Francisco Ibáñez, el hombre que me enseñó a leer.

Francisco Ibáñez, el mago del humor.


Esto fue escrito al poco tiempo de morir Francisco Ibáñez en 2023.


Antes de quemarme las dioptrías con los libros, hay una pasión que me vuelve loco. Y son los tebeos de Mortadelo y Filemón del maestro Francisco Ibáñez. Desde que tengo uso de razón, dos cosas hicieron mi infancia muy, pero que muy feliz. Por un lado las películas de Disney y por otro los tebeos. Mi madre y mi tía me los compraban cada vez que yo veía uno en algún kiosco. Con el pasar de los años he logrado tener una colección bastante completa de todas las aventuras de los peores agentes secretos del mundo. Más de doscientos tebeos, que tienen el cambio de pesetas a euros, y su subida de precios, claro, como testigo del imparable paso del tiempo.

Tardes leyendo sus divertidas historietas son de mis mejores recuerdos, aderezados por el dulzón olor de la tinta que desprendían. Si a Proust se le abría la memoria con el olor del café y el sabor de una magdalena, en mi caso lo hace el olor de los tebeos. 

Mi afición por la lectura no podría haber sido sin la obra del maestro, y la generosidad de mi madre y mi tía. Y con la muerte de Ibáñez, este es mi pequeño homenaje.

Al enterarme de su muerte sentí una enorme pena, una tristeza tremenda. Bien es cierto que Ibáñez era un hombre muy mayor, 87 años, pero era tan incansable y tan imparable que aún seguía dibujando. Todos los años se seguían publicando nuevas aventuras. Como muy bien dijo él, moriría con el lápiz en la mano. Y así fue. Ibáñez es el último miembro de una estirpe de historietistas patrios que crearon escuela, dando personajes que son parte de la memoria colectiva.

La editorial Bruguera fue una de las más importantes dentro del mundillo del cómic español, junto a la revista que les da su coloquial nombre: TBO. Dirigido por el férreo y lúcido Ángel González, entre sus trabajadores hay nombres que son ya inmortales dentro de la historieta de posguerra. Los cinco grandes: Cifré, Conti, Peñarroya, Escobar y Eugenio Giner, pasando por Jorge, Vázquez, Martz Schmidt, Segura, Nadal, Nené Estivill, Gosset, Enrich, Jan y por supuesto Ibáñez. Todos ellos formaban parte de la llamada Escuela Bruguera, como bien la definió el gran Terenci Moix, y fueron padres (que no dueños a su pesar) de personajes inolvidables y muy queridos por los españoles. Anacleto, Carpanta, Carioco, Doña Urraca, Zipi y Zape, Gordito Relleno, el doctor Cataplasma, las hermanas Gilda, el reporter Tribulete, Super López, y tantos y tantos y tantos.

Ibáñez entró a trabajar en Bruguera y enseguida demostró dos cosas que lo hicieron un grande. Por un lado su facilidad para crear personajes, pues a parte de los dos agentes de la T.I.A, de su mente salieron muchos personajes, de los cuales hablaré después. Y por otro la maestría que tenía para la creación de gags. Gran manejador del humor, sabía muy bien rematar cada viñeta con una dosis de violencia y humor splastick, encadenado un gag con otro, elevando el humor a la carcajada ininterrumpida. Y por su puesto su incansable afán trabajador. Era un hombre atado a una mesa de dibujo. Y así fue hasta el fin de sus días.

Ibáñez dibujado por si mismo dibujando.


Como digo Ibáñez creo muchos personajes. Empezando por los alocados vecinos de un surrealista edificio, sito en una calle inmortal. El 13 Rue del Percebe quita la fachada del inmueble y somos testigos de los estrafalarios inquilinos y sus aún más estrafalarias vivencias. El dueño de un colmado con poca vergüenza, una portera muy sufrida, un inquilino que vive en la alcantarilla, una matrimonio formado por un ladrón y su mujer, un veterinario chapuzas, un sastre inepto, una dueña de un piso avariciosa y en lo alto un golfo sinvergüenza que vive estafando y sorteando a sus interminables acreedores.

El loco inmueble sito en el 13 Rue del Percebe.


