La vuelta al mundo en ochenta días, Julio Verne

"Phileas Fogg, al dejar Londres, no sospechaba, sin duda, el ruido grande que su partida iba a provocar. La noticia de la apuesta se extendió primero en el Reform-Club y produjo una verdadera emoción entre los miembros de aquel respetable círculo. Luego, del club la emoción pasó a los periódicos por la vía de los reporteros, y de los periódicos al público de Londres y de todo el Reino Unido.

Esta cuestión de la vuelta al mundo se comentó, se discutió, se examinó con los misma pasión y el mismo ardor que si hubiese tratado de otro negocio del Alabama. Unos se hicieron partidarios de Phileas Fogg; otros—que pronto formaron una considerable mayoría— se pronunciaron en contra de él. Realizar esta vuelta al mundo de otra suerte que en teoría o sobre el papel, en este mínimo de tiempo, con los actuales medios de comunicación, era no solamente imposible, era insensato."
La vuelta al mundo en ochenta días.




Julio Verne era uno de esos autores clásicos (cuya lista es sonrojante) faltaba por pasarse por el blog. Como soy lector tardío no tuve esa viaje iniciático que tiene los bien educados en el noble arte de leer libros, enriqueciendo la infancia/adolescencia con lecturas de grandes maestros de la literatura juvenil como Dumas, Salgari, entre otros.

Llegué tarde a la obra de uno de los precursores de la ciencia ficción leyendo hace unos cuantos años El faro del fin mundo, una lectura bastante entretenida, y uno de sus obras más conocidos De la tierra a la luna, que recuerdo fue un poco pesado por los innumerables datos científicos que daba (tendré que volver a releerlo). Y así paso el tiempo sin volver a leer al hombre que imaginó muchos de los adelantos que llegaron con el futuro. Hasta ahora.

Pues después de varias lecturas bastantes intensas, mi mente buscaba algo entretenido y ligero, abrir el libro y dejarme llevar por una historia sencilla. Y que mejor que la novela donde un hombre que propone una apuesta arriesgada, le llevará a recorrer buena parte del globo terráqueo en tiempos récord. Y que maravilla de libro. Con muchísimo gusto os invito a este itinerario por el mundo de la mano de uno de los tótems de la literatura universal: La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne.

El argumento es archiconocido: Phileas Fogg, gentleman inglés, rico y ocioso, cuya rutina tiene milimétricamente ordenada. En una de sus programadas partidas de cartas en el club de caballeros surge una conversación sobre el avance del transporte y lo fácil que resulta recorrer la circunferencia del globo de punta a punta. Fogg, apostador consumado, sin inmutarse propone una arriesgada apuesta: ¡Dar la vuelta al mundo en ochenta días! Sí es capaz realizar tamaña gesta y volver en el día convenido de embolsará la nada desdeñable cifra de 20.000 libras esterlinas. Pero si no deberá pagarlas de su propio bolsillo a los honorables caballeros del club. 

Con un itinerario fijado y acompañado de nuevo criado, un francés llamado Juan Picaporte, el impertérrito gentleman recorrerá el mundo, desde el Oriente hacia el Occidente, pasando por India, China, Japón, Estados Unidos y utilizando los principales medios de transporte de su tiempo como el ferrocarril y los buques, pero también otros más exóticos como un elefante o un trineo. 

A lo largo del viaje varios incidentes harán peligrar la apuesta, como el rescate de una mujer india de una secta, Aouda quien les acompañará en el viaje o el asalto a un tren de unos indios americanos. Pero el principal obstáculo lo representará el obstinado detective Fix, que seguirá a Fogg en su viaje para capturarlo por creerlo culpable del robo de un banco. El pobre intentará de mil y una maneras detenerle pero siempre saldrá escaldado.

La vuelta al mundo en ochenta días es de esos clásicos que uno lee e inmediatamente te trasporta a la preciosa época de la infancia. Una época donde todo era asombro y descubrimiento. Una obra maestra de la literatura que da lo que promete: acción, aventuras, lugares remotos y personajes carismáticos. 

Me gusta imaginar la experiencia de un lector contemporáneo de monsieur Verne, devorando cada página, siendo transportado a lugares exóticos que jamás podría visitar, pues a diferencia de nuestros tiempos, viajar era un lujo al alcance de los más pudientes. Lo veo leyendo con los ojos abiertos como platos imaginando los parajes lejanos y exóticos de Bombay a Yokohama y de Shanghái a San Francisco. Bien es cierto que algunos pasajes pueden incomodar al lector moderno, ofendiendo su comprometido espíritu progresista con todas las culturas al ver retratados de manera negativa a personas racializadas como chinos, indios o japoneses, hay que mirar la obra con la mirada de un autor europeo del siglo XIX, donde el eurocentrismo era lo predominante. 

Phileas Fogg personifica la imagen del típico gentleman british, De carácter flemático y pausado, jamás muestra sentimiento alguno, ni siquiera cuando surge algún percance que eche por tierra su apuesta. Para ello antepone su calculadora y fría mente, y su abultada  billetera para resolverlos. Picaporte es el alivio cómico. Antiguo acróbata de circo reconvertido en mayordomo, ayudará fielmente a su amo con la ayuda de su gran habilidad de salir de los problemas con astucia e incluso con fuerza bruta. La joven india Aouda por desgracia es solo un complemento femenino que poco aporta a la trama, siendo solo el interés romántico del protagonista. Pero el personaje más divertido e irritante de la novela es sin duda el desgraciado detective Flix. Movido por el sentido del deber como buen policía inglés, no descansará hasta poner entre rejas al taimado ladrón y si para ello lo perseguirá por todo el globo, lo hará.

Una lectura deliciosa y refrescante salida de una de las mentes más extraordinarias de la literatura. Siempre es maravilloso acercarse a los clásicos, y si encima el autor es Julio Verne, muchísimo más. 



Julio Verne (1828-1905)

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