Se busca una mujer, Charles Bukowski

Pero no puedo dejar de pensar en los años en habitaciones solitarias, cuando las únicas personas que llamaban a mi puerta eran las caseras pidiendo el alquiler atrasado, o el FBI. Yo vivía con ratas y ratones y vino, y mi sangre se derramaba por las paredes en un mundo que no entendía ni entiendo ahora. Más que vivir, me moría de hambre; corría enloquecido entre mis propios pensamientos y me escondía. Cerraba todas las persianas y miraba fijamente al techo. Cuando salía, era para irme a algún bar, donde mendigaba algún trago, hacía recados y era golpeado en callejones por hombres seguros y bien alimentados. Bueno, gané algunas peleas, pero sólo porque estaba frenético. Pasé años sin mujeres, vivía de mantequilla de cacahuete y robaba pan y patatas cocidas. Era el imbécil, el bobo, el idiota. Quería escribir, perla máquina estaba siempre jodida. Me rendía y bebía...  "Esto es lo que mató a Dylan Thomas".

El seguro de desempleado se agotaba, y allí nos quedábamos como ratas-ratas sin ningún lugar donde esconderse, ratas con un alquiler que pagar, con vientres que tenían hambre, con pollas que se ponían duras, espíritus que estaban cansados, y nada de educación, ni ocupación alguna-. Mierda pura, como ellos dicen, esto es América. No queríamos nada y no conseguíamos nada. Mierda pura.
                                                                                                                  "De cómo aman los muertos".



Charles Bukowski es uno de mis autores predilectos. Quedé rendido a sus pies cuando leí un libro de relatos suyo, atraído por un título extra llamativo que llamó mi atención, La máquina de follar, un nombre que puede repeler al más puritano, pero me atrajo. Y Dios, que manera de escribir más única, salida desde el más profundo, dolorido y devastado fondo de sus entrañas. Sus relatos son sucios, llenos de frases cortantes como una botella rota, palabras mal sonantes que en otro contexto sonaría fatal, pero aquí desprende lirismo y gritan ¡estamos vivas! Bukowski es el poeta de la sordidez, de los desgraciados, el santo patrón de los borrachos, los desahuciados, las putas, el cronista de la degradación aceptada, el fracaso como triunfo, del vivir atado a una botella. Es el mejor ejemplo del llamado "Realismo sucio", un subgénero donde prima una literatura sobria, tan concisa que duele, tan real que estremece. Temas urbanos, desesperados y patéticos los cimentan y sus personajes son como almas perdidas en el Purgatorio, que viven alejados de la Gracia Divina y buscan soportar la angustia de su existencia como mejor pueden. Ya he hablado aquí de varios de sus representantes, como Raymond CarverPedro Juan Gutiérrez y Lucia Berlin, pero faltaba hablar del que, en mi humilde opinión, es quién mejor lo representa. Sin más preámbulos, Se busca una mujer de Charles Bukowski.

La mejor forma de adentrarse en el mundo del poeta borracho de Los Ángeles, es leyendo sus cuentos. En ellos esta toda su esencia. 27 relatos conforman el libro y son de una maestría inapelable. Algunos de ellos son protagonizados por el alter ego del autor, su otro yo literario Henry Chinaski, los cuales, puede ser o no, son retazos de su propia vida trasladados al papel. Los otros, para mí los mejores, son protagonizados por otros personajes, igual de borrachos y desgraciados salido de su lúcida y retorcida imaginación.

El alcohol es sin duda el protagonista absoluto. Ríos desbordantes de cerveza y vino corren entre las líneas escritas, yo no se como sus libros no vienen con una advertencia que reze: "LEER CON RESPONSABILIDAD Y NO COGER EL COCHE". Es su modo de vida, no lo ensalza, ni lo glorifica, simplemente lo muestra tal y como es. Pero tampoco busca la compasión del lector o la aprensión, no, este es su modo caminar por la tierra, que es tumbado en la cama, tras machacar las teclas de su vieja maquina de escribir, apurando lo que queda de su Oporto, mientras suena la quinta de Mahler. Henry Chinaski no se lamenta de su suerte, al contrario sigue adelante, trabajando en curros duros que le duran una o dos semanas, trasnochando escribiendo poemas y relatos que manda a revistas con la certeza de que solo servirán para limpiarse el culo, y bebiendo, bebiendo, la sempiterna postura del codo empinado, mientras el espiritoso recorriendo su gaznate, limpiado su alma. 

Los cuentos que no narran las peripecias de Chinaski, son magníficos, de una inventiva maravillosa. Una mujer que acude a un anuncio, una mujer que trae una jaula con personas diminutas, un par de ladrones ineptos, una historia lasciva del lejano oeste, una pareja cuyo problema es la cerveza. Empieza y terminan de forma cortante, brusca, pero tan bien finalizados que solo queda aplaudir. Bukowski no se corta un pelo en entrar en momentos, que podríamos llamar, delicados. No se reserva hablar de asesinato o violación, no los esconde, pues la realidad es sucia y cruel. 

Pero no solo de alcohol vive el hombre, si no de toda palabra salida de la boca de una mujer. Ellas son el otro motor de la vida de Chinaski, es un animal sexual. Puede que en estos tiempos que corren de un nuevo puritanismo, donde la sola mención de una parte de la anatomía de una mujer sea considerado "machista" y "sexualización de la mujer", la obra del poeta borracho sea causa de auto de fe y ser quemado en la plaza pública. Demos gracias a Dios de que no caía en manos de algún ojo inquisidor. Digo esto porque el sexo es duro, narrado con frases cortas, sus personajes follan, y follan mucho demasiado. Los hombre son penes enhietos y duros, y las mujeres son coños hambrientos, culos prietos y pezones afilados. Destilan lívido, sensualidad, ansían el gozo supremo. 

Se busca una mujer es un ejemplo más de que en la sencillez esta el gusto. Charles Bukowski es capaz de encontrar poesía y alta literatura en los lugares más insospechados. Las barras de los bares, los puticlubs, los moteles, se vuelven lugares literarios. Y de fondo Los Ángeles, con su luz decadente, sus colinas viciadas y sus calles sórdidas, no hay glamour, no hay estrellas, abundan las almas en pena, los desafortunados, anclados en el fondo de una botella de cerveza, que fornican como si fuera el último día de la existencia, ahogando sus demonios en alcohol. Quienes estén saciados de grandes frases, párrafos eternos y diálogos impostados, sean bienvenidos a un mundo de frases cortantes, diálogos certeros e historias tan sórdidas que golpean el alma. Un autor con mayúsculas capaz de encontrar un diamante en la más inmunda pocilga y amar la vida, aunque esta se empeñe en golpearte una y otra vez. Bienaventurados los malditos, los desarrapados, los descastados, los miserables, que tienen la última esperanza en su santo patrón borracho. ¡Que viva por siempre Charles Bukowski!


Charles Boukowski (1920-1994)

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