Cartas sobre la mesa, Agatha Christie

Mes amis, vuelve el detective más elegante, educado y con el bigote más extraordinario de la literatura. Hércules Poirot, la gran creación de la Dama del crimen Agatha Christie va a enfrentarse a uno de los casos más enredados y complejos de su carrera. Un muerto, cuatro sospechosos, cuatro sabuesos y una partida de bridge... ¿qué mejores ingredientes que estos para invitarnos a acompañar a Poirot a resolver el misterio? Con muchísimo gusto, mesdames et messieurs, os presento: Cartas sobre la mesa de Agatha Christie.
Hércules Poirot es invitado a una cena en la casa de un hombre extraño, Mr. Shaitana. Este hombre de elegancia oriental y un bigote igual de extraordinario que el detective belga, le habla de que le gustaría mostrale una colección digamos, única. Pues a diferencia de otros coleccionistas, no le interesa los objetos relacionados con el crimen, si no los criminales en sí, sobre todo aquellos que eluden la justicia y logran salirse con la suya.
Poirot desconfía de él, pero accede a acudir a la cita. En el esplendoroso hogar de Mr. Shaitana ha reunido a un pequeño grupo, divididos en dos categorías: detectives y supuestos asesinos.
Tras hacer ostentación de su capacidad para conocer a las personas, haciendo comentarios que solo pueden entender los posibles asesinos, invita a sus comensales a una partida de bridge. Dispuestos en dos salas, Shaitana contempla la partida entre los sospechosos, mientras los detectives están en otra sala. Las partidas se suceden con tranquilidad hasta que sucede lo inesperado: Shaitana ha sido asesinado. Mientras trascurría la partida alguien lo ha apuñalado con un estilete, de forma tan precisa y eficaz que apenas nadie se ha percatado de ello.
A partir de aquí Poirot y el resto de sabuesos deberán averiguar quién se encuentra detrás de este extraño y silencioso asesinato.
La señora Christie como es habitual en ella, despliega una serie de personajes entre los cuales tendrá que poner a funcionar a pleno rendimiento las pequeñas células grises del mostachudo detective para resolver el misterio y también de sus aliados. Entre estos últimos Mr. Shaitana reúne a un grupo de sabuesos. El superintendente Battle de Scotland Yard, es el típico cliché de hombre inglés. Recto, cuidadoso y eficiente, aborda el caso basándose en la forma de actuar tradicional de la policía. El coronel Race es un perspicaz agente del Servicio Secreto y conocido de Poirot, apenas participa de la investigación por sus compromisos con su trabajo, pero si ayuda para dar algunos datos de un sospechoso en particular. Pero la gran estrella de la función, con perdón de monsieur Poirot, es sin duda Ariadne Oliver es la incisiva y mordaz autora de novelas policías protagonizadas por un detective islandés. De lengua afilada, un marcado carácter feminista y una afición por las manzanas, esta especie de alter ego de la autora pondrá al servicio del caso sus conocimientos literario sobre el crimen.
Por el lado de los sospechosos están el comandante Despard, un joven, serio y aventurero oficial del ejército. La señora Lorrimer una elegante mujer madura de personalidad lacónica y reservada. El doctor Roberts tiene como mejor adjetivo parlanchín, pues no calla. Y por última la joven Anne Meredith, tímida, impresionable y afligida.
Y por última esta el muerto. La mejor forma de definir a Mr. Shaitana es misterioso. El extravagante coleccionista antes de ir al corral de los quietos por mano ajena se vanagloria de conocer a las personas. Como un Mefistófeles moderno, es capaz de indagar en el alma de los que conoce y desterrar los secretos más ocultos.
Cartas sobre la mesa es una prueba más del magnífico talento que tenía Agatha Christie para escribir novelas de misterio. Tras maravillarme con el espléndido misterio del Orient Express y el fantástico caso de la Bahía de Leathercombe, ahora con este misterioso asesinato con cuatro posibles, todo ello sazonado con las infalibles deducciones y pesquisas de monsieur Poirot, que gracias a sus siempre fiables células grises tendrá que responder a la gran pregunta que mueve la novela: ¿quién mató a Mr. Shaitana?
La intriga es impecable, dejándote con mil y una preguntas, pues es tal la cantidad de falsas pistas y callejones sin salida a los que se encuentra el detective belga. Sumando las investigaciones del superintendente Battle y las de Mrts. Oliver, hacen que cualquier hipótesis o conjetura se derrumben como un castillo de naipes. Una serie de giros que dejan boque abiertos y algún as bajo la manga de Poirot convierten a este caso como uno de los mejores de madam Agatha Christie. C' est magnifique.
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