Poesías, Fray Luis de León
Antes de hablar de la obra, hablaré brevemente de la vida del monje agustino. A parte de su faceta de literato, Fray Luis fue una de las mentes más brillantes de su tiempo. Ingreso en Salamanca en la Orden de San Agustín y desde entonces siempre estuvo vinculado a la universidad salmantina donde fue profesor. También destacó en el campo de la astronomía, lo cual le colocó como uno de los expertos consultores por el papá Gregorio XIII para la elaboración del nuevo calendario.
Pero como siempre suele ocurrir en esta nuestra España nido de envidias y celos, el ilustre monje acabo con sus huesos en la cárcel acusado por la Inquisición de tener inclinaciones protestantes. Su pecado fue tener algo que la Iglesia de su tiempo no permitía, libertad de pensamiento. Los cargos acusatorios eran que prefería la versión hebrea de la Biblia ante la Vulgata latina de San Jerónimo y traducir al castellano, es decir una lengua vulgar, el Cantar de los cantares del Antiguo Testamento. Pero tras esas acusaciones se escondían las viejas rencillas entre Dominicos y Agustinos y que algunos monjes envidiaban el gran intelecto del Fray Luis. Conocida es la anécdota que cuenta que tras estar cinco años en prisión y al salir volvió a retornar sus clases en la universidad, el primer día de clase entró en el aula y se limitó a decir: "Decíamos ayer".
Dos corrientes poéticas establecieron las bases de las poesías del Renacimiento español. La Escuela Sevilla con Fernando de Herrera a la cabeza promovía una poética grandilocuente y pulida en la forma, que buscaba la meditación y prefería las estrofas largas y el uso abundante de adjetivos. En contra la Escuela salmantina buscaba una poesía más concisa y llana, de estrofas breves y donde se ensalza la naturaleza y la contemplación de la vida.
La obra del monje agustino la podemos englobar a esta escuela de la cual fue su máximo representante. Su poesía es clara como el agua, suave como el tacto de la lana, pura como la oración que sale del corazón. Fray Luis compuso versos donde ensalzaba un modo de vida contemplativo, en donde todo lo superfluo, lo mundano, lo innecesario queda fuera, en el solo hay sitio para uno mismo y Dios. En su mejor poema Vida retirada habla de cuán dichosa puede ser la vida apartada de todo aquello que nos aleja de la verdadera paz, vivir con uno mismo, a solas, lejos del odio y los celos. Vivir en paz y armonía con la Creación y el sosiego del alma apaciguada, junto a la tranquilidad del rumor del agua y la quietud de los árboles.
Mientras estuvo cautivo Fray compuso una Oda bellísima a Nuestra Señora, donde se ampara en la infinita misericordia de la Madre para que calme la zozobra de un hombre injustamente encarcelado. Cuando todo falla en este mundo, siempre queda la imperecedera luz del amor eterno del Padre y el consuelo inagotable de María.
Los demás poemas de Fray Luis son Odas donde ensalza a amigos como Pedro de Portocarrero, inquisidor general, Felipe Ruiz, al músico ciego Francisco Salinas entre otros y algunos versos en imitación de los poemas latinos a los tanto admiraba. La segunda y tercera parte corresponde a la faceta de traductor al castellano de Fray Luis de la Églogas del divino Virgilio y una versión deliciosa del Cantar de los cantares que le llevó a acabar con sus huesos en una fría celda de la Inquisición.
Poesías de Fray Luis de León es una obra imprescindible de nuestra literatura. Su pensamiento y sus versos nos presentan a un hombre adelantado a su tiempo, que aúna en una mente lúcida y mística la figura del mejor humanismo cristiano, donde fe y razón, oración y razonamiento pueden convivir en paz. En su poesía hay un hombre piadoso que busca la calma en la naturaleza en unión con Dios apartándose del mundanal ruido. Para finalizar diré que si hay que agradecer al gran poeta y mejor espadachín don Francisco de Quevedo a las primeras ediciones de la obra del monje agustino. Laus Deo.
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