El Silmarilion, J. R. R. Tolkien
La gran obra de J. R. R. Tolkien, que engloban El Hobbit y El Señor de los anillos, es mucho mas grande y compleja de lo que parece. Las aventuras en la Tierra Media de Frodo, Gandalf, Aragorn o Galadriel son solo un pequeño retazo dentro de un gran tapiz, bello y majestuoso, donde las historias más épicas nos relatan la creación de un universo único e impresionante. Todo ello recogido en un libro que, por azares del destino su autor no pudo completar y que nos llegó gracias a la gran labor que hizo su hijo Christopher Tolkien. Con muchísimo gusto os presento: El Silmarilion de J. R. R. Tolkien.
Todo era oscuridad en el Vacío, donde, en su centro se encontraba Eru Ilúvatar, El Único. Y lo primero que creo fueron los Ainur, seres celestiales que se arremolinaban alrededor de Eru Ilúvatar. Y les habló y les dijo que hicieran música. De las voces de los espíritus, como si de una gran orquesta se tratará, surgió una música tan bella y celestial como nunca se escuchó ni jamás se escuchará. Ilúvatar llamó a esto la Gran Música y les dijo que de esa melodía habia surgido una imagen. Los mostró aquella imagen y era maravillosa.
Un mundo de una belleza extraordinaria que puso un amor enorme en los Ainur de morar en el. Entonces, la voluntad de Ilúvatar se materializó y pronuncia una palabra: ¡Eä! Sea. Y el mundo fue creado de la mente de Eru Ilúvatar. Todo esto se cuenta en el Ainulindalë.
De aquellos Ainur que amaron Arda, que así se llamó aquel mundo, y quisieron abandonar la presencia de Ilúvatar bajaron allí y le dieron forma. Dos tipos de Ainur bajaron al mundo: los más poderosos y quienes dieron forma a ese mundo fueron los Valar y los menos poderosos que bajaron para servirles fueron los Maia.
Los Valar fueron quince, entre los que estaban Manwë, señor de las aves y el viento y su esposa Varda, la señora de las estrellas, que fueron sus reyes; Ulmö señor de la aguas; Aüle, señor de los materiales de la tierra y gran herrero y su esposa Yavanna, señora de la Tierra; Námo, también llamado Mandos, señor de la muerte y guardián del destino y Oromë, el cazador y su esposa Vána, señora de las flores. Estos moldearon el mundo a su voluntad, horadando la tierra para que corrieran los ríos, auparon los montes y las montañas, levantaron los árboles y plantaron las flores y la hierba y crearon a los animales.
Pero entre ellos había uno que albergaba en su interior pensamientos oscuros. Desde el principio de la música, Melkor, uno de los más poderosos empezó a hacer melodías por su cuenta, discordando el tema. Cuando vio la imagen del mundo lo ambicionó y lo quiso para él. Melkor destruyó todo lo que hacían sus compañeros Valar, corrompiendo parte del mundo, creando criaturas malignas en compañía de los maiar que se le unieron, corrompidos por su mal. Todo esto se cuenta en el Valanquenta.
Una vez dada la forma a Arda ya era el momento de que los Hijos de Ilúvatar llegarán al mundo. Los Primeros Nacidos fueron los Elfos, bellos, majestuosos e inmortales. Estos quedaron fascinados ante la belleza del mundo y las estrellas, pues todo era oscuridad bañada por su luz. Los Valar los llamaron para que fueran a Aman, el Reino Bendecido, el continente donde viven más allá del mar. Los elfos, divididos en tres grandes razas, los Vanyar, los Noldor y los Teleri. Así se dio la Gran Marcha de los Elfos. Por el camino, los Teleri decidieron quedarse en la Tierra y no fueron al hogar de los Valar.
Allí la valier Yavanna creo los Dos Árboles que iluminaron Aman con su luz resplandeciente. Telperion y Laurelin, uno de resplandor plateado y el otro de brillo dorado.
Algunos de los elfos añoraban la Tierra Media y decidieron volver. Entre ellos se encontraba Fëanor, hijo del rey de los Noldor Finwë. Este elfo era el mejor de los orfebres y con su maestría creo unas joyas de extraordinario valor, imbuidas con la luz de los Dos Árboles, los Silmarils. Estás joyas las ambicionó Melkor, el cual las robó y mató al padre de Fëanor, el cual desde entonces odió al valar y lo llamó Morgoth, "El Enemigo Oscuro", como sería conocido.
Pero una de las grandes maldades de Morgoth fue la destrucción de los Dos Árboles. Con la ayuda de Ungoliant, una criatura monstruosa y gigantesca con forma de araña con un voraz apetito por la luz. Aprovechando que en Aman celebraban una festividad, envueltos en una nube de terror llegaron y con su lanza Morgoth perforó el tronco de los árboles y el pico de la araña succionó la sagrada savia, envenenándolos y matándolos.
Tras el nacimiento de los elfos, surgieron los Segundos Nacidos, los hombres. Estos eran diferentes a los elfos pues ellos tenían el llamado "Don de Ilúvatar", osea la muerte. Todas estás historias estás recogidas en el Quenta Silmarilion.
