Dune, Frank Herbert
Normalmente, cuando un libro tiene una adaptación al cine, si la historia me interesa bastante, suelen prevalecer mis ganas de leer antes el libro que ver la película. Pues la lectura de esta novela viene precedida por el visionado de una de las mejores películas de este año que se acaba. Denis Villeneuve consiguió maravillarme tanto con la espectacularidad de sus imágenes que no pude aguantar las ansias de más que compre el libro. Y, como siempre he dicho, hay que saber disfrutar de las adaptaciones sin tener que estar pensado constantemente en la obra original, el libro terminó de enamorarme de esta impresionante obra, tan colosal y épica, con una de las mitologías literarias más imaginativas, junto a las creadas por Tolkien, Ende o Martin.
La historia puede parecer en apariencia sencilla: el duque Leto de la Casa Atreides, se le otorga el control del planeta Arrakis, fuente de uno de los materiales más codiciados del universo, el malange. Allí se traslada con toda su corte junto con su hijo/heredero Paul Atreides y su concubina ducal Jessica. En la capital Arraken, conocerán a los Fremen, las tribus que viven en el profundo desierto, cuyas tradiciones y mitos atraerán al joven Paul. Una conspiración propiciada por el barón Vladimir Harkonnen, enemigo de los Atreides, traerá terribles consecuencias que causaran una gran trasformación en Paul. Como digo, puede dar la sensación de una sencillez, con una historia de traiciones y venganzas, pero no. Herbert teje una historia intrincada, salpicada de referencias místicas y políticas. La narrativa va creando una atmósfera de ensueño, donde varios planos de la realidad se van interconectado y los sueños premonitorios perfilan toda la superficie del relato.
La mezcla de temas que hace el autor, logra crear que el relato consiga una consistencia tal que roza lo épico. Herbert se desenvuelve con maestría entre el relato de aventuras, como por la mística mesiánica o las intrigas políticas. Porque esta novela no es una historia de ciencia ficción al uso, si no que usando los elementos claves de este género, como la vida en planetas desconocidos, el uso de naves espaciales y un sistema imperial galáctico, forman una historia colosal, apabullante. Aunque puede parecer un poco exagerada la afirmación, las terribles alas de la tragedia shakesperiana, vuelan lúgubremente por todo el relato.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue que Herbert se adelanta a la narración y nos muestra acontecimientos que van a pasar. Escenas que preludian hechos que si hubieran sido narrados quizá habrían ralentizado la acción. En otras ocasiones, Herbert desecha contar sucesos y situarnos justo después de que estas hayan sucedido, y es través de los personajes que recibimos la información de lo que ha pasado.
Los personajes, volviendo al símil del Bardo, son complejamente shakesperianos. Sus azarosas vidas son arrastradas, no solo por los fuertes vientos que azotan Arrakis, si no por las irrompibles cuerdas del destino a las que están atados. Sueños premonitorios, visiones que viajan por el espacio y el tiempo, realidades con convergen al mismo tiempo, brujas que juegan con las conciencias, lucha entre casas nobiliarias son las vicisitudes a las que se deben enfrentar. Esas luchas entre casas nobiliarias seguramente fueron fuente de inspiración para un gordinflón y genial autor de una serie de novelas sobre un trono de hierro y una madre de dragones.
El personaje central, Paul Atreides, es un ser fascinante. Arranca la novela con solo quince años, y a lo largo de ella iremos acompañándolo en su lenta y dolorosa evolución. Como tendrá que enfrentarse con decisión a los acontecimientos y como soporta estoico el peso de su sino. Su madre, la Dama Jessica, ejemplo de madre abnegada y entregada. Perteneciente a las Bene Gesserit una mezcla entre una orden monacal femenina y un aquelarre de brujas. Ella acompañará a su hijo en su odisea, dando apoyo moral a su hijo. El Barón Vladimir Harkonnen, principal antagonista es un portento de personaje. Intrigante, caprichoso, brutal. Una gran mole de grasa que deambula con la ayuda de unos suspensores gravitatorios.
La gran atracción de la novela son los Fremen. Esta tribu errante serán los que muevan la historia. Ellos eseñarán la importancia del agua, un bien escaso y muy apreciada y sobretodo la importancia que tienen para ellos los colosales Gusanos de arena. Criaturas que para los ojos de los extranjeros son terribles monstruos capaces de destrozar maquinas gigantes, pero para los Fremen son seres majestuosos y casi sagrados, temidos y respetados a partes iguales.
Antes de terminar me gustaría hablar del autor. Frank Herbert tiene una de las escrituras más preciosas que he leído. Un estilo bellamente poético, que le confiere un aire a los antiguos cronistas de épocas pasadas, que narraban las hazañas de los héroes y personajes locales con poemas y relatos épicos. Herbert es onírico, mesiánico y poético. Un rapsoda del siglo XX. Como ya hiciera Tolkien al final de su trilogía, Herbert nos ofrece una serie de apéndices donde narra la ecología, la religión de Arrakis y otros, dando más verosimilitud al relato y enriqueciendo su mitología.
Dune es un viaje electrizante. El inicio de uno de los grandes hitos de la ciencia ficción, pues este es solo el primer libro de un serie a la cual ya me ha ganado y seguiré adentrándome en las eternas dunas de salvaje arena. Puede que sus más de setecientas páginas os intimiden, pero os aseguro que la lectura se os hará amena y nos os defraudará. Una de mis mejores lecturas del año. ¡Salve Arrakis!
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