El viento en los sauces, Kenneth Grahame

"El brillo del sol le picaba en la piel y una brisa suave acariciaba su frente. Después del encierro en el sótano, después de todo un invierno bajo tierra, el canto de los alegres pájaros resonaban en sus oídos embotados como un grito. Saltando sobre sus cuatro patitas, sintiendo la alegría de vivir y la delicia de estar envuelto por la primavera y sin tener ya que limpiar, continuó su paseo hasta el seto que había en el extremo opuesto". El viento en los sauces.



Me encanta la literatura infantil, que aunque encapsulada por su denominación, es mucho más que "libros para niños". Son una experiencia que rompe la barrera de la edad. Para los infantes, son fuentes que inundan sus jóvenes imaginaciones y para los adultos son una vuelta a esa infancia lejana y perdida, y se pueden ver las lecturas más profundas que esconden. 

He disfrutado tomando el té con Alicia, vagando por la selva en compañía de Mowgli, he surcado los cielos al lado de Peter Pan y he buscado el tesoro junto a Jim Hawkins. Y uno de los autores que más me han fascinado es el gran perturbador del relato infantil Roald Dahl. Y esta lectura la tenía pendiente desde hacía muchísimo tiempo, pues fue uno de los primeros libros que empezé a atesorar y llenar mis estanterías cuando me contagié del dulce virus de la lectura. Así que fue verlo y decir, hay que leerlo. Y aquí está su reseña. Sin más, esto es: El viento en los sauces de Kenneth Grahame.

En un apacible agujero, un pequeño Topo, harto de la limpieza primaveral, inspirado por quién sabe qué, decide salir a la superficie. A partir de ese momento su vida cambiará para siempre. Descubrirá los encantos del campo, la magnificencia del río, el horror del bosque, y sobre todo la amistad.

Los protagonistas de éste canto de amor a la vida pastoral son animales antropomorfos. Estos se comportan como auténticos señores ingleses, visten ropajes humanos, viven en casas con mobiliario humano y comen comida humana. Y todos pertenecen a algún estrato social. El joven Topo, de naturaleza curiosa y amable es de la clase baja (valga el chiste), la aventurera y carismática Rata de agua y el viejo, huraño y ermitaño Tejón a la clase media, el alocado y voluble señor Sapo por su condición de terrateniente a la clase alta. Y por último las Comadrejas y los Armiños a la más baja estofa, pues son ladrones y desarrapados.

Toda la novela es un canto de amor al campo. El estilo poético envuelve la narración en una ensoñación bucólica. A través de la narración podemos sentir la quietud del bosque, el ardor del sol (¡con valor!), la brisa de viento, el fluir del agua en el río. Brillante es el capítulo donde dos de nuestros protagonistas buscan a una nutria pequeña perdida y son testigos de cómo el propio dios Pan, señor de los campos, cuida y vela por sus hijos. 

De todos los personajes, el que sobresale por su arrolladora y extravagante personalidad es sin duda el Señor Sapo. Este anfibio, dueño de una acomodada posición de terrateniente, vive en una lujosa mansión, envidia de los habitantes del bosque, tiene una cosa que le hace un quebradero de cabeza a sus amigos. Según se levante le da una manía por algo, rayando la obsesión. Al principio del libro lo es por las barcas, luego por los carros y al final será aquello que lo volverá completamente loco: los coches. Su pasión/obsesión le hará traspasar líneas que más de un disgusto le darán, a él y a sus pobres amigos.

El campo y el bosque son protagonistas indiscutibles del relato. El autor nos presenta un paisaje bucólico, un trocito del paraíso en la tierra. Los animales viven y aman sobretodo el río, majestuoso ejemplo del fluir de la vida. Y a su orilla los protagonistas celebran picnics entre amigos y duermen siestas al dulce arrullo de sus aguas. 

El viento en los sauces de Kenneth Grahame es un canto de amor a la vida, la naturaleza, la amistad, en definitiva las cosas sencillas que tiene la vida. Un bonito cuento donde los animales se visten con ropas, comen en mesas y gastan modales educados. Un clásico atemporal que se puede disfrutar a cualquier edad. Una historia entretenida y contemplativa a partes iguales, una lectura muy adecuada para estas fechas estivales. A modo de complemento, Disney hizo una adaptación libre de la historia muy divertida y yo pude ver la mansión del Señor Sapo en Disneyland París. Una delicia.


Kenneth Grahame (1859-1932)

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