El crimen de Cuenca, Salvador Maldonado
"Padres los que tengáis hijos,
Hijos que tengáis parientes,
Parientes que tengáis primos
Y primos que tengáis suegras,
Mirad que crimen más feo,
En la provincia de Cuenca..."
Con estás coplas de ciego comienza una de las historias más terribles, injustas y desgarradoras de la historia criminal española. Una historia que se volvió leyenda donde la España más negra y rural, esa vetusta tierra donde aún persistían los miedos ancestrales, los odios arraigados, los rumores hirientes, se mezclaron con una justicia caciquil, manejada por los poderosos y ejecutada con mano de hierro. Una historia que fue traslada al cine por una realizadora única, aumentando más la leyenda de el crimen que nunca ocurrió. Esto es: El crimen de Cuenca de Salvador Maldonado.
20 de agosto de 1910. José María Grimaldos López, "el Cepa", vecino de Tresjuncos en la provincia de Cuenca, desaparece de la faz de la tierra tras vender una ovejas. Los pocos que lo vieron antes de esfumarse dijeron que habia vendido las ovejas y dijo que iba a tomar los baños en la Celadilla, lugar donde la gente hacia baños de barro por sus propiedades medicinales. Pero sus familiares no creían que se hubiera marchado por su propia cuenta. Algo le había pasado. Sus padres y sus hermanos empezaron a acusar a dos vecinos del pueblo de al lado, Osa de la Vega, denunciándolos en el juzgado de Belmonte. Los desesperados familiares crían que al Cepa lo habían matado y robado Gregorio Varela Contreras, "Varela" y León Sánchez Gascón, "el Pastor", vecinos y amigos de Osa, porque ellos solían burlarse del pobre Cepa, por sus cortas entendederas. El juez interrogó a los acusados y no encontró pruebas que apuntarán a crimen alguno y archivo la causa. El Cepa tenía fama de marcharse sin mediar palabra y volver al tiempo. Ya aparecería.
Pero los familiares no se daban por vencidos. Entre los pueblos, Tresjuncos y Osa de la Vega empezaba a formarse un clima de tensión insoportable, unos acusaban de asesinos a otros. Las habladurías iban de boca en boca, formándose el relato de la cruenta muerte del pobre pastor a manos de dos desalmados. La voz del Cepa clamaba venganza entre las cañas. Don Francisco Antonio Ruiz el alcalde murió entre sueños febriles diciendo que al Cepa lo habían matado sus criados. En vista de la insistencia de los familiares, el nuevo juez Emilio Isasa Echenique decidió abrir de nuevo el caso y detuvo a Gregorio y a León.
Es a partir de ese momento donde comenzó un verdadero calvario para los dos hombres. El juez Isasa quería resolver el caso rápido y como fuera necesario. Viendo las reticencias de los detenidos de confesar y mantener su inocencia, instó a los guardias civiles que hicieran lo necesario. En las oscuras celdas del juzgado de Belmonte fueron sometidos a torturas inimaginables. Palizas continuas, apenas los alimentaban o les daban de beber, y cuando lo hacían les daban bacalao salado. Les arrancaron las uñas, cabellos y barba con tenazas. Y lo más demencial, los ataron de sus partes colgando de vigas.
Gregorio y León empezaron a acusarse mutuamente de haber matado al Cepa. las contradicciones se sucedían en cada interrogatorio ante el juez. Desesperados por los malos tratos, inventaban relatos sobre como dieron muerte al Cepa, para escapar del horror. En vano fue la búsqueda de los restos del Cepa en el cementerio. El sumario levantó acta de la defunción de José María Grimaldos López, cuyo cuerpo no ha sido identificado por no ser hallado, citaba textualmente. Los dos hombres, con la ayuda de sus abogados reconocieron el crimen y fueron sentenciados a dieciocho años de prisión, evitando el garrote vil, en 1918. Años de torturas y vejaciones llegaron a su fin. Gregorio Varela cumplió condena en Valencia y León Sánchez en Cartagena.
