Antología poética, Miguel Hernández

A tu pie, tan espuma como playa.
               arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.

Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.  

                                                                                   "Perito en lunas".

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero. 

                                                                                              (Elegía a Ramón Sijé) "El rayo que no cesa".




Me gusta la poesía, pero no la leo demasiado. Considero que los poetas, dentro de los escritores, son los que mejor saben utilizar el lenguaje, la palabra. Las imágenes que crean con cada verso, con cada estrofa. Esa sensibilidad para trasformar recuerdos, sueños, amores, dolores, en verso me parece sublime y elevada. Cuando me entró la fiebre de la literatura, ose componer algunos versos a cada cual más infame y horroroso. Por eso aplaudo a los poetas. Pocos libros he leído de poesía. El primero que leí fue Las personas del verbo del enorme poeta Jaime Gil de Biedma. Uno de mis escritores favoritos es el príncipe de los poetas, el que nos trajo el más allá cristiano en verso, el divino Dante Alighieri. Que se puede decir de la majestuosa y titanica Divina Comedia. Y ahora, tras mucho tiempo sin leer poesía, con quién mejor que uno de los mejores poetas del siglo XX español. Un autor enorme que vive a la sombra del inmortal Lorca, pero que sus versos son de igual calidad del granadino. Un hombre que vivió como murió, es decir en verso. Para mí es un gusto presentar: Antología poética de Miguel Hernández.

Miguel Hernández comparte destino con Lorca. Los dos son los principales poetas de su tiempo, junto a los demás miembros de la Generación del 27, como Alberti, Alonso, Aleixandre (premio Nobel), Cernuda, Salinas y los demás. Es más yo diría que junto a Lorca, Juan Ramón Jimenez y Antonio Machado son los principales rapsodas del siglo XX español. Y los dos vieron truncadas sus vidas por la maldita guerra civil que sangró España. Nacido en Orihuela, nuestro joven poeta vino al mundo en una familia humilde por lo que se tuvo que dedicar pronto a trabajar como pastor. Pero como dice Daniel Aguirre Oteiza, antólogo del libro y escritor de la introducción, el mito del pastor analfabeto y autodidacta es eso, un mito. Hernández tuvo una formación, humilde, pero la tuvo. Su formación de poeta se nutrió de la lectura, ávida y maravillada, de los autores del Siglo de Oro, siendo Luis de Góngora su mayor inspiración para sus futuros versos. Sus primeros poemas ya reflejan un estilo propio, donde las huertas de Alicante y Murcia, el río Segura, el Mediterraneo, son las fuentes de las que bebe el joven poeta. Viaja a Madrid y allí conoce a los del 27 y empieza a prepara su primer libro. Gozando de una efimera fama, sus libros cimentan su reputación de enorme poeta y sus obras de teatro son viento fresco que se respira en el ambiente literario del momento. Pero los tambores de guerra suenan a lo lejos. Con el estallido del conflicto, Hernández comprometido con la Republica, tomo su fusil y luchó por la causa republicana. Sobrevivió a la guerra, pero fue detenido al termino de esta y fue recluido en varias prisiones. Un calvario que volcó en sus poemas, sufrió la separación de su esposa Josefina Manresa y el no poder ver a su hijo recién nacido. Tras contraer tuberculosis, falleció el 28 de marzo de 1942, con treinta y un años. Cuentan que no pudieron cerrarle los ojos.

La presente antología viene a hacer un repaso por la producción poética del autor oriolano. Dividido en los principales libros que componen su corpus literario, se complementan con una sección donde se recogen sus poemas finales y otra los poemas que no fueron recogidos en libros. 

Empieza con Perito en lunas su primer poemario. Publicado en Murcia en 1933. Aquí se ve la enorme influencia gongorina en su poesía. Sus versos manan del amor por la obra de Góngora que iguala sus estrofas. Vemos a un joven poeta que se quiere comer el mundo, verso a verso. Lo cotidiano se torna surreal entre sus estrofas. 

