Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa

"Tal vez el atributo principal de la vocación literaria sea que quien la tiene vive del ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos. Ésa es una de las seguridades que tengo, entre muchas incertidumbres sobre la vocación literaria: el escritor siente íntimamente que escribir es lo mejor que le ha pasado y pude pasarle, pues escribir significa para él la mejor manera de posible de vivir, con prescindencia de las consecuencias sociales, políticas o económicas que puede lograr mediante lo que escribe". Cartas a un joven novelista.



Mario Vargas Llosa era el último de mis autores escritores favoritos en aparecer por el blog. El Premio Nobel hispano peruano me encandiló con esa gran obra maestra que es su novela La fiesta del Chivo. Ese impresionante cruce de historias entrelazadas que narran de forma magistral el retorno de Urania Cabral a su República Dominica natal, volviendo a pisar el lugar que tanto destrozó su cuerpo y su alma, la noche en la que cuatro conspiradores aguardan el momento para asestarle el golpe fatal al dictador Rafael Leónidas Trujillo, protagonista del tercer hilo argumental, al cual vemos en su último día sobre la Tierra. Esta novela me golpeó como una ola poderosa y aún a día de hoy siguen palpitando el recuerdo que me dejó su lectura. Desde el momento que llegue al punto final de la narración, tuve la revelación de que Vargas Llosa me había dado una magistral clase de escritura y fue inmediatamente canonizado entrando al sagrado panteón de mis autores predilectos. Las siguientes lecturas que hicieron aumentar mi amor por su obra fueron esa extraordinaria novela policíaca ¿Quién mató a Palomino Molero?; su primer gran clásico La ciudad y los perros y el divertimento erótico-festivo de Los cuadernos de don Rigoberto. 

Hacía mucho tiempo que no leía algo del último gran clásico de la literatura vivo, cosa que he remediado con uno de sus mejores ensayos. Pues a parte de ser un enorme novelista y narrador, don Mario tambien es un experto y lúcido ensayista. Y al igual que hizo otro de mis favoritos, Stephen King, con su imprescindible Mientras escribo, don Mario vierte sus grandes conocimientos sobre la novela, la manufactura de ésta y las distintas técnicas que la componen. Un librito que sirve de manual de escritura realizado por uno de los mejores maestros de ella. Con sumo gusto os presento: Cartas a un joven novelista de Mario Vargas Llosa. 

En un homenaje al poeta austríaco Rainer María Rilke, quien dirigía sus misivas a un joven poeta, don Mario se cartea con un joven aspirante a novelista, en doce cartas donde vierte su saber sobre todo lo que rodea a esa noble expresión artistica que es la Santa Novela. 

Lo primero de lo que nos habla es que para el hombre que decida dedicar al oficio de escribidor tiene que que tener en cuenta que para esto hay que dedicarse en cuerpo y alma. La literatura debe ser algo que nos envuelva por completo, no un simple hobby o divertimento, debe ser como la vocación religiosa. El futuro novelista debe abrazar el oficio con la certeza de que va a entregarse a ella con la fortaleza de un monje trapense, vivir por y para ello. El futuro escritor, a diferencia del resto de mortales, tiene la capacidad de crear mundo propias gracias a la imaginación y la capacidad de fabular. Si todos podemos soñar con otros mundos, el escritor debe ser como el divino Hacedor, insuflar vida propia a sus personajes, que tenga voz propia y no sean solo letras escritas.

Vargas Llosa nos cuenta una historia real de un amigo suyo, que tuvo una solitaria en su estómago. Cada día que pasaba se consumía al ritmo del voraz apetito del parásito estomacal, pero llegó a tal punto de unión con que ya no vivía para sí, si no para la criatura. Con esa metáfora marcaba don Mario nos viene a mostrar que la literatura debe ser igual para el futuro novelista, algo que lo absorba, lo consuma, lo envuelva todo. Como dijo Flaubert: "Escribir es una manera de vivir". 

Las siguientes cartas Vargas Llosa da una clase magistral sobre las características que tiene la artesanía de escribir novelas. Don Mario es un excelente profesor, porque con palabras sencillas y explicaciones simples nos va describiendo todo lo que envuelve las historias que los lectores desconocemos, pero para los futuros novelista deben ser palabras de Dios. En lo técnico nos habla del estilo, el narrador y el tiempo. 

Pero no solo nos habla de técnicas para escribir, trucos o elementos narrativos, por las lineas de las misivas desfilan un ramillete de autores imprescindibles. Una de las grandes cualidades de Vargas Llosa es su conocimiento literario. Para ser un extraordinario escritor antes se ha de ser un lector constante. Para forjar una base literaria hay que lee, mucho y bien. Y don Mario va salpimentado las cartas con menciones a los escritores que lo forjaron como novelista. William Faulkner, Ernest Hemingway, Julio Cortázar, Edgar Allan Poe, Charles Dickens, Miguel de Cervantes, Jorge Luis Borges o Gustave Flaubert son solo algunos de los escritores que menciona Vargas Llosa. 

Cartas a un joven novelista es un libro imprescindible para aquellos que decidan dedicarse a escribir. Vargas Llosa nos dice que aquellos que busquen escribir en busca de fama y dinero, que lo olviden, pues el camino del escritor es duro, pero que con el acto mismo de escribir ya llena de gozo al novelista. Un libro que nos muestra todo lo que hay detrás de aquellos libros que nos maravillan, enamoran, disgustan, enfadan y entretienen a partes iguales. Un librito inmenso escrito por un autor con mayúsculas que puede servir como clase magistral de narrativa y escritura. Un canto de amor al noble oficio de escribidor y al maravilloso arte de fabular. Puede que no sea el mejor libro de su autor, pero aún así cumple con su cometido, pues instruye gracias a sus consejos certeros y sabios. Y para finalizar que mejor que con el último consejo que nos da: que olvidemos lo que nos ha dicho en sus cartas y nos pongamos a escribir novelas de una vez. Es un buen consejo. 


Mario Vargas Llosa (1936-)

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