Tras años de encierro los dos hombres recibieron un indulto y volvieron con sus familias. Pero el estigma del crimen de Cuenca les acompañó y los rencores entre los dos pueblos se hicieron más fuertes. Pero es entonces cuando todo da un giro dramático e inesperado. Don Rufo, cura de la Osa, recibió una carta del cura de Mira donde le pedía la partida de nacimiento de José María Grimaldos López que quería casarse. La sorpresa fue mayúscula, el Cepa estaba vivo. Escoltado por la Guardia civil, el muerto llegó al pueblo gritando "¡Estoy vivo! ¡Nadie ma matao, soy el Cepa!". El encuentro entre los asesinos y el asesinado fue contemplado con gran conmocion. Resulta que después de vender las ovejas le dio un "abarrunto" y se largó sin decir está boca es mía, vagando por los pueblos de la comarca. La gran pregunta es si llegó a conocer la suerte de sus vecinos mientras se le cría muerto, morido y matao. El abrazo entre los dos amigos hizo que hasta las piedras llorarán, como dice un testimonio del momento. El Tribunal Supremo anuló la sentencia restableciendo la inocencia de Gregorio Varela Contreras y León Sánchez Gascón, siendo este caso uno de los mayores errores judiciales de la historia de España.
El crimen de Cuenca de (Lola) Salvador Maldonado es un libro necesario. Necesario porque es un recordatorio de que la justicia debe ser eso, justicia, y no se deben utilizar métodos crueles o inhumanos oara alcanzarla. El crimen de Cuenca, no fue el asesinato del Cepa, si no la anulación de la humanidad de dos personas inocentes, que sufrieron en sus carnes torturas sin que nadie les amparará. Los hombres que debían protegerlos, los vejaron, humillaron y torturaron sin misericordia para que confesaran un crimen que no habían cometido. El caso es bastante parecido, salvando que no hubieron torturas de por medio, pero si una gran injusticia orquestado por el poder, al magnífico libro de Luis Roso El crimen de Malladas.
El trasfondo detrás de los sucesos del crimen de Cuenca nos hablan de una España analfabeta y supersticiosa, donde los odios atávicos y enconados de los pueblos era palpables. Esa España negra, donde la ley y el orden eran manejados por los caciques que gobernaban de formas arbitrarias e injustas, una Guardia civil tan alejada a la que tenemos hoy día, la cual resolvía los casos las más de las veces a base de miedo y mano dura. Todo este se refleja muy bien en cuatro personajes que fueron los principales causantes de todo el dolor que sufrieron Gregorio y León. Emilio Isasa representa esa justicia añeja y arcaica que busca la resolución como sea, sin importar los métodos que sean necesarios. Emilio Contreras era un diputado del partido conservador que influyó en la investigación para detener a los dos hombres por sus ideas liberales y fama de anarquistas. Un hombre taimado y calculador que despreciaba a todos los que no pensaban como él. El cura, don Rufo representa a esa Iglesia oscura e intimidante que sometía al pueblo con el miedo al infierno. Y por último el sargento Taboada y los guardias que con su brutalidad ejercían un terror entre la población por su fama de brutales. Esa España enfrentada que luego se matarían entre hermanos en la Guerra Civil, que también representa Goya en su Duelo a garrotazos.
Pilar Miró filmó una adaptación magistral con guión de la autora del libro, que atrajo una polémica que engrandeció la película. La cinta fue secuestrada por la justicia al ser acusada por la Guardia civil de difamación al mostrar las torturas. La película fue la primera censurada en la naciente democracia. Al final cundió el sentido común y la película fue estrenada siendo un rotundo éxito y hoy día es un clásico inmortal del cine español.
El libro de Salvador Maldonado es una mezcla bien llevada entre novela y crónica periodística, que muestra con crudeza como este caso debe servir de ejemplo para no olvidar nunca que no todo vale para obtener justicia. Una gran sorpresa que encontré en un mercado de libros antiguos.
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