Pepe Gotera y Otilio son la quinta esencia del chapuzas ibérico. Con la imagen del jefe descarado y el obrero despistado y comilón, Ibáñez dió muestra de su gran capacidad para el gag con las aventuras de este par de obreros chapuceros. Magníficos son los llamativos y surrealistas alimentos que se mete entre pecho y espalda el bueno de Otilio, como bocadillos de elefante por ejemplo. Después de Morta y File, son mis personajes favoritos.

Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio.


El hijo más querido del maestro era un hombrecito bajito, vestido con traje negro, calvo (como su padre y sus hermanos), dos gafas que no le sirven para nada, pues tiene una miopía tan enorme que no es capaz de ver tres en un burro. El buenazo de Rompetechos va por la vida enredando a quienes tienen la mala fortuna de encontrárselo por el camino, metiendose en lios por culpa de los malentendidos que su mala vista le provocan.


El bueno de Rompetechos.



Uno de los primeros trabajos que tuvo Ibáñez fue de botones en un banco. Tiempo después eso le dio la inspiración para crear al despistado, torpe y bonachón Botones Sacarino. Vago trabajador del Aullido Vespertino, destroza más que ayuda y saca de quicio al desesperado del Diré y al autoritario Presi.

El Botones Sacarino.


Como también estilaban las historietas de familias locas y disfuncionales, en una mordaz burla del estamento de la familia,  Ibáñez creo a la Familia Trapisonda. Formada por un matrimonio con dos hijos, que por cosas de la absurda censura, se reconvirtió en dos hermanos y sus dos sobrinos y un perro tan malvado como divertido.


La famila Trapisonda, un grupito que es la monda.

Pero por encima de ellos están Mortadelo y Filemón, los agentes más inútiles, incompetentes e ineptos del mundo. Al principio trabajaban por cuenta propia con su Agencia de información, pero luego pasaron a engrosar las filas de la T.I.A, una parodia divertidísima de la C.I.A, a las órdenes del Superintendente Vicente, y en compañía de la secretaria enamoradiza Ofelia y el estrafalario y catastrófico científico el profesor Bacterio. 

Los mejores peores agentes secretos del mundo.


Las desventuras del despistado maestro del disfraz Mortadelo y su iracundo y sufrido jefe Filemón van desde capturar bandas de criminales, detener catástrofes naturales y defender la paz mundial. Cosa que nunca consiguen. Es tal su mala fortuna que siempre fallan en su misión. Digno de mención son sus misiones en las Olimpiadas y los Mundiales de fútbol.

Ibáñez con el tiempo fue añadiendo a sus historias material de la actualidad. Entre sus páginas se han visto la devolución de Hong Kong a China por los britanicos, la creación de la Unión Europea, la llegada del euro, las corruptelas españolas, etcétera. Personajes reconocibles se han paseando por sus viñetas, como el rey Carlos III de Inglaterra, entonces eterno príncipe heredero, su madre Isabel II, varios papas, varios presidentes de EEUU, pasando por Felipe González, Roldán, Aznar y hasta el Caudillo. Una ácida y mordaz crítica a nuestro complejo mundo, desfigurado en el espejo de la parodia de los agentes de la T.I.A.

Aventuras tan memorables como La estatua de la libertad; La máquina de copiar gente; El otro yo del profesor Bacterio; El Tesorero; El balón catastrófico; El Tirano; El sulfato atómico. Y mis favoritos: Contra el "gang" del Chicharrón; Los Monstruos; El caso del bacalao; Valor y...¡al toro! La venganza cincuentona. Durante 60 años varias generaciones rieron y disfrutaron de las desternillantes y chapuceras aventuras de Mortadelo y Filemón. 

Mi aventura predilecta.


Francisco Ibáñez (1936-2023) el hombre que divirtió y enseñó durante años no ha muerto, porque mientras haya una risa salida de una viñeta de un tebeo y un padre o una madre que le entregué a su prole los tebeos que leían de pequeños, su memoria será eterna. Descanse en paz maestro, gracias por las risas. 

Francisco Ibáñez, gracias por las risas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mala letra, Sara Mesa

Danza macabra, Stephen King

Paperbacks from hell, Grady Hendrix