EL rayo que no cesa (un título maravilloso), publicado en 1936 es el canto al amor por parte del pastor poeta. Vemos como se desborda todo un torrente de amor desesperado, anhelante, suplicante, que ama a pesar del desamparo. Sublime y dolorosamente bello en el poema que pone fin a esta parte. Llorando en verso la muerte de su buen amigo Ramón Sijé, Hernández compone una de las elegías más hermosas en castellano desde El llanto por Ignacio Sanchez Mejías de Lorca y Las coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, clama a la tierra que amante celosa le arrebata el calor de su amigo en Elegía a Ramón Sijé. 

Motivado por la guerra, Hernández torna su poesía hacía lo bélico, lo comprometido. No solo tomo el fusil, si no que entre tiros y bombardeos, tomo su fina pluma y volcó toda la urgencia de unión del pueblo en la lucha contra los sublevados. Viento del pueblo publicado en 1937, en la respuesta poética a la guerra. Las manos que dejan las azadas y tomas los fusiles, el sudor que cae en la trinchera y no en el campo, el fiero toro que sortea las banderillas de los enemigos. Pero no todo es valor y sacrificio, el poeta se lamenta como la guerra sangra su España amada, como el odio fratricida deja madres llorosas, esposas viudas y hermanos que se matan entre sí. Poemas destacables como Elegía primera que llora a Lorca, injustamente fusilado, Juramento de alegría, Vientos del pueblo me llevan y la impresionante Canción del esposo soldado. 

El hombre acecha, publicado en 1981, es el segundo libro que Hernández escrito durante la guerra. A diferencia del anterior, Hernández abandona el tono elevado y belicoso por uno más entristecido por la duración de la guerra. Aquí es donde más se ve el cariz ideológico del poeta, que vuelva sus convicciones comunistas en sus versos. 

Cancionero y romancero de ausencias es el más desgarrador de los poemarios del pastor poeta. Escrito durante su encierro y solo publicado años después de su muerte en 1958, Hernández llorá su situación. La ausencia del amor de su esposa Josefina, la añoranza por la tierra que no puede pisar, la tragedia de la perdida de la guerra y el mal que se cierne sobre la desangrada y triste España. Pero por encima se alza, como un oasis en medio del desierto, la esperanza. La esperanza que se refleja en su hijo, nacido entre las bombas y las balas, Hernández se agarra al deseo de abrazar a su familia. Triste y desolador es el inmortal poema Nanas de la cebolla donde tras saber que su mujer solo come cebollas, su hijo recibe el ardor del sabor amargo en la leche mamaria. Hay una cierta melancolía por la certeza de una muerte segura, solo ahuyentada por la anhelada risa del hijo y los besos de la esposa. 

Cerrando la antología de recogen una nutrida selección de poemas no recogidos en los distintos poemarios del poeta. Si a través de ellos vemos su progresión, con estos vemos su evolución más personal. Desde esos comienzos loando las tierras huertanas de Orihuela y Murcia, alabando a la Virgen en su devoción temprana, pasando a su admiración por la tauromaquia, la exaltación del campesino y el trabajador, hasta llegar a los poemas sociales y comprometidos y los belicosos en defensa de la República.

Antología poética de Miguel Hernández es un paseo por una de las mejores poesías del siglo XX en español. Miguel Hernández es el reflejo vivo de un tiempo que se truncó, testimonio levantado a fuego y pólvora de el compromiso con una causa justa. Sus versos evocan tanto el aroma de la huerta como el estruendo de las bombas, el dulzor de un beso en la tarde y el ardor de la sangre que sale a borbotones de una herida abierta. Un canto a la libertad, un amor a una España libre, un ideal de hermandad y paz. A pesar de su cruel muerte, su poesía vive, tan apasionada como amorosa, versos que elevan el alma, la agarrotan, llenan de pasión y derraman lágrimas. Que mejor manera que terminar esta reseña que con sus propios versos: "Llegó con tres heridas:/la del amor,/la de la muerte,/ la de la vida".


Miguel Hernández (1910-1942)

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