiadadas que se han conocido jamás". Guardianas nazis.




Dentro del horror del nazismo, uno de los episodios más trágicos y dolorosos fueron sin duda los campos de concentración. Mientras Hitler y sus secuaces regaban los campos de Europa con la sangre de millones de hombres, llevaban a cabo una operación de exterminio orquestada desde las altas esferas, con Himmler y su siniestra SS como principales ejecutores. Valiéndose de la escusa de levantar campos de reclusión de prisioneros de guerra, fueron secuestrando a cuanto ciudadano judío caía en sus garras en los territorios ocupados. Millones de personas, hombres, mujeres, niños y ancianos, fueron llevados en trenes de la muerte hacia los campos, donde fueron torturados, humillados y asesinados en uno de los genocidios más horribles de la historia moderna.

De los campos se ha escrito mucho, pero de lo que poco se ha hablado es sobre uno personajes clave en aquellos trozos de infierno en la tierra. Unos seres que representaron un papel decisivo en aquella maquinaria de horror y muerte: las guardianas nazis. Estás mujeres ejercieron un rol de supervisoras en los campos de concentración, siendo algunas eposas de los oficiales de la SS, donde en la mayoría de casos desplegaron un despliegue de crueldad y sadismo mortal.

Pero ¿qué llevó y por qué acabaron estás mujeres siendo unos verdaderos monstruos que gozaban con la tortura y la humillación, incluso con la muerte? Pues a esta pregunta la responde la periodista Mónica G. Álvarez en un verdadero descenso al infierno apenas un esbozo de lo que describió Dante. Pues aunque los horrores de dantes son terribles, jamás podrán alcanzar a los que ha pergeñado la humanidad a lo largo de la historia sobre la faz de la tierra. Un libro atroz y necesario que narra las vidas y crímenes de una serie de mujeres que solo vinieron para hacer el mal al amparo de uno de los peores regímenes de la historia. Esto es: Guardianas nazis. El lado femenino del mal de Mónica G. Álvarez.

El libro abre con un prólogo escrito por el maravilloso y siempre certero psiquiatra y doctor José Cabrera donde nos prepara para enfrentarnos a estos verdaderos monstruos reales. Después autora divide a las guardianas en dos tipos. Primero están Las siete arcángeles del terror y después Las doce apóstoles del Reich. 

La Zorra de Buchenwald.

Yo nunca consideré la posibilidad de ser llevada a juicio, porque hice ninguna de las cosas que se han presentado en mi contra. 


La primera de estás criminales en aparecer en esta procesión del horror es una de las más brutales. No por ello se ganó los epítetos de "Zorra", "Perra" o "Bruja" del campo donde ejerció su maldad: Buchenwald. Nacida en Dresde en 1906 en una familia humilde, Ilse Koch estudió para secretaría y se afilió al partido nazi, ascendiendo y siendo del agrado de los miembros del partido y sobretodo del jefe de las SS Himmler. En su ascenso conoció al que con el tiempo sería su marido. Karl Otto Koch, un destacado oficial de las SS que mantuvo una relación extramatrimonial con ella hasta que se casaron. 

Los dos fueron destinados al campo de Buchenwald. Allí fue donde Ilse desató todo sus instintos crueles y sádicos. Los testimonios de los que sobrevivieron a ese infierno cuentan que Ilse se comportaba como si el campo fuera su cortijo particular. Se paseaba montada a caballo, en ocasiones desnuda, y si un pobre desgraciado osaba mirarla se ganaba una paliza de muerte. Ilse llevaba siempre una fusta con la cual golpeaba a los presos sin piedad y  disfrutaba de ver como los guardias pegaban palizas o mataban a los prisioneros. También se cuenta que en donde vivían el matrimonio o ella sola mantenían orgías sexuales salvajes. 

Pero sin duda lo que más causó impacto fueron las acusaciones de extirpar la piel a los prisioneros para forrar lámparas o libros. También se cuenta que gustaba de arrancar las pieles donde hubieran tatuajes o tener las cabezas reducidas de sus víctimas. Tras el final de la guerra fue juzgada por sus crímenes y fue condenada a cadena perpetua donde se suicidó ahorcándose en 1967.

Ilse Koch (1906-1967)


El Ángel de Auschwitz.

Los prisioneros tenían que formar de a cinco. Era mi deber que lo hicieran así. Entonces, venía el doctor Mengele y hacía la selección. 


La siguiente en la lista de demonios nazis femeninos, fue una mujer que por fuera tenía una apariencia bella pero por dentro tenía una bestia cruel y desalmada, capaz de cometer los crímenes más atroces. Irma Grese se unió muy pronto al partido nazi. Desde joven se sintió atraída por la ideología del partido de Hitler, y gracias a su belleza y su ambición empezó a ganar puesto en el partido. Pronto la nombraron guardián de las SS del terrible campo Auschwitz, donde su belleza exterior contrastó con una maldad desatada. Allí se paseaba con el inseparable látigo con el que castigaba a las prisioneras. 

