Cartas sobre la mesa, Agatha Christie

"De repente, los ojos de Shaitana brillaron, levantó las comisuras de los labios y sus cejas se arquearon.
—Hasta le puedo enseñar varios objetos relacionados con su profesión, monsieur Poirot.
—¿Acaso tiene un Museo del Crimen particular?
—¡Bah! —Shaitana chasqueó los dedos con desdén—. La taza que utilizó el asesino de Brighton, las herramientas de un célebre ladrón, todo eso son chiquillerías absurdas, Yo no me intereso por esa basura. Me gusta coleccionar lo mejor de su clase.
—¿Qué cosas considera usted mejores en el crimen? Me refiero desde su punto de visto artístico.
Shaitana se inclinó y apoyó dos dedos sobre el hombre del detective. Siseó la respuesta con un tono teatral:
—Los seres humanos que lo cometen, monsieur Poirot.
El belga arqueó las cejas.
—¡Ajá! Le he sorprendido. Mi querido amigo, usted y yo consideramos estas cosas desde puntos de vista opuestos. Para usted, el crimen es una mera rutina: un asesinato, una investigación, una pista y, por último, el descubrimiento del asesino, pues indudablemente es usted un experto en la materia. !A mí ese trivialidades no me interesan! No me atraen los ejemplares, de poco valor. Un asesino descubierto es, necesariamente, un fracasado. Es de segunda clase. No, yo considero el asunto desde el punto de vista artístico. ¡Solo colecciono lo mejor!
—¿Qué es lo mejor?
—Los que han logrado salirse con la suya. los que han tenido éxito. Los criminales que disfrutan de una vida agradable y sobre los que no se tiene ni la más mínima sospecha. Debe usted admitir que mi afición es divertida.
—Estaba pensando en otra palabra y no era precisamente divertida.
—Tengo una idea —exclamó Shaitana sin hacer caso de la crítica—. ¡Una pequeña reunión! ¡Una cena para que tenga la oportunidad de conocer mi colección! Es una ocurrencia divertida, de veras. No sé cómo no he pensado antes en ella. Sí, sí, eso es. Deme un poco de tiempo. La proxima semana no podrá ser. Digamos la siguiente. ¿No tendrá ningún compromiso? ¿Qué día podemos elegir?". Cartas sobre la mesa.




Mes amis, vuelve el detective más elegante, educado y con el bigote más extraordinario de la literatura. Hércules Poirot, la gran creación de la Dama del crimen Agatha Christie va a enfrentarse a uno de los casos más enredados y complejos de su carrera. Un muerto, cuatro sospechosos, cuatro sabuesos y una partida de bridge... ¿qué mejores ingredientes que estos para invitarnos a acompañar a Poirot a resolver el misterio? Con muchísimo gusto, mesdames et messieurs, os presento: Cartas sobre la mesa de Agatha Christie.

Hércules Poirot es invitado a una cena en la casa de un hombre extraño, Mr. Shaitana. Este hombre de elegancia oriental y un bigote igual de extraordinario que el detective belga, le habla de que le gustaría mostrale una colección digamos, única. Pues a diferencia de otros coleccionistas, no le interesa los objetos relacionados con el crimen, si no los criminales en sí, sobre todo aquellos que eluden la justicia y logran salirse con la suya. 

Poirot desconfía de él, pero accede a acudir a la cita. En el esplendoroso hogar de Mr. Shaitana ha reunido a un pequeño grupo, divididos en dos categorías: detectives y supuestos asesinos. 

Tras hacer ostentación de su capacidad para conocer a las personas, haciendo comentarios que solo pueden entender los posibles asesinos, invita a sus comensales a una partida de bridge. Dispuestos en dos salas, Shaitana contempla la partida entre los sospechosos, mientras los detectives están en otra sala. Las partidas se suceden con tranquilidad hasta que sucede lo inesperado: Shaitana ha sido asesinado. Mientras trascurría la partida alguien lo ha apuñalado con un estilete, de forma tan precisa y eficaz que apenas nadie se ha percatado de ello. 

A partir de aquí Poirot y el resto de sabuesos deberán averiguar quién se encuentra detrás de este extraño y silencioso asesinato. 

La señora Christie como es habitual en ella, despliega una serie de personajes entre los cuales tendrá que poner a funcionar a pleno rendimiento las pequeñas células grises del mostachudo detective para resolver el misterio y también de sus aliados. Entre estos últimos Mr. Shaitana reúne a un grupo de sabuesos. El superintendente Battle de Scotland Yard, es el típico cliché de hombre inglés. Recto, cuidadoso y eficiente, aborda el caso basándose en la forma de actuar tradicional de la policía. El coronel Race es un perspicaz agente del Servicio Secreto y conocido de Poirot, apenas participa de la investigación por sus compromisos con su trabajo, pero si ayuda para dar algunos datos de un sospechoso en particular. Pero la gran estrella de la función, con perdón de monsieur Poirot, es sin duda Ariadne Oliver es la incisiva y mordaz autora de novelas policías protagonizadas por un detective islandés. De lengua afilada, un marcado carácter feminista y una afición por las manzanas, esta especie de alter ego de la autora pondrá al servicio del caso sus conocimientos literario sobre el crimen. 

Por el lado de los sospechosos están el comandante Despard, un joven, serio y aventurero oficial del ejército. La señora Lorrimer una elegante mujer madura de personalidad lacónica y reservada. El doctor Roberts tiene como mejor adjetivo parlanchín, pues no calla. Y por última la joven Anne Meredith, tímida, impresionable y afligida.

Y por última esta el muerto. La mejor forma de definir a Mr. Shaitana es misterioso. El extravagante coleccionista antes de ir al corral de los quietos por mano ajena se vanagloria de conocer a las personas. Como un Mefistófeles moderno, es capaz de indagar en el alma de los que conoce y desterrar los secretos más ocultos. 

Cartas sobre la mesa es una prueba más del magnífico talento que tenía Agatha Christie para escribir novelas de misterio. Tras maravillarme con el espléndido misterio del Orient Express y el fantástico caso de la Bahía de Leathercombe, ahora con este misterioso asesinato con cuatro posibles, todo ello sazonado con las infalibles deducciones y pesquisas de monsieur Poirot, que gracias a sus siempre fiables células grises tendrá que responder a la gran pregunta que mueve la novela: ¿quién mató a Mr. Shaitana? 

La intriga es impecable, dejándote con mil y una preguntas, pues es tal la cantidad de falsas pistas y callejones sin salida a los que se encuentra el detective belga. Sumando las investigaciones del superintendente Battle y las de Mrts. Oliver, hacen que cualquier hipótesis o conjetura se derrumben como un castillo de naipes. Una serie de giros que dejan boque abiertos y algún as bajo la manga de Poirot convierten a este caso como uno de los mejores de madam Agatha Christie. C' est magnifique.


Agatha Christie (1890-1976)

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