Otra de las principales razas surgidas fueron los Enanos. Creados por las laboriosas manos del valar Aüle, les dio formas más duras y compactas, de pequeño tamaño, grandes barbas y fortaleza inquebrantable. Pero había una pega, solo Eru puede dar vida y estos se movían solo en presencia de su creador, como muñecos. Eru, enterado de esto le ordeno destruirlos. Cuando Aüle levantó su martillo, las lágrimas caían sobre sus mejillas al oír los lamentos de sus criaturas. Conmovido por el amor de Aüle, Ilúvatar le dijo que les insuflaría vida, pero solo vivirían tras el nacimiento de los Hijos de Ilúvatar. Estos siete fueron los Siete Padres de los enanos, siendo uno de ellos Durin, el Inmortal.
Dentro de las grandes historias que recogen El Silmarilion, incluso algunas de las más apreciadas por su autor, se encuentran grandes gestas, amores inmortales y desastres imparables.
Una de las grandes historias que los primeros hombres hicieron fueron las realizadas por Húrin. Valeroso guerrero, logró ganarse el respeto del rey elfo de la ciudad escondida de Gondolin, y la defendió del ataque de Morgoth. Solo el sobrevivió y Morgoth lo encerró y lo torturó para que le revelará el lugar de la ciudad escondida, pero no una palabra salió de sus labios. Morgoth, lleno de ira lo maldijo a él y a su descendencia. Entre los más destacados hijos de Húrin estaba Turín Turambar.
Hablando de Gondolin, está magnífica ciudad fue construida por el rey elfo Turgon, la cual traía reminiscencias de la ciudad de Tirion en Aman. La belleza de la urbe élfica radicaba en sus imponentes torres y edificios de un color blanco precioso. Oculta a los ojos de todos, Morgoth, enemigo de todo lo bello buscaba su ubicación con ahínco obsesivo. Se mantuvo oculta y bella hasta que una traición abocó a su inmisericorde caída.
Cuando uno piensa en un gran amor dentro de la obra de Tolkien uno seguro piensa en la historia del rey humano Aragorn y la dama elfa Arwen. Pero antes de esa historia, Tolkien creo una de las historias de amor imperecedero más bellas de la historia de la literatura. Sus protagonistas, Beren, un hombre y Lúthien, una elfa. Entre los dos se embarcaron en una aventura, llena de peligros, monstruos y lobos gigantes, que les unió en un amor inquebrantable.
Y por último la gran historia dentro de la gran mitología creada por Tolkien es el ascenso, auge y la caída del reino de Númenor. Surgida como presente a los hombres por su ayuda a los elfos, los Valar alzaron está suntuosa isla en el mar. Allí se estableció uno de los reinos de los hombres más prósperos de su tiempo. Pero es aquí donde entra la pérfida figura de Sauron. El principal de los siervos de Morgoth se alzó como nuevo Señor Oscuro tras la caída de su amo. Envuelto en una apariencia bella logró emponzoñar los oídos de los reyes de Númenor con insidias, implantado un orgullo en sus corazones. Sauron logró que los hombres despreciaran a los Valar y que quisieran llegar a las Tierras Imperecederas y lograr la inmoralidad. Todo esto provocó la total destrucción del reino y el hundimiento de la isla, de la cual solo se salvaron unos pocos fieles a los Valar.
El Silmarilion es una obra maestra. Pero es una obra maestra incompleta. Tolkien era un perfeccionista, y durante años corrigió y revisó sus manuscritos, una y otra y otra vez, buscando la formula perfecta que se adaptará a su idea final. Antes de la creación de dos de sus obras más importantes, ya rondaba en su mente crear una mitología propia, fruto de sus conocimientos en las leyendas germánicas y artúricas.
Por eso la lectura de este libro no sería posible sin la inestimable labor de su hijo Christopher Tolkien. Tras la muerte de su padre fue el encargado de ordenar, clasificar, editar y publicar su papeles póstumos. Este libro es fruto de ese trabajo, de ese amor por la obra de su padre, él cual intento darle un sentido dentro del caos de los esbozos y los fragmentos que fue escribiendo a lo largo de su vida el profesor. Christopher Tolkien dedicó toda su vida a ser el guardían de la obra de su padre, custodiándola con sumo celo y armonizando esta gran historia que nunca pudo terminar y ver publicada Tolkien padre. Solo nos queda estar más que agradecidos por el trabajo de Christopher Tolkien y esperemos que padre e hijo se encuentren en la eternidad y miren con orgullo que su obra tenga el reconocimiento que merece en la historia de la literatura. Gracias eternas Christopher.
Por eso esta lectura está entre lo extraordinario y lo trágico, pues se nota que esta sin terminar. En algunos momentos se encuentran nombres que luego serían utilizados en otros escritos, demostrando lo tardíos que eran esos planteamientos. Tolkien narra el origen de Arda y la Tierra Media con un tono solemne y grandioso, evocando a esas legendarias sagas nórdicas que tanto le influyeron. Evocando el misticismo bíblico, la creación del universo tolkeniano, salido de la mente divina de Eru Ilúvatar, y las historias de odios, celos y guerras, con un demonio como Morgoth perturbando la paz del mundo y sembrando la discordia, recuerdan a la épicas historias que pueblan el Libro Sagrado. En definitiva, a pesar de la sensación de obra inacabada, se percibe la grandiosidad de la mitología creada por el profesor Tolkien, la belleza de su mundo y la gran epopeya que es la historia de la Tierra Media. Un libro sublime y maravilloso.
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