Los horrores que contaron las prisioneras que sobrevivieron a sus maldades ponen los pelos de punta. Se habla de palizas, vejaciones, asesinatos sumarios. Uno de los testimonios más aterradores la cuenta una médico del campo que cuenta que a Grese le gustaba golpear en lo pechos a las presas y al infectarse la médico tenía que amputar sin anestesia, mientras Grese observaba excitada sexualmente. También contaban que se pesaba por el campo con sus perros hambrientos para amedrentar a las reclusas. 

Los crímenes del "Ángel de Auschwitz" llegaron a su fin cuando fue juzgada 1945. Durante el juicio, la prensa dio cuenta del atractivo de la guardiana, mostrando ese diabólico contraste entre crueldad y belleza. Irma Grese fue condenada a muerte y ejecutada en la horca en 1945.

Irma Grese (1923-1945)


La Bestia de Auschwitz.

Entiendo que usted sueñe con una patria, pero recuerde que no hay vida para los que no se rinden.


Si la anterior canalla hizo el mal en el infierno en la tierra que fue Auschwitz, la que viene ahora la superaba en maldad, crueldad y bestialidad. Maria Mandel nacida en Austria enseguida comenzó a escalar puestos en la jerarquía nazi y entró a trabajar en varios campos pero donde empezó a dar muestras de ser una auténtica hija de Satanás fue en el campo de Ravensbrück. Allí fue ascendida a supervisora del campo. Pronto demostró actitudes sádicas pues maltrataba con palizas, vejaciones y luego ejecuciones a los presos.

Por sus "méritos" fue traslada al campo de Auschwitz donde la nombraron jefa de campo de las SS. Lo primero que hizo fue construir una zona para las presas. Lo que levantó fue una especie de caballeriza donde hacinaban a las presas en condiciones infrahumanas. Las palizas eran el pan nuestro de cada día y era por cualquier motivo, por más insignificante que fuera. Ataviada con su uniforme de guardiana de las SS y unos impolutos guantes blancos, "la Bestia de Auschwitz", apodo que se ganó a pulso, si veía a una pareja de presas ir cogidas del brazo, paliza, si la miraba paliza, si no desfilan correctamente paliza. Así un día tras otro de horror hasta que las seleccionaba para las cámaras de gas. 

El horror iba en aumento tanto que los bebés de las presas eran asesinados de las maneras más horribles, como ahogándolos en cubos, lanzándolos a los hornos o dejando que murieran devorados por las ratas. Para sorpresa se cuenta que tomo a un niño pequeño gitano bajo su protección y lo cuidaba con amor, hasta que tuvo que mandarlo a las cámaras de gas. Ese fue un único momento donde albergo algo de humanidad. Otra de sus filias era la música clásica. En el campo reunió a un grupo de presas que tuvieran conocimientos de música y las obligaba a tocar durante horas interminables. 

Viendo venir a los aliados derrotar al régimen nazi, la asesina huyó del campo pero fue capturada y llevada a Polonia donde fue juzgada y ejecutada en la horca en 1948. Una superviviente polaca cuenta que coincidió con "la Bestia" en la prisión pues estaba detenida por actividades anticomunistas, y la guardiana nazi tuvo, al igual que con el niño gitano, un gesto de humanidad y arrodillándose ante ella y entre lágrimas le pidió perdón. La superviviente abandonando todo rencor la perdonó. 

Maria Mandel (1912-1948)


La Sádica de Stutthof.

Qué quiere decir, ¿que cometí un error? No... no estoy segura de lo que debería responder. ¿Cometí un error? No. El error fue el campo de concentración, pero yo tenía que hacerlo, de otra forma yo habría sido puesto ahí. Ese sí fue mi error. 


Siguiendo este recorrido por las más terribles guardianas nazis, le toca el turno a una que hizo la vida imposible a los pobres que caían en sus manos, llegando hasta matarlos, pero que pagó, para sorpresa indignante, muy poco por sus crímenes. 

Poco se sabe de la infancia y la juventud de Hertha Bothe, solo que siendo joven ayudó a su padre en la tienda familiar de madera y que pronto se unió a la Liga de Muchachas Alemanas, organización femenina hermandad con las Juventudes Hitlerianas. En 1942 entró como guardiana del campo de Ravensbrück donde tomo formación y de este fue trasladada al de Stutthof. Allí se ganó el apodo de la "Sádica de Stutthof". Los testimonios que dieron en su juicio la presentaban como una guardiana fuera y cruel, que golpeaba con un palo de madera a las reclusas que robaban. También cuentan que mató a una joven rumana llamada Eva de una paliza y que disparaba de manera indiscriminada a las reclusas. 

