El buen padre, Santiago Díez

¿Qué estaríais dispuestos a hacer para salvar a un ser querido? ¿Vale más la vida de un inocente que la de un posible sospechoso? A estas preguntas les pone respuestas certeras y letales el guionista Santiago Díaz quien debutó en la literatura con una novela tan vertiginosa como impactante, llena de giros violentos que dejan con unas ganas tremendas de seguir leyendo, y presentado a una de las investigadoras más efectivas y maniáticas de la literatura española. Con sumo gusto os presento: El buen padre de Santiago Díaz.
A la inspectora de policía Indira Ramos se le presenta uno de los casos más complicados de su joven carrera. Ramón Fonseca, un anciano se entrega a la policía tras confesar que ha secuestrado a tres personas, las mantiene retenidas en lugares muy bien escondidos y que irán muriendo de uno en uno si no le conceden su petición: que se reabra el caso de su hijo Gonzalo condenado por el asesinato de su mujer Andre Montero, al cual cree inocente. Los tres secuestrados no son personas al azar, si no que estuvieron relacionados con la condena de su hijo. Almudena García fue la juez que lo condenó, Juan Carlos Solozábal el abogado que lo dejó tirado y Noelia Sampedro la testigo que testificó en su contra.
A partir de aquí se pondrá en marcha una carrera contrarreloj para intentar salvar la vida de esas tres personas e intentar descubrir la verdad del asesinato de la mujer de Gonzalo Fonseca. Indira y su equipo tendrán que poner en marcha sus mecanismos de investigación para resolver este intrincado caso.
Indira Ramos es todo un personajazo. En su interior anidan una infinidad de manías que la hacen tener una neurosis constante por el orden, un temor pavoroso contra los gérmenes a los cuales combate con productos químicos y guantes de látex y un trato asocial con la gente. Un TOC de manual. Cosa que le ha granjeado una reputación de jefa dura y maniática entre sus subordinados, y una persona rara de la que reírse entre sus compañeros e insoportable entre sus superiores. Indira se ganó la animadversión de la gran mayoría de sus compañeros por denunciar a un policía por manipular pruebas en un caso de drogas. Esa rectitud y sentido pleno de la justicia es lo que lleva al desesperado Ramón a pedirle a la inspectora que se encargue de hallar las pruebas que exculpen a su hijo.
A pesar de ser una persona complicada la inspectora tiene un grupo de compañeros que le ayudarán a salvar la vidas de los secuestrados. La subinspectora María Ortega antigua compañera en la academia de Indira, el oficial Óscar Jimeno, el sabelotodo del grupo y la joven agente Lucía Navarro seran los ojos y los oídos de la inspectora. Pero el que sobre sale entre todos es el subinspector Iván Moreno. Joven, apuesto, desvergonzado, chulesco, sacará de quicio en algunas ocasiones a la inspectora Ramos pero otras será un gran aliado.
Ramón Fonseca es un hombre desesperado. Un hombre dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de sacar a su hijo de la cárcel y si para ello tiene que llevarse la vida de tres personas lo hará. Los tres secuestrados, la jueza, el abogado y la testigo a lo largo de la novela iremos viendo sus vidas y el porque han acabado encerrados.
Porque esa es la gran cuestión de la novela: ¿qué es la justicia? ¿Es la que dicta un juzgado o la que nosotros decidimos? La famosa ley del Talión (que el autor conoce muy bien porque sobre ella fue su primera novela), el ojo por ojo y todos ciegos. Las acciones de Fonseca son totalmente reprochables, nadie debe tomarse la justicia por su mano, no hay injusticia que por muy dolorosa que sea deba ser compensada con la vida de nadie. Esa es el gran conflicto moral que plante Díaz, porque podemos llegar a ponernos en los zapatos de Fonseca, pero nunca justificar un crimen. Esa es mi opinión por supuesto.
La metáfora que mejor define El buen padre sería una fila de fichas de dominó que van derribando una a una. Cada acción tiene su consecuencia y estás son como explosiones devastadoras. La trama se va enrevesando diabólicamente, con unos giros insospechados. Una historia donde nada es lo que parece, donde las máscaras que ocultan lo peor de nosotros se caen cuando menos lo esperas, desatando una tragedia con muchas ramificaciones. Santiago Díaz teje una trama criminal perfecta que por momentos me ha recordado a la saga de la inspectora Elena Blanco, pero sin la sordidez y la violencia de la obra de Carmen Mola.
Un autor al que ya tengo ganas de seguir leyendo y seguir acompañando a la maniática inspectora Ramos y su equipo.
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