Corsarios de Levante, Arturo Pérez-Reverte

"Añadiré que ya no era un jovenzuelo imberbe el bien acuchillado Íñigo Balboa de diecisiete años que, junto al capitán Alatriste y los demás gente de cabo y guerra embarcada en la Mulata, combatía con el corsario turco —nombre ese, el de turco, que dábamos a cualquiera que corriese la mar, otomano de nación, moro, morisco o lo que fuera servido—. Lo que sí era, en cambio, van a descubrirlo vuestras mercedes en esta aventura donde me propongo recordar el tiempo en que el capitán Alatriste y yo peleamos de nuevo hombro a hombro, aunque ya no como amo y paje, si no como iguales y camaradas. Contaré, sin omitir punto en ello, de escaramuzas y corsarios, de mocedad feliz, de abordajes, matanzas y saqueos. También diré por lo menudo cuento en mi siglo —qué lejano parece, ahora que tengo viejísimas cicatrices y canas— hizo el nombre de mi patria respetado, temido y odiado en los mares de Levante. Diré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera. Diré cómo, para crear el infierno así en el mar como en la tierra, en aquel tiempo no eran menester más que un español y el filo de una espada". 
Corsarios de Levante 



Que mejor momento que el principio del verano para embarcar en una aventura marítima por las cristalinas aguas del Mediterráneo llena de peligros, batallas navales y sanguinarios corsarios protagonizado por uno de los personajes más emblemáticos de la literatura española reciente. Preparaos para una nueva aventura del valeroso capitán Alatriste que enrolado como soldado en las naves españolas, donde verá los territorios italianos de España mientras lucha contra las incursiones otomanas y berberiscas junto a su pupilo y nuestro narrador Íñigo Balboa. Arriad velas y al potente y bravo grito de: ¡Santiago y Cierra! preparaos para la aventura en: Corsarios de Levante de Arturo Pérez-Reverte.

Tras su última aventura y tras parar una conspiración que casi pone en jaque a la Monarquía Hispánica y con sus acérrimos enemigos puestos a buen recaudo, Fray Emilio Bocanegra enclaustrado en un sanatorio, Luis de Alquézar exiliado a las Indias y Gualterio Malatesta presuntamente ajusticiado, don Diego Alatriste e Íñigo Balboa se enrolan como soldados en el Tercio viejo de Nápoles a bordo de la Mulata bajo las orden del capitán Manuel Urdemalas gracias a al intervención de su gran amigo el poeta y compañero de lances don Francisco de Quevedo y el capitán Alonso Contreras viejo camarada de Alatriste. 

Así viajarán hasta la ciudad africana de Orán parte del Imperio Español. Allí entre la miseria de los soldados mutilados y pobres encontrarán a un viejo conocido: el gran amigo y leal camarada aragonés Sebastián Copons, a quien no veíamos desde la aventura del oro del rey. Los tres participarán en las llamadas cabalgadas, pequeñas incursiones donde soldados españoles e italianos a atacan a grupos moros enemigos con ayuda de moros aliados para saquear y llenar las vacías bolsas. Tras una buena captura de futuros galeotes Alatriste salvará la vida de una mujer con la ayuda de un moro llamado Gurriato quién dice tener una deuda con el capitán y lo acompañará en sus aventuras. 

Tras la aventura de Orán y la unión de Copons y Gurriato, nuestros protagonistas pasarán por la bella ciudad de Malta, hogar de los poderosos caballeros de la Orden de Malta y el virreinato de Nápoles, donde la relación entre el capitan e Íñigo sufrirá unas tiranteces ante el conflicto de la inmadurez de Íñigo al creerse lo suficiente mayor para poder meterse en líos y salir por si solo de ellos y la ponzoñosa influencia que Angélica de Alquézar sigue ejerciendo sobre él al mandarle una carta. 

Pero sin duda lo más trepidante de la novela son las impresionantes batallas navales entre la Mulata y las naves turcas o berberiscas. Pérez-Reverte describe la tensión ante la espera de la batalla, con los nervios a flor de piel y los paternoster para pedir clemencia divina. Los hideputa, hijo de una cerda y otras lindezas salidas de las gargantas de los aguerridos soldados españoles que los preparan para defender la vida y los territorios marítimos españoles de los corsarios enemigos. Solo un narrador de la talla de Pérez-Reverte, que describió magistralmente las batallas de las mesnadas del Cid, puede hacer sentir tan reales los disparos de los arcabuces y los cañonazos, los mandobles, las heridas y los gritos de dolor. 

Corsarios de Levante es una de las mejores aventuras del capitán Alatriste. Lejos de las intrigas palaciegas y los duelos a muerte en las callejuelas del Madrid de los Austrias, aquí el narrador nos traslada al luminoso Mare Nostrum cuna de nuestra civilización, en donde la fortaleza de los aguerridos soldados españoles pusieron en jaque a aquellos que quisieron mermar el poderío de un imperio. 

Porque de eso trata la novela. Una reivindicación de la figura del soldado español. Íñigo Balboa, viejo veterano, escribe en la comodidad de la vejez sus aventuras y las de su maestro pero también la historia de nuestra España y por aquella España Imperial de su Católica Majestad, el cuarto Felipe, derramaron su sangre y la ajena valientes e incansables hombres, que aunque mal pagados y peor comidos, lucharon codo a codo en una hermandad irrompible por una patria ingrata, defendido como lobos un imperio en decadencia, que pagaba a los desgraciados que salvaban la vida con miserias y palmaditas en la espalda. Pero esa es el destino del español, suda y sangra por el trozo de tierra que lo vio nacer y no recibe más que el desprecio y la soledad. Pero hay algo que jamás conseguirán quitarle, la honra y la gloria por el coraje de sus hazañas. Así se construyen los imperios.

Alatriste es uno de esos viejos soldados, curtido a base de tiros y cuchilladas, marcando su cuerpo como un mapa de donde recibió sus heridas, que malvive vendiendo su espada al mejor postor, pues no le llega con las ganancias de las batallas ganadas. Él y Copons enseñaran una valiosa lección al joven Balboa del poco agradecimiento del servicio a la patria. Íñigo se encuentra en ese convulso momento del traspaso de la mocedad a la adultez, con la siempre inquietante presencia de su amada Angélica, la única mujer que le ha traspasado el corazón, y que se lleve cuidado por si lo hace literalmente. 

El moro Gurriato es la gran sorpresa de la novela. Surgido de la nada, tras una acción con Alatriste surgirá un vínculo con él del cual no se separara nunca. Con un aire serio y reflexivo, Gurriato será un fiel aliado del capitán y sus amigos. 

El mar y las naves que por el navegan son protagonistas indiscutibles de la novela. Arturo Pérez-Reverte es un gran apasionado de la navegación y en muchas de sus novelas estan salpicadas de referencias náuticas. Aquí asistimos a una clase brillante sobre el arte de la guerra marítima del siglo XVII entre las galeras españolas y corsarias turcas. Términos náuticos de la época enriquecen la narración. 

En fin una novela de aventuras maravillosa sobre soldados y corsarios, lances de mar entre el sonido del oleaje y aire que levanta las velas. Una forma excelente de celebrar la gran noticia de que en septiembre volveremos a tener una aventura del capitán Alatriste en la ciudad de los mosqueteros tras la última novela a la cual ya espera a ser leída. ¡Viva por siempre el valeroso capitán Diego Alatriste!



Arturo Pérez-Reverte (1951-)

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