Cuando el campo de Bergen-Belsen fue liberado por los ingleses, ella era guardiana allí. Los aliados la obligaron junto a los trabajadores del campo a enterrar los cadáveres de los cuentos de prisioneros que había muerto tras horas interminables de esclavitud y por las palizas de la Sádica. Durante el juicio negó todas las acusaciones y se mostró totalmente inocente y gracias a su abogado quedó como una simple soldado que cumplía órdenes del asesino régimen de Hitler sin posibilidad de negarse. Fue, de manera inexplicable, condenada a solo diez años de los cuales solo cumplió cinco. La guardiana sádica salió y se volvió anónima hasta que un documentalista la entrevistó y vio que no se arrepentía de nada, siguiendo pensado igual que cuando apalizaba y asesinaba vilmente. 

Hertha Bothe (1921-2000)


La Binz.

Creo que prefieren eso a ser privadas de su comida, o algo más. Respuesta dada a una pregunta sobre los maltratos a las prisioneras durante el juicio.


Cuando pensamos en los siniestros lugares de muerte que fueron los campos de concentración nazis el más infames y conocido es el de Auschwitz. Pero los otros no se quedaban atrás en siendo auténticos trozos del infierno en la tierra. Uno de ellos fue el monstruoso campo de Ravensbrück. Allí la que fue la dueña y señora de las vidas de las prisioneras, infundiendo terror y muerte fue Dorothea Binz. 

Quién fuera la supervisora jefa del "Puente de los cuervos", siniestra traducción del nombre alemán, poco se sabe de su infancia y juventud, pero enseguida se sintió atraída por la ideología nazi y entró para fórmese en las SS. Tras su entrenamiento empezó a trabajar en el campo escalando puestos desde cocinera y guardiana. Tal fue su compromiso con su trabajo y empezando a dar muestras de un incipiente sadismo, que fue ascendida a supervisora jefe. Con ese puesto pasaron por sus manos algunas de las salvajes que hemos visto antes como Irma Grese a quien formó como guardiana y Maria Mandel que fueron estrechas colaboradoras. 

En su labor como jefa del campo los maltratos, torturas y asesinatos se sucedían cada día. Verla pasear frente a las prisioneras, famélicas y golpeadas, infundía terror con su andar lento, acompañada por un feroz perro, el cual no dudaba en lanzar contra ellas para que las destrozaran entre sus fauces. La tortura predilecta de "La Binz" como la llamaban, era la flagelación. Disfrutaba dando latigazos a las presas, sobretodo las mandaban al bunker, en lugar donde les aplicaba el terrible castigo, mandando dar 25, 50 azotes y obligándolas a contarlos en voz alta. No todas podían llevar la cuenta por el dolor o se desmayaban.

Cuando los rusos liberaron el campo la salvaje guardiana había huido, pero fue atrapada en Hamburgo. Fue jugada y condenada a la horca en 1947.

Dorothea Binz (1920-1947)


La Yegua de Majdanek.

Después de 15 o 16 años, ¿por qué molestan a la gente? Bastante me castigaron ya. Estuve en la cárcel durante tres años. Tres años, ¿te lo puedes imaginar? ¿Y de nuevo vienen a por mí?


Hermine Braunsteiner tuvo el dudoso honor de casi escapar de pagar por sus crímenes. Tras pasar apenas tres años en la cárcel, creyó que podría dejar atrás su horrible pasado y tener una vida apacible, pero la justicia, aunque lenta, siempre llega. Pero no nos adelantemos.

Nacida en la capital austríaca, Viena, hija de un matrimonio católico que nunca tuvo relaciones con el nazismo. Tras salir de su país y vivir en Inglaterra trabajando mal, al enterarse de la anexión de Austria a la Alemania Nazi decidió volver y probar suerte con el partido de Hitler, ante la posibilidad de ganar más dinero uniéndose a las SS. Tras su formación se entró a trabajar en una fabrica de aviones. De allí dio el salto al campo de Ravensbrück donde entró como auxiliar de las guardianas. Como las demás monstruosas de este viaje al infierno nazi, demostró buenas aptitudes para el sadismo y la maldad. Allí se las vio con otra hija de Satanás, Maria Mandel. Entre las dos se dio una enconada batalla por ver quién era más hija de puta a la hora de maltratar a los presos. La batalla duró poco porque las trasladaron a las dos. Braunsteiner fue mandada. Polonia, al campo de Majdanek, donde se ganó el sobrenombre de "la Yegua", por su afición por dar tremendas coces a los presos, algunos hasta matarlos. 

Como decía arriba tras la caída del régimen nazi intento escapar pero fue capturada y en un juicio increíble solo fue condenada a solo tres años. Una vez salida de prisión huyó a los Estudios Unidos donde conoció a su marido y cambiando su apellido, intentó vivir una vida normal. Pero gracias a la labor de Simon Wiesenthal, el famoso cazanazis, pudo dar con ella y conseguir que perdería la ciudadanía y ser extraditada a Alemana, donde fue juzgada por sus crímenes y condenada a cadena perpetua. 

Hermine Braunsteiner (1919-1999)


La mujer de los perros.

Cuando no obedecían las órdenes o lo que les había dicho que hicieran, les golpeaba en la cara o les daba un bofetón en sus orejas, pero nunca de una forma que les saltasen los dientes. 


La última de los siete arcángeles del terror es sin duda una de las más sádicas, crueles he inhumanas de las malvadas guardianas nazis vistas anteriormente. Juana Bormann se ganó a pulso, gracias a su maldad, ser una de las peores criminales nazis, pues conseguía con su sola presencia, acompañada de su terrible perro, causar terror por donde pasaba.

De su biografía apenas se sabe nada, solo que parece que mintió sobre su edad, cosa que su aspecto enjuto y avejentado demostraba con claridad. Durante su juicio contó que se unió a las SS por simple hecho de ganar más dinero. Allí de pronto fue pasando por los principales campos de exterminio, donde se puso a las órdenes de bestias femeninas como Irma Grese o Maria Mandel. 

Los testimonios cuenta de forma cruda y desgarradora como se paseaba por los campos amedrentando a las reclusas con soltarles a su perro del cual no se separaba. Muchas supervivientes narran como vieron a prisioneras ser atacadas por el perro o golpeadas sin piedad por la Wiesel comadreja como la llamaban por su aspecto raquítico de alimaña humana.

Al igual que sus compañeras nazis fue jugada y aunque intentó quitarse responsabilidad en los crímenes que perpetró, no le sirvió de nada y acabó colgado de una soga.


Juana Bormann (1893-1945)


Las siguientes son denominadas como las doce apóstoles del Reich y cuyas biografías, aunque menos relevantes, si igual de crueles y sádicas que las siete arcángeles, no merece la pena hablar de ellas pues es redundar en escenas de brutalidad, castigos y salvajismo. Algunas de ellas pagaron por ello y otras se salvaron.

Guardianas nazis es un paseo por el horror más crudo ejercido por humanos a otros humanos. Aunque bueno denominar a las guardianas como humanas es un insulto a nuestra especie. En aquellos campos de muerte se suspendió todo atisbo de humanidad, dando paso a un monstruosidad nunca vista, donde se desataron los más bajos instintos explotando en un vorágine de dolor y muerte. Las guardianas fueron el ejemplo palmario de la maldad más atroz, promovida por una ideología nefasta, racista y homicida, que incentivo el odio y el sadismo de esas mujeres, las cuales fueron instrumentos de muerte de Hitler y sus secuaces. 

Nunca sabremos si estás mujeres no hubieran llegado a convertirse en demonios femeninos si no se hubieran cruzado con el Partido Nazi y habrían tendido vidas normales. Lo que si sabemos es que al amparo de las esvástica dedicaron sus vidas a humillar, golpear, torturar y sí, asesinar a inocentes de la forma más diabólica e inhumana. Como bien dice la autora estás mujeres tenían en algún oscuro rincón de sus almas esa pequeña esencia del mal, dormida y Hitler y su maquinaria de odio y muerte la hizo despertar, convirtiéndolas en sus instrumentos de exterminio. 

Mónica G. Álvarez hace un trabajo de documentación extraordinario, narrando con absoluto rigor y crudo realismo los atroces crímenes que perpetraron estás diabólicas guardianas. Pero sin duda lo más relevante del libro no es la narración de sus maldades sino que, en un acto de justicia, la autora les da voz a las innumerables víctimas que sobrevivieron al horror nazi, contando sus desgarradores testimonios de haber vivido el infierno en la tierra. 

Un libro necesario para conocer uno de los episodios más terribles del siglo XX, al que siempre se pone el foco el los líderes pero pocas veces se pone en los perpetradores de aquel horror, que aunque se escudaron en el cumplimiento de las órdenes, cuando esas órdenes conllevan tortura y muerte deberían haberlo rechazado desde el minuto uno, pero por desgracia para las víctimas, cumplieron con el rigor más extremo posible. Quedé aquí me homenaje a los miles de torturados y asesinos por el horror nazi a los que espero que hayan encontrado la paz que en vida se les arrebató de la forma más cruel posible. 



Mónica G. Álvarez (1979-)

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